Esta fue mi predicación de hoy, 11 de diciembre de
2011,
Domingo III de Adviento del Ciclo Litúrgico B, en la Abadía Santa
Escolástica y en el Hogar Marín:
I.- Vídeo,
en Youtube
y
en
Facebook
II.- Versión escrita
III.- Lecturas bíblicas de la Misa
1. NOS HACE FALTA LA LUZ,
PERO MUCHO MÁS NOS HACE FALTA LA ALEGRÍA... Estamos tan
acostumbrados a contar con la electricidad, que aún tratándose de
un invento bastante moderno (Edison, 1879), cuando no la tenemos
nos parece imposible vivir sin ella. Aunque también es cierto,
recién nos damos cuenta de cuánto la necesitamos cuando nos
falta...
Cuando
se corta la
electricidad (si tenemos en cuenta que hace tiempo que en
Argentina no se hacen inversiones de fondo en la producción de
energía eléctrica, es inevitable que cuando llegan los días de
mayor calor y más consumo esto suceda en las grandes ciudades como
Buenos Aires y sus alrededores), todo se complica. No sólo tenemos
que recurrir a las velas para iluminar, sino que ya no funciona la
heladera, por más que queramos encenderla nada aparece en la
pantalla de la televisión, la computadora ya no funciona. A cada
paso que damos, cuando intentamos usar algún artefacto, nos damos
cuenta de la cantidad de cosas de uso frecuente en nuestra vida
cotidiana que dependen de la energía eléctrica...
Pero en
realidad, por importante que sea para nosotros la luz y la energía
eléctrica que nos la facilita, mucho más nos hace falta esa luz
interior que carga de sentido la vida, y hace posible la alegría.
Esa luz interior que hemos visto iluminar los rostros de algunas
personas de manera muy especial, como por ejemplo el Beato Juan
Pablo II...
Aunque las fiestas navideñas son fuente de alegría, es posible que
a alguno, cuando se acerca la Navidad, comience a invadirlo una
irresistible tristeza. Si se piensa en los que ya no están con
nosotros para celebrar la Navidad, especialmente los que se han
muerto en el último año, o en los que sin haberse muerto, se han
distanciado de nosotros por peleas o discusiones que no hemos
sabido superar, o simplemente en aquellos de quienes los caminos
de la vida nos han distanciado, puede asaltarnos la tentación de
la tristeza. Por eso al preparar la Navidad nuestra mayor
preocupación tiene que ser protegernos con cuidado de todo lo que
pueda llevarnos a una tristeza sin salida y ser un obstáculo para
una legítima alegría...
2. JESÚS VIENE DE NUEVO EN
NAVIDAD, PARA DARNOS SU LUZ Y SU ALEGRÍA... Esto es, como siempre,
desde que se la celebra, lo esencial y lo más profundo de la
Navidad. Jesús, Dios que se acerca a nuestra condición humana para
traernos la salvación, se hace Hombre naciendo de María en la
pobreza de un Pesebre. Jesús nace como el Niño del que surge la
Luz y por eso mismo hace posible y nos da la más profunda
alegría...
Por eso, siempre es posible
la Navidad. No depende del clima en el que estamos, ni de la
situación en la que nos encontramos. Porque no es una Fiesta para
celebrar lo que tenemos (si así fuera, podría pensarse que no es
una fiesta para el que está triste o el que no tiene con qué
celebrar), sino para recibir lo que necesitamos. Justamente por
eso celebramos la Navidad, porque Dios sabe que necesitamos la
salvación y Jesús nos la trae en la contundente y sencilla
realidad del Pesebre, donde está Jesús, que es la Luz y trae la
alegría...
Es necesario experimentar la luz y la alegría que Jesús nos
trae, para poder transmitirlas y reflejarlas de un modo fiel. Y
quien experimenta esta luz y esta alegría no puede dejar de
transmitirlas. La luz siempre se refleja en nuestra vida como en
un espejo. Eso fue lo que sucedió con San Juan Bautista, testigo
de la luz y de la alegría que encontró en Jesús, una alegría que
se contagia con más fuerza y poder que la tristeza que tanto
abunda en nuestros días...
Lo vemos en
muchas personas llenas de pesadas responsabilidades y amargas
durezas en su tarea, que sin embargo son continuo testimonio de
alegría. Podríamos tratar de imaginar cómo sería nuestra
realidad si cada día transmitiéramos la luz y la alegría que
Jesús aporta a nuestras vidas. Aunque parezca un camino
imposible de recorrer, el camino más corto y mejor para que
nuestras familias, nuestros barrios, nuestras universidades,
nuestros gobernantes, sean lo que deben ser, es impregnar cada
una de estas realidades con la luz y la alegría que vienen de
Jesús. Y somos nosotros, "pequeño rebaño" que semanalmente se
alimenta de Jesús recibiendo su Palabra y sus Sacramentos, los
llamados a ser testigos de la luz y la alegría que de allí
surgen. La celebración de la Navidad nos ofrece la oportunidad
para que muchos puedan descubrir toda la luz y la alegría que
surgen para nuestra vida del Niño que nos mira desde el Pesebre,
y cómo nos puede dar todo lo que nos hace falta. Y para eso
bastará que abramos nuestras manos, disponibles, para el
servicio de nuestros hermanos, como Jesús nos muestra desde la
ternura del Pesebre hasta la dureza de la Cruz...
3.HAY QUE ESTAR CERCA DEL
PESEBRE, PARA RECIBIR DE JESÚS LA LUZ Y LA ALEGRÍA... Jesús viene
en el Pesebre, que es un lugar sencillo y pobre, un lugar
destinado para los animales, ya que el mundo no le ofrecía en ese
momento otro lugar a Dios, que venía a salvarlo. También hoy Jesús
nos espera en ese lugar humilde y escondido, que estuvo a su
disposición cuando nos visitó en Belén...
En estos días ya
empiezan a circular una cantidad de correos electrónicos con
saludos navideños. Quizás nos lleguen algunos que, para proponer
una Navidad distinta, nos invitan a no gastar plata en cohetes,
cañitas voladoras y otros yerbas por el estilo. Y está bien, eso
es muy bueno. Ya hace tiempo que yo trato de llamar la atención
ante la paradoja de querer celebrar al Príncipe de la Paz con los
ruidos de la guerra. Pero con eso no alcanza. Hace falta algo más.
Si queremos recibir de Jesús la luz y la alegría que nos hacen
falta, tenemos que acercarnos a Jesús, y para hacerlo en este
tiempo de preparación de la Navidad, nos tenemos que acercar al
Pesebre...
Como José y María, como los Pastores, también nosotros podemos
recibir y encontrar a Jesús en el Pesebre. Hay que estar donde
Jesús viene, para recibir su luz y su alegría. Y para eso sirve
este tiempo de Adviento, para ir acercándonos al Pesebre. Para eso
lo ponemos en las casas, además de armarlo en cada Iglesia, para
que el Pesebre sea un lugar de oración y de encuentro con Jesús,
que viene para salvarnos, y darnos luz y alegría...