Esta fue mi predicación de hoy, 1 de abril de 2012,
Domingo de
Ramos del Ciclo Litúrgico B, en el Hogar Marín:
I.- Vídeo,
en
Youtube y
en
Facebook
II.- Versión escrita
III.- Lecturas bíblicas de la Misa
1.
NOS HACE BIEN LA FIESTA Y
LA ALEGRÍA, PERO HAY QUE VIVIRLAS CON LOS PIES EN LA TIERRA...
Necesitamos la fiesta, porque es parte de la vida, y por eso la
celebramos, cada vez que es posible, con la mayor alegría. Y a lo
largo del año vamos buscando motivos que nos permitan hacer las
fiestas (cumpleaños, aniversarios, etc.), celebrando siempre de
algún modo este don que los incluye todos y que recibimos de Dios,
el don de la vida...
Sin embargo,
aunque nos haga falta y nos haga bien celebrar y hacer fiesta con
cada motivo que se nos presenta a lo largo de la vida, también es
necesario tener en cuenta que no todo puede ser fiesta ya que
todos tenemos conciencia de nuestros propios pecados y las de los
que nos rodean, y sabemos también que la última consecuencia del
pecado es la muerte...
Por eso es necesario hacer fiesta, pero con los pies en la tierra,
teniendo en cuenta nuestras limitaciones y la necesidad que
tenemos de la salvación, es decir, de ser rescatados por Dios, el
único que puede darnos una Vida que no se termina...
Por eso en la fiesta que hoy celebramos, comenzando con este
Domingo de Ramos la celebración de la Semana Santa, una Semana
grande en la que el motivo de la fiesta es el acontecimiento más
fuerte de nuestra salvación, el misterio de la Pasión, la Muerte y
la Resurrección de Jesús, mantenemos los pies bien firmes en la
tierra. Durante la entrada de la Misa cantamos y saludamos con los
ramos, ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!, pero siguiendo
sus pasos inmediatamente leemos la Pasión que, si nos toma
desprevenidos, puede caernos como un balde de agua fría...
2. CELEBRAMOS A
JESÚS CON RAMOS, SIN OLVIDAR QUE SU CAMINO ES LA PASIÓN...
Repasemos el clima de esta celebración. Comenzamos con un clima
triunfal. Imitamos a la multitud que recibió a Jesús cuando
entraba en Jerusalén para vivir la Semana de la Pasión. Una vez
bendecidos los Ramos, los agitamos acompañando la entrada del
sacerdote en el templo, como lo hacían ante la entrada de Jesús en
la Ciudad Santa, para recibirlo como a un Mesías que traería la
salvación esperada por siglos enteros (hay que tener en cuenta que
Jerusalén estaba rodeada por una zona desértica, en que los Ramos
eran algo valioso, con lo que se expresaba verdaderamente algo
singular; si Jesús hubiera entrado en ese momento en un estadio de
fútbol, seguramente la multitud hubiera elegido celebrarlo
agitando banderas)...
Pero no nos quedamos en la
alegría de los Ramos. Continuamos con la lectura de la Pasión Así
se nos hace evidente que Jesús, sin perder la calma pero sin
escapar al camino por el que debía llevarnos a la salvación, aún a
costa del propio dolor y la propia vida afronta con entereza la
incomprensión de los hombres, para terminar en la Cruz. Nunca
podemos olvidar que éste fue el camino de Jesús que nos llevó a la
salvación, y que siempre será el camino de la Iglesia, por la que
la salvación nos llega cada día. Hoy, cuando la Iglesia en la
Argentina tiene que sufrir la incomprensión y algún modo de
persecución (lejos todavía, gracias a Dios, de la persecución que
sufrieron los primeros cristianos), nos ayuda especialmente tener
presente que a la fiesta de los Ramos sigue el camino de la
Pasión...
Podríamos centrar nuestra
mirada en la Pasión de Jesús encontrando en
nuestras culpas
personales y en las de todos los hombres de todos los tiempos
el motivo de su Cruz. Pero todas las culpas que pongamos en la
lista no alcanzarían para que pudiéramos comprender esta Pasión.
También podríamos mirar la Pasión como el paradigma del
sufrimiento, como un
resumen de todos los sufrimientos de la
humanidad, que sólo puede asumir sobre sus espaldas alguien
que sea más que hombre, alguien que sea Dios, como Jesús,
dispuesto a sufrir sin medida para alcanzar nuestra salvación.
Pero tampoco este modo de mirar la Pasión de Jesús nos serviría
para comprenderla del todo. Podríamos mirar la Pasión como
el
mayor acto de heroísmo que alguien puede hacer, el ejemplo
supremo de alguien que está dispuesto a todo para alcanzar un
resultado, en este caso nuestra salvación, por la que Jesús da su
vida en la Cruz. Pero tampoco esto alcanzaría para tener una
visión adecuada de la Pasión de Jesús. En realidad,
la Pasión
de Jesús, que es todo eso, no es sólo eso, es mucho más.
La
Pasión de Jesús es el gran acto de amor de Dios, que nos
salva. Y hace falta contemplar esta fuente de la que surge y que
la hace posible, el Amor, para comprender y recibir todo lo que la
Pasión nos puede dar. Se trata de un Amor sin límites, un Amor a
la medida de Dios, que viene al encuentro de nuestra herida
condición humana, para salvarnos. Se trata de un Amor que no
necesita el reproche para quienes hemos causado la Pasión con
nuestros pecados, porque precisamente se acerca a nosotros para
rescatarnos con su misericordia...
Por eso comenzamos la Semana Santa con esta celebración del
Domingo de Ramos, en la que cabe todo el contenido de la misma:
desde la alegría de la multitud que recibe con palmas y con cantos
a Jesús, el Salvador, pasando por la dureza de la lectura de la
Pasión, hasta llegar a la presencia consoladora de Jesús
resucitado en la Eucaristía. Ya la recorreremos por partes. El
Jueves Santo nos hablará de la presencia del Amor de Jesús en la
Eucaristía. El Viernes Santo nos detendrá en el dolor. Y la
Vigilia Pascual nos traerá la fuerza de la Vida que surge de la
Resurrección...
3. HAY QUE
RECIBIR EL AMOR DE DIOS, QUE TRIUNFA EN LA CRUZ PARA DARNOS LA
VIDA... Cada año celebramos la Semana Santa para que la Vida de
Dios, que surge de la Resurrección de Jesús, y que ya hemos
recibido en el Bautismo, pueda renovarse y crecer en nosotros,
para que nosotros mismos podamos llegar a la Resurrección...
Se trata de una Semana,
entonces, en la que con más intensidad que en otros momentos,
tenemos la oportunidad de alimentarnos del Amor de Dios, a través
de esos dos platos fuertes que Él nos presenta, su Palabra y la
Eucaristía. Ese Amor de Dios, que se hace visible en la Pasión, es
con el que hay que alimentarse, para tener en nosotros la Vida que
Jesús nos ganó en la Resurrección...
No lo perdamos de vista, ni siquiera si la necesidad de un
descanso nos lleva a a hacer un viaje en estos días no laborables
en los que celebramos la Semana Santa. Tengamos presente el
sentido profundo de esta fiesta que se gesta en la Pasión para
llevarnos por la Cruz a la Resurrección, y no perdamos la
oportunidad de celebrar y recibir en estos días la Vida que surge
del Amor de Dios...