Esta fue mi predicación de hoy, 27 de mayo de 2012,
Solemnidad
de Pentecostés del Ciclo Litúrgico B, en la Abadía Santa
Escolástica y en el Hogar Marín:
I.- Vídeo,
en
Youtube y
en
Facebook
II.- Versión escrita
III.- Lecturas bíblicas de la Misa
1.
LAS
ALEGRÍAS QUE HOY SE OFRECEN SON
SUPERFICIALES Y CASI TODAS COMERCIALES... Además, incluso las que
no
deberían serlo parece que se disfrazan de ese color. Quizás alguno
se haya alegrado en en estos días porque logré vender un dólar, y
lo hizo al precio del dólar "azul" (ya no se le dice "negro" en
estos días, vaya uno a saber por qué). Y quizás algún otro se haya
alegrado porque logró comprar un dólar, y pudo hacerlo al valor
oficial. Ambas, sin embargo, son alegrías que no pueden durar
mucho, por más que se las estire...
Los deportes
pueden dar a veces a algunos también alguna alegría, que salvo en
casos muy especiales no estará al margen de altibajos. Aunque el
deporte también se ha hecho en buena parte una actividad también o
principalmente comercial. Es posible incluso que en algún caso un
jugador de un equipo sea conveniente no sólo por lo que aporta al
juego, sino por la cantidad de camisetas con su nombre que se
logran vender...
Mientras tanto, seguramente a todos nos
sobran motivos para estar abatidos de ánimo. No bastan para
alegrarnos pequeñas distracciones, no cambian el clima de
descreimiento que nos
envuelve...
Es más
fácil la tristeza, la desilusión y la
desesperanza sobre todo si, frente a las circunstancias que nos
rodean
nos quedamos pasivamente tirados en un sillón, mirando cómo las
cosas
pasan, sin atinar a una respuesta con la que sumemos nuestra
propio
esfuerzo para darles una dirección. También los Apóstoles, después
de
la muerte de Jesús, se quedaron en el
Cenáculo con las puertas cerradas por temor a los judíos, que los
habían visto compartiendo con Él sus últimos días. En esas
circunstancias se les apareció Jesús que una vez resucitado
esperaba el
momento oportuno para cambiarles el ánimo con sus apariciones, y
confiarles una misión...
Sin embargo nosotros, como ellos, fuimos hechos para la alegría.
Por
eso no podemos quedarnos encerrados en la superficie, dejando que
las
cosas del momento sean las barreras que nos impidan llevar
adelante la
vocación que hemos recibido de Dios. Y así como los Apóstoles se
abrieron a Dios el día de Pentecostés para recibir el Espíritu
Santo
que les cambiaría la vida, también hoy nosotros podemos dejarnos
invadir por este don de Dios, que comenzamos a recibir el día de
nuestro Bautismo...
2. EL ESPÍRITU SANTO
NOS DA LA PAZ Y LA
ALEGRÍA QUE VIENEN DE DIOS... Cuando se apareció a los Apóstoles,
Jesús
expresamente les entregó el don de la paz, e inmediatamente ellos
se
llenaron de alegría. Ambos dones provienen de Dios, y Jesús se los
comparte dándoles el Espíritu Santo, que es Dios junto con el
Padre y
el Hijo (de eso nos hablará la celebración del próximo Domingo)...
El Espíritu Santo viene siempre con estos dones de la paz y la
alegría,
ya que nos garantiza que Dios está siempre "de nuestro lado".
Jesús
recorrió todo su camino, desde el Pesebre hasta la Cruz y la
Resurrección, para nuestra salvación. El Espíritu Santo viene a
hacernos partícipes de esta
Vida que Jesús ha ganado para nosotros, y que venimos celebrando
desde
la Vigilia Pascual, representada en el Cirio Pascual, que hemos
encendido sin interrupción
en cada Misa a lo largo de estos cincuenta días. Pero el don de
Dios
trae, junto con la paz y la alegría, una misión y una tarea. Jesús
les
da el Espíritu Santo a los Apóstoles para que lleven la paz y el
perdón
a todos los rincones del mundo, es decir, les encarga la inmensa
tarea
de reconciliar el mundo, y todos sus habitantes, con Dios, a
través del
don del Espíritu Santo. Así nosotros, si nos damos cuenta que cada
día
al despertarnos podemos volver a constatar que Dios nos sonríe,
tendremos finalmente que convencernos que nos toca cada día
devolverle
al menos algo de esa sonrisa...
Dios nos
hace
participar de la misión de la Iglesia. El, que puede hacer todo
por su
cuenta, quiere hacerlo con nosotros. Nos hizo
semejantes a él, libres y artífices de nuestro destino, y nos dio
parte
en la misión eclesial. Para eso no da
el Espíritu de Jesús, que animó a los Apóstoles y nos hace
participar de la Vida de Jesús, regalada a
cada uno de nosotros en el Bautismo. Por eso nosotros no tenemos
que
enojarnos con este mundo que nos toca vivir, que se ha querido
alejar
de Dios, sino que tenemos que abrirle confiados nuestros brazos,
ofreciéndole el perdón que necesita...
Si quisiéramos saber
con precisión cuál es el
don que el Espíritu Santo nos tiene preparado especialmente para
cada
uno de nosotros en este día, bastaría que miráramos a nuestro
alrededor. Conociendo lo que necesitan de nosotros los que nos
rodean
en cada lugar donde nos movemos, tendremos pistas claras del don
que el
Espíritu Santo nos está dando. Porque, como dice San Pablo, en
cada uno
el Espíritu Santo se manifiesta para el bien común. ¿Será el don
de
la sabiduría, que nos permite gustar las cosas de
Dios? ¿O el don del entendimiento, para poder comprender a los
tristes de
hoy? ¿Será el don del consejo, para encontrar el modo de acercar a
Dios al
que se ha alejado? ¿O el don de fortaleza, para soportar las
amarguras
de estos tiempos sin soltarnos de la mano de Dios? ¿Será el don de
ciencia,
para comprender los caminos que lleven este mundo nuevamente hacia
Dios? ¿O el don de piedad, que vuelva nuestros propios corazones
más
intensamente hacia Dios? ¿O quizás el don del temor de Dios, que
consiste en el
temor de soltarnos de su mano, o más claramente todavía, en el
amor a
Dios? Por cierto, alguno será, o varios de ellos. Por esta razón
cada uno de nosotros podemos y debemos hacernos
responsables de lo que el Espíritu Santo pone en nosotros para
contribuir al bien común...
3. EL ESPÍRITU SANTO
NOS LLAMA A DAR FRUTOS
DE AMOR Y ALEGRÍA PARA EL BIEN COMÚN... El Espíritu Santo nos
anima a
todos y a cada uno, para hacer lo que nos toca, en la Iglesia y en
el
mundo, de manera que podamos aportar al bien común...
Para
llevar adelante esa misión,
que nos permite encontrar el sentido profundo de la vida, dando
frutos
de amor y de
alegría, contamos con el don del Espíritu Santo, que se manifiesta
en
cada uno de nosotros con lo que hace falta para el bien de todos.
Esto
también sucede en nuestra familia, en nuestro lugar de trabajo, en
todos los ambientes en los que nos movemos, y también en la
Argentina
de hoy...
Dios pone su parte para que este mundo recupere la verdadera
alegría.
Reparte entre nosotros, y entre todos los hombres de buena
voluntad,
los dones del Espíritu Santo. Animados por el don de Dios, cada
uno de
nosotros puede empezar a hacer mejor, es más, puede empezar a
realizar
realmente bien lo que le toca, sin quedarse esperando que "las
cosas
cambien" por arte de magia o por lo que el
Espíritu de Dios suscita en el corazón de algunos pocos "grandes
héroes" que se decidan a vivir como santos en nuestro tiempo. A
todos
nos llega el don de Dios, y Él espera de todos nosotros los frutos
del
amor y la alegría con los que le devolvamos al menos algo de la
sonrisa
con la que Él vuelve a esperarnos en el comienzo de cada día...