Esta fue mi predicación de hoy, 22 de abril de
2012, Domingo
III de Pascua del Ciclo Litúrgico B, en la Abadía Santa
Escolástica y en el Hogar Marín:
I.- Vídeo,
en
Youtube y
en
Facebook
II.- Versión escrita
III.- Lecturas bíblicas de la Misa
1.
PARA QUE LAS COSAS DUREN HACE FALTA QUE
TENGAN RAÍCES PROFUNDAS... Lo vemos con claridad, si se trata de
árboles. Nos gusta verlos y dibujarlos llenos de follaje, altos y
fornidos, capaces de darnos sombra y cobijarnos con sus ramas.
Pero esto no es posible
si el árbol no cuenta con raíces profundas, ya que inmediatamente
se
vendría abajo. Además, las raíces no sólo sostienen sino que
también alimentan al árbol. Nos lo recuerda el
Soneto
de
Francisco L. Bernárdez, que nos habla de muchos aspectos de
la vida
recordándonos que lo que el árbol tiene de florido vive de lo que
tiene
sepultado...
También
las alegrías reclaman
raíces profundas. Se pasa muy rápidamente de la sonrisa a la
amargura y se sale de ella casi sin darse cuenta, si nos movemos
sólo
por encima de la superficie de las cosas, sin profundizar en
ellas.
Todos seguramente conocemos algunas historias de personas que
pueden compararse con lo que habitualmente se piensa de los
payasos, que
tienen la sonrisa a flor de piel cuando se trata de hacer reír a
otros,
pero que después, en su vida personal, pueden estar cargados de
tristezas y amarguras de las que los que se ríen con él no se
enteran...
También los Apóstoles pasaron a veces con mucha rapidez de la
tristeza
a la alegría. De la turbación con la que habían vivido el
supuesto
fracaso de Jesús en la Cruz, pasaron a la admiración y a la
alegría
cuando lo vieron resucitado. Pero al comienzo, como veían sólo
"la
superficie", no lograban superar el temor y no se animaban a
creer...
Es que las cosas serias no se pueden vivir sólo
superficialmente, sin ahondar en ellas, es
necesario llegar hasta sus raíces profundas. Por eso Jesús les
abre la
inteligencia explicándoles las Escrituras, para que viendo claro
las
raíces de la resurrección, pudieran tener una fe madura. También
a
nosotros, de la misma manera, Jesús nos abre la inteligencia,
para que
con una fe madura, no estemos zarandeados superficialmente entre
tristezas y alegrías...
2.
LA ALEGRÍA DE JESÚS RESUCITADO HUNDE SUS
RAÍCES EN EL CAMINO DE LA CRUZ... No se trata, entonces, de una
alegría
improvisada o fugaz. Fue construida pacientemente, desde el primer
instante, con la fidelidad de Jesús a la voluntad de Dios, nuestro
Padre. Jesús vino para salvarnos, porque estábamos postrados
gravemente
por el pecado, que nos somete a la descomposición de la muerte. La
redención tenía que ir a fondo, de forma incisiva. El Amor de Dios
asumió entonces nuestra condición allí donde estaba, sometida a la
muerte, y hundiendo sus raíces en la Cruz, nos rescató con la
resurrección de Jesús...
La
fidelidad de Jesús al Amor de Dios
lo
llevó por el camino de la Cruz en la que su entrega por nuestra
salvación fue coronada hasta el fin. La resurrección, entonces,
no
aparece en el horizonte de Jesús de cualquier manera, sino como
consecuencia de un camino en el que se fueron construyendo sus
raíces
profundas. Y esa resurrección de Jesús es nuestra salvación,
porque con
ella se nos abrieron nuevamente las puertas del Cielo, que la
ceguera
del pecado y del rechazo de Dios nos habían cerrado...
También hoy hay mucho que redimir, hay mucho dolor y
sufrimiento
humano en el mundo, que parece inexplicable e inútil. Hay mucho
pecado
que deja heridas profundas. Hay mucha mentira, hay muchas
miserias del corazón que
producen estragos, porque no vivimos según los mandamientos que
hemos
recibido de Dios, como caminos de salvación. En definitiva hoy,
como
siempre, necesitamos una salvación y una alegría que no sea un
barniz
superficial, sino que tenga raíces profundas. Una salvación, en
definitiva, que consiste en asumir los caminos por lo que Dios
nos
lleva, que son siempre los caminos del amor. Una salvación que
finalmente se expresa en la resurrección, pero que tiene sus
raíces
firmes en la Cruz...
Y nosotros que, como los Apóstoles, hemos conocido esta
salvación, no podemos quedarnos tranquilos mientras todavía
haya
quien
no sepa lo que Dios ha hecho por todos los hombres...
3.
SOMOS TESTIGOS DE UNA
ALEGRÍA PROFUNDA: SUS RAÍCES SE ALIMENTAN EN LA CRUZ... Todo el
mundo
tiene derecho a esperar de nosotros el testimonio de esta
verdadera
alegría. La hemos recibido como un don gratuito, y estamos
llamados a
mostrarla de la misma manera...
Como
testigos de esta alegría
que hunde sus raíces y encuentra su alimento en la Cruz, sabemos
que no
nos bastarán las palabras para anunciar a los demás lo que
creemos. Por
supuesto, las palabras no deberán faltarnos, pero más allá de
ellas,
será nuestra perseverante tenacidad para recorrer el camino del
amor,
del que nos habla todo el Evangelio, lo que nos hará creíbles
para los
que nos escuchen...
El Amor de Dios lo llevó a Jesús a la Cruz. Nuestra perseverancia
en el
amor, a la que nos lleva una vida según los mandamientos, nos
acercará
a nuestros hermanos, y nos traerá sufrimientos, que resumimos en
el
sentido de la Cruz. Pero ya que Jesús no quedó atrapado en ella,
sino
que resucitó, precisamente allí encuentran suelo firme las raíces
de
nuestra más profunda alegría. Estamos llamados a ser testigos de
esta alegría profunda cuyas raíces se alimentan en la Cruz,
explicando por qué vivimos contentos y mostrándolo en toda nuestra
vida. Somos testigos de una alegría que nadie nos puede quitar,
que viene de Jesús a quien hemos conocido y en quien creemos.
Nuestra alegría, entonces, tiene unas raíces que no se vencen, y
nos da la esperanza de participar de la alegría del Cielo. ¡Esa sí
que es la gran alegría!...