Esta fue mi predicación de hoy, 20 de mayo de 2012,
Domingo de
la Ascensión del Señor del Ciclo Litúrgico B, en la Abadía Santa
Escolástica y en el Hogar Marín:
I.- Vídeo,
en
Youtube y
en
Facebook
(pido disculpas, por una falla el sonido
esta vez no es
óptimo)
II.- Versión escrita
III.- Lecturas bíblicas de la Misa
1.
SI SÓLO USAMOS DIARIOS,
RADIO Y TELEVISIÓN, NO ALANZA PARA COMUNICARSE... Todos queremos
estar informados. Por eso nos gusta leer los diarios,
especialmente si tenemos un tiempo tranquilo para hacerlo (ya sea
en su versión tradicional en papel o, utilizando las nuevas
herramientas, a través de Internet, que nos permite acceder a
varios distintos en poco rato, sin las barreras del costo y la
distancia)...
También es posible que nos
guste escuchar la radio (algunas emisoras se dedican especialmente
a las noticias, a toda hora del día) o mirar la Televisión (donde
también hay algunas emisoras que se dedican exclusivamente a las
noticias, y otras que tienen noticieros periódicos)...
De todos modos, todo esto no alcanza para estar bien informados.
Como nos dice
Benedicto
XVI en su
Mensaje
para la XLVI Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales
que estamos celebrando ahora, ni siquiera todos los instrumentos
que hoy nos brinda la técnica, haciendo que desde un teléfono, o
una tableta o una PC podamos estar comunicados a través de la
Redes sociales con personas del todo el mundo, alcanza para
comunicarnos...
Para comunicarnos, además
de las palabras, hace falta el silencio. Para que podamos
escuchar a los demás, escucharnos a nosotros mismos y escucharlo
a Dios, hace falta el silencio. Y saber escuchar es
imprescindible para poder comunicarnos...
Quiere decir que para comunicarnos no bastará que sepamos
hablar, ni siquiera que usemos con habilidad y con audacia todos
los medios que la técnica hoy pone al alcance de nuestras manos
y todos los medios de comunicación social para decir lo que
queremos decir. También hará falta que sepamos escuchar, y la
por eso que sepamos cuidar el silencio. Hoy la Solemnidad de la
Ascensión, que con júbilo celebramos, y la
XLVI
Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales que
coincide con este Domingo, nos habla también de esto, como nos
muestra Benedicto XVI con el
Mensaje
que nos ha entregado para esta ocasión...
2. JESÚS SUBIÓ AL CIELO PARA
ABRIRNOS SUS PUERTAS, Y ASÍ PODAMOS ESTAR CON ÉL ALLÍ... Después
de su resurrección y de haberse aparecido a los Apóstoles hasta
que éstos hubieron comprendido todo lo sucedido, "Jesús fue
llevado al cielo y está sentado a la derecha de Dios". En esto
consiste la Ascensión. El lugar de Jesús, Hijo de Dios, está en el
Cielo. Y volviendo allí ha abierto para nosotros las puertas del
Cielo de modo que, cuando llegue el momento (nadie parece tener
apuro), también nosotros podamos alcanzar esa meta para la que
Dios nos ha hecho...
Ese lugar no es sólo el de
Jesús, por su misericordia y para nuestra salvación, es también
para nosotros "nuestra casa". Tenemos un destino de eternidad, y
esto nos señala con claridad la meta a la que Dios nos convoca.
Nosotros estamos todavía en la tierra pero con Jesús, que se ha
hecho nuestro hermano y es Cabeza de un Cuerpo del que nosotros
somos parte, algo de nosotros ya ha llegado al Cielo. Hay que
tener en cuenta, sin embargo, que no participaremos del Cielo de
una manera automática...
"El que crea y se bautice, se salvará. El que no crea, se
condenará", dice Jesús. La fe y el Bautismo (como también los
demás sacramentos) nos hacen participar de la vida de Jesús. El
rechazo de Jesús (propio del que, conociendo a Jesús porque le ha
sido presentada con fidelidad su Palabra, no lo acepta y no cree),
impide participar de su salvación, que Dios no impone a nadie,
pero ofrece a todos. Pero ni siquiera la fe tiene un efecto
automático...
De la mano de la
fe van sus obras. Por esta razón creer en Jesús es no solamente
aceptar su Palabra, sino vivir conforme a ella. Por eso también a
los Apóstoles, que creyeron en Jesús, la fe no los dejó igual que
antes de haberlo conocido, sino que les cambió la vida. Y Jesús,
que les dio ese regalo de la fe, les encargó también una tarea,
los hizo mensajeros de lo que ellos mismos habían recibido. No es
posible, para quienes hemos recibido esta buena noticia de nuestra
participación en el Cielo, quedarnos mirando para allí. Con su
Ascensión Jesús unió la tierra con el Cielo, tendió un camino que
eliminó una distancia que nosotros solos no podíamos recorrer.
Pero ese camino no puede recorrerse de cualquier modo. Sólo es
posible hacerlo según el modo que nos enseñó Jesús. Y recorrer ese
camino que une la tierra con el Cielo nos lleva la vida entera,
hasta que lleguemos al amanecer de la nueva Vida a la que Dios nos
llamó...
3. UNA BUENA NOTICIA: EL
CAMINO DEL AMOR NOS LLEVA DE LA TIERRA AL CIELO... Sabemos que los
periódicos y las radios no nos dan toda la información que es
posible, porque suelen inclinarse por las noticias más
escandalosas, quizás porque venden más a costa de la morbosidad de
nuestra condición humana herida. Pero sabemos también que hay
otros modos de informarnos, y otros modos de producir
información...
Nuestra mirada tendrá que
estar siempre elevada, apuntando al Cielo, donde está nuestra
meta. Pero para llegar allá tendremos que caminar con los pies
siempre firmes, sobre la tierra. Es aquí donde se encuentra el
camino que nos lleva al Cielo. Y viendo a los que nos rodean,
encontraremos fácilmente los mil y un gesto en los que nuestro
amor podrá hacerse servicio a nuestros hermanos, comenzando por
los más cercanos, para recorrer con perseverancia el camino del
amor, el único que lleva al Cielo...
Y para esto
necesitaremos también del silencio. Este nos permitirá escuchar
bien a nuestros hermanos, saber sobre sus necesidades, entender lo
que está en nuestras manos hacer para el bien de ellos. El
silencio que nos permitirá darnos lugar para las preguntas
esenciales sobre el sentido de nuestra vida, y escuchar a Dios que
nos da las respuestas cuando nos habla del Cielo y del camino
que
allí nos lleva, un camino que debe recorrerse cada día...
Nosotros estamos llamados a transitar por este camino de la misma
forma que nos enseñó Jesús, siempre fieles en el amor. Bastará que
nos animemos, en primer lugar, a escuchar atentos, siempre con la
mirada en el Cielo y los pies bien seguros en la tierra. Y
también, como consecuencia, que nos animemos a pregonar, no sólo
con las palabras sino especialmente con los hechos, con lo que
hacemos cada día, la buena noticia del amor al que Dios nos llama,
un amor que nos hace transitar un camino que nos lleva al Cielo...