Esta fue mi predicación de hoy, 4 de diciembre de
2011, Domingo
II de Adviento del Ciclo Litúrgico A, en la Abadía Santa
Escolástica y en el Hogar Marín:
I.- Vídeo,
en
Youtube y
en
Facebook
II.- Versión escrita
III.- Lecturas bíblicas de la Misa
1. PARA RECIBIR BIEN A LAS
VISITAS, HAY QUE PONER EN ORDEN TODA LA CASA... Una de las cosas
que siempre sorprende a los visitantes del Hogar Marín, es que
todo está siempre limpio, ordenado y reluciente. Es como si la
casa estuviera siempre preparada para recibir visitas, y así es
efectivamente. De hecho, los ancianos residentes en la casa una
día fueron recibidos por primera vez, y de visitantes pasaron a
huéspedes, cuando su condición de necesidad o de abandono, o
ambas, hicieron de esa casa su Hogar (son ochenta los ancianos que
hoy son residentes en el Hogar, como en casi todos los de las
Hermanitas en el mundo entero). Desde la puerta de entrada la casa
está siempre limpia ordenada y reluciente, como una casa preparada
para recibir visitas...
Pero este orden no se ve sólo
dentro de la casa, también el jardín luce de esta manera. Desde la
imagen de la Virgen, en la entrada, siempre rodeada de un cantero
floreciente, hasta la de San José, con igual cuidado, pasando por
la gruta del fondo en la que se encuentra la imagen de Nuestra
Señora de Lourdes, como los más mínimos detalles de cualquier
lugar de la casa, todo reluce, como cuando alguien se ha preparado
para recibir visitas, y así está la casa entera todos los días...
Todo esto, sin duda, no se
hace sin el esfuerzo y el trabajo de muchos, y en realidad de
todos. Está quien toma el rastrillo, quien recorre los pasillos
con un secador y un trapo de piso, quien limpia la vajilla,
quien ordena el lavadero, y todos los que pueden hacerlo por sus
propios medios se ocupan de guardar la ropa en el ropero, que la
ropa sucia vaya a parar al lavadero, que los zapatos estén en su
lugar, que los platos que se han usado estén limpios. Es decir,
tener la casa preparada para recibir visitas requiere el trabajo
y la colaboración de todos. Así como hay que quitar un montón de
cosas que se interponen en el camino de los que van a llegar
(los paraguas, las camperas y los demás abrigos no pueden quedar
amontonados en la entrada, como tampoco las valijas o
portafolios, las cartas o las cuentas que han llegado por
correo, y ese montón de papeles que nunca se sabe dónde poner y
terminan amontonados en la mesa más cercana a la entrada),
también hay que poner algunas cosas. Por ejemplo algunas flores,
un poco de perfume o un sahumerio. A lo mejor hay que colgar un
cuadro que hace tiempo está por ahí esperando que mañana ("el
día que nunca llega") alguien lo cuelgue. A lo mejor hay que
reemplazar una bombita que se quemó...
En resumen, cuando tenemos invitados en casa hay que
facilitarles la entrada quitándoles los obstáculos y poniendo
todo lo que puede ayudarles a sentirse cómodos. De la misma
manera ahora, en este tiempo de Adviento en el que Jesús es el
que se acerca y viene a nosotros porque viene en esta Navidad,
todos tenemos que ponernos en movimiento y prepararnos para
recibirlo...
2. SI QUEREMOS
PREPARARLE NUESTRA CASA A JESÚS, NECESITAMOS CONVERTIRNOS...
Nuevamente Jesús viene a nosotros, como en la primera Navidad, la
de Belén. En ese momento sólo hubo un Pesebre para recibir a Dios
hecho hombre. Ahora celebramos de nuevo la Navidad, como cada año,
y tenemos una nueva oportunidad para recibirlo a Jesús como lo
hicieron María, José y los Pastores en la primera Navidad,
dejándonos iluminar por la Luz que Jesús trae a nuestras vidas...
Sabemos que Jesús viene para todos los hombres de todos los
tiempos. Sin embargo no todos lo recibieron ni todos lo reciben
hoy. Por eso en este segundo Domingo de Adviento la Iglesia nos
pone ante la predicación de San Juan Bautista, que con toda
claridad y contundencia nos dice que, para prepararnos a recibir a
Jesús, necesitamos convertirnos. Esa es la manera de prepararle un
lugar a Jesús y ser capaces de recibirlo en nuestra casa...
Como siempre,
Jesús viene a nosotros pero no impone su presencia. Para que
llegue a nosotros tenemos que abrirle el corazón. Y para que Jesús
pueda entrar en nuestro corazón tenemos que quitar las barreras
que le impide estar en él a sus anchas, tenemos que allanarle los
caminos, nos dice San Juan el Bautista con su predicación en el
desierto, tan necesaria hoy como ayer...
Para recibirlo a Jesús,
entonces, es necesario quitar todo lo que sobra en nuestro
corazón. No será la ropa, los zapatos o los paraguas que han
quedado tirados, como cuando ordenamos la casa. Pero es posible
que haya otro montón de cosas que tenemos que quitar. Nuestros
egoísmos, nuestras cegueras, nuestras pequeñeces que no nos dejan
alimentarnos de la grandeza de Dios. Tendremos que quitar nuestras
prepotencias, nuestros desplantes, nuestros odios, nuestras
indiferencias, nuestras venganzas...
Además de todo lo que tengamos para quitar, será necesario poner
en nuestro corazón todo lo que nos falta para que Jesús pueda
alojarse allí a gusto. No alcanzará con poner flores o un poco
de perfume o algunos adornos en nuestra casa. Será necesario, en
cambio, "rellenar los valles" que tiene nuestro corazón,
haciendo más fuerte nuestra oración, más audaz y comprometido
nuestro amor, más constante e insistente nuestra capacidad de
perdón. En definitiva, será necesario que nuestro corazón se
impregne de la Palabra de Dios, que encuentre un lugar en
nuestro corazón la Cruz salvadora de Jesús. De ese modo podrá
hundir sus raíces en nuestro corazón el árbol fuerte de la fe
que, cobijado por el follaje de la esperanza, será capaz de dar
frutos de amor...
3. JESÚS VENDRÁ
AL PESEBRE QUE LE HAGAMOS CON AMOR EN NUESTRO CORAZÓN... En
definitiva, como siempre, para preparar esta Navidad convendrá
tener en cuenta que no son grandes palacios ni grandes mansiones
las que buscará Jesús para alojarse. Le bastará un sencillo
Pesebre...
Nosotros tenemos ahora una
nueva oportunidad para armar ese Pesebre en nuestro corazón. Con
prisa y sin pausa (el tiempo del Adviento es breve), tenemos que
ir poniendo madera tras madera, y reuniendo el pasto que le hará
de colchón a Jesús que ya viene. Lo podremos hacer de una manera
visible, si seguimos la costumbre de empezar a armar el Pesebre de
nuestra casa a partir del 8 de diciembre...
Pero para que el Pesebre hogareño no sea sólo una representación
exterior, podríamos proponernos que cada figura que vamos
agregando al Pesebre, cada adorno que le sumamos, sea el signo y
se encuentre respaldado por un gesto de nuestra conversión y de
nuestro amor. Que cada adorno o representación que agreguemos al
Pesebre signifique algo que hemos hecho, creciendo en nuestra
oración o en gestos comprometidos de servicio, que vayan haciendo
cada día nuestro corazón a la medida de Jesús, para que Él
encuentre en el corazón de cada uno de nosotros el Pesebre de su
predilección...