Esta fue mi predicación de hoy, 25 de noviembre de
2012,
Solemnidad de Cristo Rey del Ciclo Litúrgico B, en la Abadía Santa
Escolástica y en el Hogar Marín:
I.- Vídeo,
en
Youtube y
en
Facebook
II.- Versión escrita
III.- Lecturas bíblicas de la Misa
1.
CUANDO SE ALCANZA LA META,
SE VE MEJOR TODO EL CAMINO REALIZADO... Lo decía hace ya tiempo
Werner Heisenberg (1901-1976), un físico nuclear que descubrió el
principio de indeterminación en la física cuántica (este físico
nuclear enfrentó a Hitler, decía que nunca iba a hacer
investigaciones científicas que pudieran aplicarse contra la vida
de las personas)...
El lo había
experimentado en la montaña, donde muchos hemos encontrado una
buena escuela para la vida. Cuando se va a encarar un ascenso a
una cumbre difícil (lo mismo vale para cualquier meta
dificultosa), desde el llano se ve con claridad el comienzo del
camino y el punto al que se quiere llegar. Cuando se ha empezado
la marcha, poco a poco el bosque o los obstáculos van haciendo
oscura la ruta, y deja de verse tanto el lugar desde donde se
partió como la meta a la que se quiere llegar. En ese momento la
gran tentación es pensar que no se llegará a ningún lado, y que
conviene dar la vuelta atrás. Sin embargo lo que hay que hacer es
seguir adelante según la ruta planeada, con la confianza puesta en
que sin desviarse del camino al final se encontrará la meta a la
que se quiere llegar. Hará falta constancia y esfuerzo en el
momento de la oscuridad. Una vez en la meta podrá verse todo de
nuevo, incluso con más claridad y con un horizonte más amplio,
gracias a la altura de la montaña que se logró escalar...
Todos
nosotros nos vemos
envueltos en muchos caminos a lo largo de la vida. A veces podemos
estar desorientados o aturdidos, como quien se encuentra en la
mitad de la montaña, sin ver el inicio del camino y tampoco el
final. En esos momentos algunas preguntas suenan como tentaciones,
como por ejemplo: ¿valdrá la pena tanto esfuerzo para llegar a la
meta? ¿no habrá otro camino más fácil, un atajo, que no reclame
tanto esfuerzo? Jesús, a quien hoy en el último Domingo del Año
Litúrgico celebramos como Rey, después de haber recorrido con Él
paso a paso todo su camino, nos alienta mostrándonos que tiene
sentido la marcha y la meta a la que nos quiere llevar. Empezamos
con la preparación de la Navidad en el Adviento pasado, vimos la
ternura del Pesebre (hecho, quizás, con la misma madera con la que
se hizo su Cruz), pasamos por la Pascua, y hoy lo vemos en la meta
como Rey, ya que para eso ha venido al mundo, para reinar...
2. EL REINO DE DIOS SE
REALIZA ORDENANDO TODO EL MUNDO CON SU VERDAD... Jesús fue el
primero en resucitar de entre los muertos. Él existe desde siempre
y para siempre, es la Vida y el Viviente. Pero dejó su lugar junto
a Dios Padre para hacerse hombre por nosotros, para librarnos de
la rebeldía que nos había apartado de Dios, y para ser el primero
entre muchos, llamándonos a todos a participar de su
Resurrección...
Su
dominio es un dominio
eterno, que no pasará, nos decía anticipadamente el profeta
Daniel. Es así porque su Reino es el de Dios. Pilato, que
representaba en Jerusalén al imperio de su tiempo, se puso
nervioso, y quiso saber directamente de Jesús si, y por qué, lo
venía a cuestionar. Es posible que también hoy los poderosos del
mundo se sientan incómodos ante el Reino de Dios, como si nadie
tuviera derecho a discutirles su poderío y su modo de reinar...
Su realeza, nos dice Jesús, no es de este mundo. Sin embargo, es
la única que puede salvar a este mundo. Jesús ha nacido y ha
venido a este mundo concreto para dar testimonio de la Verdad. Esa
Verdad que es la de Dios, y que constituye la verdad profunda de
todas las cosas, que habiendo salido de las manos creadoras de
Dios tienen en esa verdad su razón de ser y su sostén. El que es
de la verdad, nos dice Jesús, escucha su voz. Y es necesario tener
en cuenta que del otro lado de la verdad sólo está la mentira...
Por eso toda la
realidad, el mundo entero con todas las criaturas, es parte del
Reino de Dios, y lo es por origen y por conquista. Lo es por
origen ya que el mundo viene de las manos de Dios, en las que
tiene su fuente y su creador. Y lo es también por conquista ya que
Jesús ha venido a rescatarlo, a enderezarlo, a orientarlo de nuevo
hacia Dios. Lo hizo desde la Cruz, dando testimonio de la Verdad.
Ordenando el mundo entero con esa Verdad, que Jesús nos ha
entregado a manos llenas, éste vuelve a ser conquistado para Dios,
y se integra nuevamente a su Reino...
Jesús podría haber cambiado el rumbo de su vida para ganarse
la
buena voluntad de Pilato, que estaba dispuesto a librarlo de la
Cruz y podía hacerlo. Pero de ese modo no hubiera hecho aquello
para lo que había venido, la misión para la que lo había destinado
su Padre. Hubiera podido tomar el atajo del "arreglo" sometiéndose
a la voluntad de Pilato. Éste le ofrecía un arreglo favorable a
los intereses inmediatos de cada uno, pero para aceptarlo hubiera
tenido que dejar de lado el camino de su Reino y de la salvación.
También hoy el Reino de Dios se realizará entre nosotros por el
mismo camino por el que Jesús lo realizó, es decir, por el camino
de la Cruz. Y la fidelidad a la Verdad de, que nos permite ordenar
el mundo, irá el camino de la Cruz...
3. EL CAMINO ES
HACER QUE JESÚS REINE EN NUESTROS CORAZONES Y EN NUESTRA VIDA...
Claro, puestos ante semejante tarea (ordenar el mundo entero con
la Verdad de Dios), puede ser que nos sintamos ante algo inmenso y
agobiante, superior a nuestras fuerzas, como si estuviéramos ante
una montaña que no podemos escalar o una meta imposible de
alcanzar. Sin embargo Dios nunca nos propone algo que supere
nuestra posibilidad...
Lo podemos ver,
a poco de abrir los ojos y el corazón para percibir los signos del
Reino de Dios presentes alrededor de cada uno de nosotros. Veremos
por ejemplo a las Hermanas que se han dedicado plenamente a Dios
en la vida contemplativa. Lo veremos también en las Hermanitas de
los Pobres, que han hecho de sus vidas una ofrenda plena a Dios, a
quien pertenecen para siempre, a través del servicio a los
ancianos en los Hogares donde cuidan de ellos, recibiendo en cada
uno al mismo Jesús, al que sirven con amor. Su disponibilidad es
de tal manera total, que sirven a Jesús donde sea que se las llame
a hacerlo, hoy aquí (como las Hermanitas Ignacia y Marta, que en
estos días se han sumado a la Comunidad del Hogar Marín, bueno en
realidad la Hermanita Ignacia ha vuelto a una Comunidad en la que
ha estado muchos años) y mañana en otro Hogar, en otro país o en
otro continente...
Estos
signos del Reino de Dios son como "oasis" en los que cada uno de
nosotros, peregrinos en la tierra, podemos beber mejor en las
fuentes del Espíritu y alimentarnos a lo largo del camino para que
crezcan continuamente nuestras ansias de eternidad. De esta
manera, restableciendo nuestras fuerzas podemos dedicarnos, como
lo hacen las Hermanitas con su tarea diaria e infatigable en cada
uno de sus Hogares de Ancianos, a hacer crecer el Reino de Dios,
haciendo el bien a todos...
En realidad, ninguno de nosotros está solo en este mundo y carga
solo sobre su hombros esta tarea. Toda una red de oración y de
amor comprometido nos hace no sólo ciudadanos sino también
servidores del mismo Reino, el Reino de Dios. Lo que a cada uno de
nosotros nos toca es simplemente dejar que Jesús reine en nuestros
corazones. Si esto se realiza, inmediatamente Jesús comenzará a
reinar en toda nuestra vida, que se verá iluminada y ordenada por
su Verdad. Y la consecuencia será inmediata: Jesús estará reinando
en esa parte del mundo que está bajo nuestra directa
responsabilidad. Así se construye, sin hacer ruido pero con
eficacia contundente, con la verdad y sin mentiras, el Reino de
Dios...