Esta fue mi predicación de hoy, 8 de enero de 2012,
Solemnidad
del Bautismo del Señor del Ciclo Litúrgico B, en el Hogar Marín:
I.- Vídeo,
en
Youtube y
en
Facebook
II.- Versión escrita
III.- Lecturas bíblicas de la Misa
1.
EL AGUA ES
PODEROSA
Y VITAL, PERO NO PUEDE
HACERLO TODO... Todos estamos viendo en estos días el fuego
abrasador que consume bosques enteros en el sur chileno y
argentino. Los fuertes calores y la sequía, y quizás también
alguna mano traviesa e irresponsable, por no decir delictiva, son
una combinación letal para los bosques, en los que enseguida los
incendios se convierten en monstruos difíciles de domar. No basta
sólo el agua para apagarlos. Hace falta también utilizar toda la
ciencia y la destreza humanas, además de contar con la ayuda de la
misma naturaleza, que con los vientos y las lluvias pueden calmar
a este monstruo destructivo...
Pero más
importante que el poder del agua para apagar un incendio me parece
su poder de dar vida. El agua es
realmente vital.
Las nuevas excursiones que se están planeando a la luna, como
también las investigaciones sobre el planeta Marte, se dirigen a
verificar si hay allí
rastros de agua (aunque hoy vuelve a
hablarse de expediciones a la luna incluso con fines turísticos,
ciertamente con retrasos a causa de la crisis
financiera mundial, lo principal para los científicos seguirá
siendo verificar la existencia de agua en otros lugares del
universo, además de la tierra.
El mayor interés de sus investigaciones interplanetarias siempre
será verificar la existencia de agua, porque sería el signo de la
posibilidad
de la
vida. Hasta nuestra empobrecida América del Sur tiene algún
secreto
valor estratégico que los poderosos no dejan de mirar, ya que se
la
considera una muy importante reserva de agua para nuestro planeta
(entre ellas están los hielos continentales, a pasos de El
Chaltén)...
También
experimentamos cuan vital es el agua cuando hace mucho calor y
transpiramos mucho. Enseguida tenemos una sed abrasadora que nos
impulsa a reponer el agua perdida. Es conocida y simpática la
frase Sin embargo, el agua no lo puede
todo. De nada serviría tomar sólo agua, si no incorporáramos de
vez en
cuando alimentos. De hecho comemos todos los días, y cada tanto lo
hacemos de modo especial, con comidas que sirven de festejos para
ocasiones especiales en las que tomamos no sólo agua. El agua
también
es muy útil para la limpieza, pero también allí tiene sus límites.
Hay
cosas que no se pueden limpiar con agua. Si se nos ha caído aceite
en
la camisa, o se nos ha manchado con grasa, por más que le pasemos
agua,
y la dejemos sumergida en ella mucho tiempo, la mancha no saldrá.
No se
mezclan el agua y el aceite, y el agua resbala sobre la grasa...
De la misma manera, el agua que utilizaba Juan el Bautista
para
bautizar en el Río Jordán no alcanzaba a "lavar" ni "perdonar" los
pecados de los que, por medio de dicho Bautismo, se preparaban a
recibir al salvador, el Mesías, que sabían que estaba por llegar.
Por
eso Jesús se dejó bautizar por el mismo Juan Bautista en el Río
Jordán,
para transformar el Bautismo, y darle al agua una capacidad que
hasta
ese momento no tenía...
2. JESÚS SE
BAUTIZÓ EN
EL JORDÁN, PARA QUE EL
AGUA PUEDA HACERNOS RENACER... Jesús, siendo el Hijo de Dios,
estaba
unido al Padre desde toda la eternidad. Pero se hizo hombre para
participar de nuestra condición humana, y de esa manera hacernos
participar de su condición divina. Habiendo nacido de María en
Belén, como hemos celebrado recientemente
en Navidad, creció silenciosamente durante treinta años en
Nazaret,
junto a María y a José. En el momento en que inició su "vida
pública",
quiso comenzar haciéndose bautizar por Juan el Bautista en el
Río
Jordán. No porque le hiciera falta, en Él no había nada que
limpiar, ni
ninguna conversión que realizar. No había en Él nada
que cambiar o
completar...
Haciéndose
bautizar, Jesús quiso transformar el Bautismo
mismo. Dios, su Padre, se hizo oír, manifestando toda su
predilección,
y el Espíritu Santo se hizo ver, en forma de paloma. Desde ese
momento,
cuando nosotros somos bautizados "en el nombre del Padre y del
Hijo y
del
Espíritu Santo", derramándose sobre nuestro cuerpo el signo del
agua,
somos
penetrados por la gracia de Dios y somos llamados por el Bautismo
a
participar de la vida de Dios, pasando a ser sus hijos. Por eso
somos
llamados a participar de su eternidad, y a vencer la muerte para
resucitar como Jesús, al fin de los tiempos...
El Bautismo hace
posible que
nuestra vida no tenga fin. Nos hace vivir en la fe y de la fe, y
abre
nuestra vida a un destino de eternidad. Por eso nos dice hoy San
Juan
en la Carta que hemos leído que el que cree en Jesús ha nacido de
Dios,
y que la victoria que triunfa sobre un mundo que sin Dios tiende a
la
destrucción es precisamente nuestra fe, que sellamos en el
Bautismo.
Jesús nos salvó de la destrucción haciéndonos renacer por el
Bautismo y
renovándonos por el Espíritu Santo, haciéndonos herederos, como
hijos
de Dios, de lo que pertenece sólo a Dios, la Vida eterna...
Pero como sucede
siempre con los dones de Dios, el Bautismo es no sólo
un don sino también una tarea, es decir, un don que conlleva una
tarea,
que
consiste en responder al don recibido. Por eso San Juan nos habla
hoy
también de la consecuencia más clara y evidente de la fe, que es
el
amor. La fe nos lleva a amar a Dios, y a todos los hombres, y el
amor
se manifiesta en el cumplimiento de los mandamientos, que se
resumen en
el más importante, que es precisamente el del amor. El don del
Bautismo, entonces, se nos da gratuitamente, como dice hoy el
profeta
Isaías, pero al mismo tiempo exige una respuesta. El don del
Bautismo
nos salva, pero no lo hace en forma automática, sino que reclama
nuestra respuesta y compromiso. Como decía San Agustín: "Dios, que
te
creó sin ti [sin pedirte permiso], no puede salvarte sin ti [sin
pedirte permiso]"...
Dios Padre se hace presente en el Bautismo de Jesús y nos llama su
atención sobre Él, para que prestemos atención a su Palabra,
que nos
señala con claridad el camino que nos lleva a la meta a la que nos
ha
invitado. El Espíritu Santo también se manifiesta ese día en forma
de
paloma, para que no tengamos duda que Dios, con toda la frescura
de su
amor, nos ha hecho sus hijos y nos ha llamado a compartir su
Vida...
3. EL BAUTISMO NOS HACE A
TODOS HIJOS DE DIOS, PARA VIVIR EN SU AMOR... Si estamos
sedientos, nos decía
ya el profeta Isaías, acerquémonos a beber el agua que Dios nos
quiere
dar. Si no tenemos dinero, acerquémonos igual, que nada nos va a
faltar. Dios nos ofrece su Espíritu, que aletea sobre nosotros
desde
las
aguas del Bautismo, y con Él nos llena de su Amor. Este Espíritu
de
Dios que nos alimenta con su Amor nos ayuda a ser fieles a Jesús,
escuchando su Palabra y guiándonos por ella, para vivir como hijos
de
Dios, y unirnos plenamente a Él cuando llegue el final de esta
etapa
terrena de nuestra vida, que no es, sin embargo, la etapa final,
sino
sólo un tiempo provisorio. Porque por el Bautismo, nuestra vida
tiene
un destino de eternidad...
Pero hay que
tener en cuenta que, así como Dios, en su intimidad, es
puro Amor y donación de sí, los hijos de Dios somos llamados a
vivir en
su amor, y por esto mismo a manifestar nuestra fe con obras de
amor.
Nosotros, bautizados en Jesús, animados por su
Espíritu, participamos de su misión: también para nosotros esa
misión
consiste en pasar nuestra vida haciendo el bien. Dios nos ha
elegido
para esto con predilección. Por lo tanto, mientras pedimos al
cielo y a
la tierra, a Dios y
a los hombres, que se haga justicia para todos los que de diversa
manera hoy se encuentran heridos o lastimados en su condición
humana,
tanto por las fuerzas de la naturaleza como por la desidia o la
injusticia humana, nos toca
tratar de responder a las circunstancias en las que vivimos siendo
nosotros mismos signos eficaces del amor de Dios...