Esta fue mi predicación de hoy, 6 de mayo de 2012,
Domingo V
del Ciclo Litúrgico B, en el Hogar Marín:
I.- Vídeo,
en
Youtube y
en
Facebook
II.- Versión escrita
III.- Lecturas bíblicas de la Misa
1. LO
QUE EL ÁRBOL TIENE DE
FLORIDO, VIVE DE LO QUE TIENE SEPULTADO... Así termina el
Soneto
de
Francisco
Luis Bernárdez que les mencionaba dos semanas
atrás, y
que hoy vale la pena transcribir entero: "Si para recobrar lo
recobrado
/ debí perder primero lo perdido, / si para conseguir lo
conseguido /
tuve que soportar lo soportado. // Si para estar ahora enamorado /
fue
menester haber estado herido, / tengo por bien sufrido lo sufrido,
/
tengo por bien llorado lo llorado. // Porque después de todo he
comprobado / que no se goza bien de lo gozado / sino después de
haberlo
padecido. // Porque después de todo he comprendido / que lo que
árbol
tiene de florido / vive de lo que tiene sepultado"...
Efectivamente, sin raíces, el árbol no encuentra agua y
alimento, sin
los cuales no es posible la vida. Pero además, sin raíces
profundas el
árbol no tiene sustento, se queda sin firmeza, y al primer
viento se
cae y se muere. Y aunque se piense que el viento sólo es sufrido
por
las hojas y las ramas, en realidad, la mayor tensión la soportan
las
raíces, que no sólo proveen el alimento y el agua al árbol, sino
que
también lo mantienen sujeto a la tierra...
Además
Bernárdez nos muestra que detrás
de lo que se ve siempre hay un sustento oculto, y que es la
experiencia
lo que nos enseña a
reconocerlo. El Soneto nos muestra además el sustento
de las cosas sólidas muchas veces está marcado por el
sacrificio, la
entrega, el esfuerzo y el sufrimiento...
De la misma manera, los
sarmientos (se llama así a las ramas de la vid que tienen un año
y han
alcanzado todo su desarrollo) que dan los frutos (son los
racimos de
uvas) no pueden tener vida y sustento si no permanecen unidos a
la
vid. De allí toma Jesús la imagen tan vívida con la que nos
ayuda a
comprender que es en Él
donde nosotros encontramos la Vida eterna y el verdadero
sustento que
la sostiene y alimenta...
2. PARA
QUE NUESTRA FE DÉ
FRUTOS, ES NECESARIO PERMANECER UNIDOS A JESÚS... Pero nosotros no
nos
encontramos unidos a Jesús por un pegamento mágico sino por la fe,
que
es algo mucho más fuerte y sólido, que nos hace formar una sola
realidad con Él. En el día de nuestro Bautismo recibimos este don
de la
fe, que nos permitió comenzar a vivir como hijos de Dios, y nos
comprometió a dar los frutos de la fe que corresponden a los hijos
de
Dios...
La fe no nos "ata" a Jesús de una manera automática. Estamos en
sus brazos, y él nos cuida como Buen Pastor. Pero igual que las
ovejas,
podemos sacudir nuestras manos y nuestras "patas", hasta
liberarnos de
sus brazos, y emprender el camino de la "oveja perdida", haciendo
lo
que queremos de nuestra vida...
Así como Jesús es para nosotros el alimento que sacia
nuestra
hambre
y la bebida que calma nuestra sed, además de ser el Pastor que
nos guía
(todas estas
imágenes hacen referencia a la Vida eterna), de la misma manera
es
esencial para nosotros mantenernos unidos a Él por la fe, para
dar
frutos de Vida eterna. Sólo así recibimos la fuerza del amor de
Dios, y
podemos dar frutos verdaderos, que no sean sólo palabras sino
obras de
verdad, que perduren y hagan bien a los demás. Por eso Jesús
encuentra
adecuada la imagen de la vid, ya que tampoco pueden dar fruto en
ella
los sarmientos que se separan del tronco...
Cuando nos enteramos que, como desgraciadamente sucede, un
sacerdote hace saber que ha abandonado el ministerio
sacerdotal), debemos recordar lo que decía un
Obispo
argentino años atrás: no es el celibato lo que está en
crisis en la
Iglesia,
sino la fe la que se pone en crisis en algunos de sus miembros.
Es
alimentar la fe y permanecer unidos a Jesús lo que necesitan los
pastores, y no que se suprima el celibato, lo mismo que
necesitan la fe los
que se han casado para sostener la fidelidad de su matrimonio...
Se
utilizan muchas ayudas para
mantener a los sarmientos unidos al tronco, de manera que no se
vean
perjudicados por el peso de sus frutos, y no se separen del
tronco.
Pero con muchos que sean, no llegan a tantos como los que
nosotros
mismos recibimos para permanecer unidos a Jesús: su Palabra, los
Sacramentos, la guía paterna de los Pastores de la Iglesia, la
comunidad cristiana a la que pertenecemos...
Dios
Padre, que es el dueño de
la vid, dispone todo lo que hace falta para mantenernos unidos a
ella y
capaces de dar buenos frutos. Si seguimos la imagen que hoy nos
presenta Jesús en el Evangelio, la poda es uno de los medios que
Dios
usa para lograr que podamos dar buenos frutos.
Si
dejáramos
crecer la vid en absoluta libertad, se desarrollaría un
tronco muy
largo con unos frutos muy pequeños y con poca acidez, sin la
calidad
necesaria para elaborar el vino. La poda ayuda a que se
fortalezcan.
También a nosotros, y a la misma Iglesia, Dios nos poda, como
hace el
dueño con su viña. Y lo
hace porque esto es necesario para que demos más y mejores
frutos...
Todos nosotros hemos experimentado esa poda, y es posible
también que a
veces nos hayamos quejado de ella. La Iglesia misma se ve
sometida a la
poda que la purifica. Yo creo que toda la vida es un
camino en el que vamos experimentado la poda con la que Dios nos
va
haciendo experimentar el desprendimiento de cosas, afectos, y
hasta de
personas, que nos han parecido en algún momento un sostén
imprescindible. Cuando, a través de las vicisitudes de la vida,
Dios
nos llama al desprendimiento, está realizando la poda que nos
permite
no poner nada delante de Él. De este modo nos ayuda a levantar
la
mirada cada vez más hacia arriba, para encontrar que sólo Él es
quien
nunca nos puede faltar. Con Él, siempre podemos dar buenos
frutos...
3. JESÚS
NOS HA LLAMADO A DAR
EN EL MUNDO FRUTOS DE AMOR, DE VIDA ETERNA... Omar Loureiro nos ha
dejado en estos días, porque llegó al final de su camino terreno.
Hacía poco más de diez años que había llegado al Hogar. No tenía
ya la piel joven y tensa como a la hora de su servicio militar. En
los más de diez años que Omar (Toto) vivió en el hogar, había
aprendido más que nunca lo que significa la poda, y al mismo
tiempo aprendió a sonreír. El, que tenía como una característica
propia la queja, casi como un modo de mostrar su amor, él que
creció en una familia donde la madre viuda desde muy joven tuvo
que hacerse cargo de sus numerosos hijos, que había conocido los
mimos del amor maternal y la dureza de la vida, conoció en el
Hogar el desprendimiento que le despertó la sonrisa, incluso en
los últimos días ya apenas con los ojos que era todo lo que tenía
para expresar que había aprendido a dar fruto, frutos de amor...
Los frutos que
estamos
llamados a dar, por la bondadosa misericordia de Dios, son los
frutos
que no se agotan, porque duran para la Vida eterna. La
Resurrección de
Jesús ha abierto nuestra propia vida a este destino de eternidad,
y Él
mismo nos conduce hacia ella como un Buen Pastor...
Pero
mientras vamos de camino,
tenemos que ir produciendo frutos en este mundo, los frutos del
amor.
Cada gesto y cada obra de amor que no se queda sólo en palabras
sino
que se convierte en una obra con la que alegramos la vida de
nuestros
hermanos, haciéndoselas más llevadera sobretodo cuando más les
pesa, es
una obra que nace de la fe y germina en el amor, como nos recuerda
hoy
paternalmente San Juan...
Estos frutos del amor son posibles cuando nos mantenemos unidos a
Jesús, ya que de su propio Amor, ya que Él nos amó primero (antes
que
nosotros fuéramos capaces de un amor semejante), recibimos la
fuerza y
la perseverancia en el bien que necesitamos para perseverar en el
amor
fraterno hasta alcanzar la Vida eterna...