Esta fue mi predicación de hoy, 27 de noviembre de
2011,
Domingo I de Adviento del Ciclo Litúrgico B, en la Abadía Santa
Escolástica y en el Hogar Marín:
I.- Vídeo,
en
Youtube y
en
Facebook
II.- Versión escrita
III.- Lecturas bíblicas de la Misa
1.
TENEMOS POR DELANTE UN ADVIENTO LARGO, CON CUATRO SEMANAS COMPLETAS...
Sucede cada tanto, y así será este año. Navidad cae en Domingo, y
entonces tenemos una semana completa desde el cuarto domingo de
Adviento hasta llegar a la Navidad. Sin embargo, que este tiempo de
preparación sea más largo no nos garantiza que vayamos a aprovecharlo
bien. Para eso hace falta que no dejemos pasar inútilmente el tiempo
sino que lo aprovechemos, preparando junto con otros esta fiesta, como
solemos
hacerlo con todas las fiestas de familia: los aniversarios, los
cumpleaños, e incluso la Navidad, que no sólo es una fiesta
litúrgica de toda la Iglesia sino también una fiesta familiar.
Todos tenemos algo que hacer cuando llega la hora de preparar
estas fiestas. Unos toman la escoba, otros se dedican a la cocina,
a cada uno le toca una tarea...
En el Hogar Marín, que es
para quienes aquí vivimos nuestra casa familiar, junto con toda la
Iglesia comenzamos hoy a preparar la Navidad. En poco tiempo más
comenzaremos cada uno a ocuparse de una parte de esta preparación.
Habrá quien comience a rescatar los objetos de adorno. Otro se
dedicará a los pesebres que aparecerán en cada rincón de la casa,
comenzando con el principal que estará en el templo. Vendrán
después las guirnaldas y demás adornos. Hay quienes se dedicarán a
preparar los cantos, en especial los Villancicos y las demás
canciones que animarán el Pesebre viviente...
En todo esto habrá que
tener presente, sin perderlo de vista, que estaremos preparando
el festejo del 25 de diciembre, en el que haremos fiesta porque
un día Jesús vino a salvarnos. Vino niño y vino pobre. Fue bueno
y trabajador. Con sus Palabras de Verdad y sus hechos de Amor
nos trajo la salvación al precio de su propia vida, que entregó
gustoso en la Cruz para salvar la nuestra, condenada por el
pecado al fracaso del dolor y al límite infranqueable de la
muerte...
Jesús nos ayuda hoy a comenzar esta preparación advirtiéndonos
que es necesario estar prevenidos y despiertos, hay muchas cosas
que nos pueden distraer y podría suceder que nos quedemos
absorbidos por los detalles olvidándonos de preparar lo
sustancial y lo importante de esta fiesta. Si nos llegara a
suceder esto nos quedaríamos también sin lo principal de la
fiesta, nos quedaríamos sólo en la cáscara, en la superficie,
sin llegar al corazón de la misma (sería como preparar una
torta, preocupándonos sólo por la crema, el chocolate o el dulce
de leche con la que vamos a revestir por afuera, sin preparar el
bizcochuelo, que es el que sustenta todo lo demás, y lo que
contiene el mejor alimento). Nos quedaríamos en la cáscara si
sólo pensáramos en los adornos de la casa, las tarjetas de
saludo, las comidas especiales, las despedidas de fin de año,
cuando lo verdaderamente sustancioso consiste en prepararnos
para recibir a Jesús, que es el que viene en Navidad para
traernos la verdadera alegría...
2. NOS
PREPARAMOS PARA RECIBIR A JESÚS: VINO EN UN PESEBRE Y VENDRÁ EN
EL ÚLTIMO DÍA... Vino en un pesebre no porque fuera el lugar más
tierno que podíamos brindarle, sino porque no había lugar para
Él en las casas de Belén. Un lugar previsto para que se
alimenten los animales fue el espacio que el mundo tuvo para
darle a su Creador. También vendrá el último día del mundo, y
anticipadamente para cada uno de nosotros en el último día de
nuestra vida, es decir, a la hora de la verdad, en el momento
final y decisivo en el que tendremos que rendir cuenta de lo que
hemos hecho; no sabemos cuándo será pero podemos estar seguros
que llegará. Esa venida de Jesús en el pesebre y la del último
día es lo que celebramos en la Navidad, y es lo que marca cuáles
son las cosas importantes, las que no podemos olvidar a la hora
de prepararla para que sea una fiesta de verdad...
Pero Jesús
viene siempre, y para encontrarse con Él no basta un día, aunque
sea un día muy especial como lo es el de Navidad, ni basta
tampoco esperar de brazos cruzados el día del juicio final.
Encontrarse con Jesús es tarea de todos los días, porque Él
viene a nuestro encuentro continuamente, a través de su Palabra,
con sus gestos de amor que se expresan especialmente (aunque no
en forma única) en los Sacramentos, y con su presencia sensible
a través de nuestros hermanos que golpean a las puertas de
nuestro corazón con sus necesidades. Para recibirlo tendremos
que estar atentos a su Palabra y alimentarnos intensamente con
los Sacramentos...
Dios viene al
encuentro de los que practican la justicia y se acuerdan de sus
caminos, nos dice hoy el profeta Isaías. Por lo tanto si
queremos prepararnos para recibir a Jesús, tenemos que recordar
cuáles son los caminos por los que viene, y practicar la
justicia, para encontrarnos con Él. En cuanto a esos caminos,
los hemos visto con claridad en los últimos domingos: Jesús
viene de la mano de los que tienen hambre y sed, de los que
están desnudos y sin casa, de los que están enfermos o presos. Y
practicar la justicia con ellos es ponernos como Jesús, a su
servicio, con mucho amor. De esta manera estamos recibiéndolo al
mismo Jesús, que viene a nosotros cada día. Para recibir a
Jesús, en definitiva, tendremos que hacer el esfuerzo de
entendernos con nuestros parientes, vecinos, amigos,
conciudadanos, enemigos, con los que nos visitan y con los que
nos olvidan, con los que nos cuidan y con los que nos maltratan,
con el mundo entero. Y si esto es tarea de todos los días, lo es
especialmente en los días en los que estamos preparando la
Navidad. La tarea de la preparación, entonces, consistirá en el
trabajo paciente para entendernos con todos los que nos
encontramos a diario. En estos días de preparación de la Navidad
podemos intentar hacerlo especialmente con nuestros parientes,
nuestros vecinos, nuestros amigos y hasta con nuestros enemigos,
buscando con la oración, el sacrificio, la fe y la alegría,
preparar junto con todos ellos esta Navidad que se avecina...
3. NO HAY TIEMPO QUE
PERDER. HAY QUE ESTAR DESPIERTOS: JESÚS LLEGA ENSEGUIDA... Todo
el tiempo del Adviento dedicado a la preparación de la venida de
Jesús, tanto la ya próxima de la Navidad como la final y la de
todos los días, es un tiempo en el que la Liturgia (las Lecturas
y las oraciones de la Misa especialmente) nos exhorta a estar
despiertos...
Las velas de la corona de
Adviento nos van indicando cada uno de los domingos que nos
separan de la Navidad. Hoy encendemos una, el próximo Domingo
serán dos, y cuando queramos acordarnos, tendremos las cuatro
encendidas, indicándonos que ya llega Jesús, la verdadera Luz
que se enciende en nuestros corazones con la Navidad...
Ciertamente, no podemos conformarnos con que Jesús se quede en un
Pesebre. Sabiendo que nos trae la salvación nos toca a cada uno de
nosotros prepararle un lugar donde pueda desplegar a sus anchas lo
que tiene para darnos. Ese lugar está en el interior de cada uno
de nosotros, Jesús viene para llegar a nuestro corazón, y allí es
donde en estos días tenemos que preparar el Pesebre en el el que
Jesús se quiera quedar. Jesús llega en esta Navidad, así como
también viene a nosotros en cada día de nuestra vida y así como
también vendrá al final de nuestra vida, a la hora de la verdad.
Mirada de este modo, toda la vida es un Adviento. Y así como habrá
que estar bien dispuestos y bien preparados para recibirlo en el
momento final, del mismo modo hay que estar dispuestos a recibirlo
siempre, y del mejor modo, para encontrar la paz...