Esta fue mi predicación de hoy, 7 de junio de 2009,
Domingo
de la Santísima Trinidad del Ciclo Litúrgico B, en la Abadía
Santa
Escolástica y en el Hogar
Marín:
1. EL MUNDO ENTERO ES
UNA GRAN FAMILIA, Y CADA FAMILIA ES UN MUNDO... Desde siempre el mundo
entero es una gran
familia, aunque esto parece haberse hecho más evidente en los últimos
tiempos, entre otras cosas por las posibilidades que nos brindan los
medios de comunicación, que acortan todas las distancias y se aumentan
las posibilidades de encuentro y de contacto. Tanto es así que ahora no
sólo las imágenes y las palabras dan la vuelta al mundo con facilidad,
sino que también lo pueden hacer los virus, como ahora sucede con el de
la llamada gripe "porcina", más precisamente la
gripe
A (H1N1) (a propósito, ya que la información que tenemos
sobre esta
gripe no es siempre precisa, conviene visitar la página de la
Organización
Mundial de la Salud, especialmente las
preguntas
frecuentes)...
Pero
también puede
decirse con verdad, siguiendo las intuiciones de la sabiduría popular,
que "cada familia es un mundo". Por eso no es
fácil conocer "desde afuera" lo que sucede en una familia. Sólo es
posible conocer su intimidad "desde adentro", formando parte de ella o
compartiendo mucho tiempo con todos sus miembros. Hay una cantidad de
"códigos" internos, que
son propios de cada familia. A veces bastan miradas, gestos, palabras
cortadas, o simples silencios, para expresar cosas que significan algo
distinto en cada familia. Recién cuando pasamos "más allá de la
recepción", que es el único lugar de la casa donde se admite
habitualmente a las visitas o a los extraños, y entramos en la
intimidad, nos encontramos en ese ámbito íntimo donde cada uno se
manifiesta "como es", sin máscaras ni disfraces que ocultan su más
profunda realidad...
En este
tiempo de
globalización hasta los acontecimientos más participados, como son en
estos días los partidos de clasificación para el próximo Campeonato
Mundial de Fútbol a realizarse el año próximo, que se ven en todos
lados simultáneamente compartiendo las mismas imágenes con diversos
comentaristas, se viven de una manera particular en cada familia o en
cada grupo de amigos, siguiendo tal vez determinados ritos con la
ilusión que puedan servir para influir en los resultados...
De todos modos, lo que realmente nos importa hoy es que,
como
decía el recordado Juan
Pablo II en su primer viaje a México, en Puebla, el 28 de enero de
1979, siguiendo a los primeros Padres de la Iglesia, Dios no es un
Solitario, Dios es Familia. También a Dios,
entonces, se lo conoce verdaderamente cuando se entra en su intimidad.
Esto hubiera sido imposible para nosotros, si no fuera porque Él mismo
nos abrió las puertas...
2. DIOS
ES FAMILIA, Y NOS DIO A CONOCER SU
INTIMIDAD... ¿Quién hubiera podido conocer a Dios en su más
profunda
intimidad, si Él no se hubiera bajado hasta nuestra pequeña estatura?
Eso fue exactamente lo que hizo a través del Misterio de la
Encarnación. Siendo Dios se hizo Hombre y puso su morada entre
nosotros. Nació de María, se puso bajo el cuidado de San José mientras
crecía, se sometió a todas las vicisitudes de nuestra condición humana,
incluso la muerte, y muerte de Cruz, y a lo largo de todo su camino
terreno se nos dio a conocer. Nos hizo saber que siendo Uno, no es un
Solitario, sino que es Familia: Dios Padre que nos envió a su Hijo, que
después de su Resurrección nos dejó el Espíritu Santo...
Este es el misterio
que celebramos hoy, la
Santísima Trinidad. Misterio que nos habla de la grandeza, y a la vez
de la cercanía de Dios. Dios, que es Amor. Un Amor tan grande que no
puede quedarse encerrado en sí mismo. Por eso hizo el mundo y todo lo
que hay en él, y nos dio la vida, como Padre, para hacernos participar
de la riqueza de su Amor. Aunque muchas veces perdamos de vista algo
tan elemental, la lectura del Deuteronomio nos ayuda a recordar que
Dios es Dios, allá en el Cielo y también aquí en la tierra, que es la
obra de
sus manos...
Para conocer a Dios, que es Familia, hay que entrar en su intimidad. Y
Jesús vino a
hacer que esto fuera posible. Siendo Dios, vino a poner su morada entre
nosotros, y nos hizo conocer a Dios. Él nos abrió las puertas para
entrar en la intimidad de Dios. Y como nos recuerda San Pablo, nos dio
su Espíritu Santo, que nos hace llamar a nuestro Padre con la confianza
de los verdaderos hijos, diciéndole "Abbá", es decir, "Papá"...
Así, en la grandeza de su bondad, Dios nos hizo sus hijos y nos llamó a
formar parte de su familia. Precisamente esto es la Iglesia, que Jesús
fundó sobre el fundamento de su propio Amor a los hombres, enviando a
los Apóstoles, con su poder, a cumplir una misión que durará hasta el
fin del mundo, como nos muestra el Evangelio de hoy...
3. EN LA
FAMILIA DE DIOS EL
PODER SE RECIBE PARA CUMPLIR UNA MISIÓN... De las manos de Dios salió
el Hijo para traernos, por su Cruz y su Resurrección, la salvación. Y
todo este don misericordioso de su amor está destinado a todos los
hombres...
Por eso,
una vez resucitado,
Jesús dejó a los Apóstoles una misión, que se extiende a todos los
tiempos y a todos los rincones del mundo, ya que consiste nada más y
nada menos que en hacer de todos los hombres sus discípulos,
bautizándolos y enseñándoles a cumplir todo lo que les ha mandado. Esta
fue y es la misión de la Iglesia, en la que todos participamos, cada
uno según la propia condición...
Viene bien recordar, porque no es superfluo, que el poder en la
Iglesia surge de las manos de Jesús y no es para el dominio sino
para una misión. Hoy, cuando muchas veces se discute tanto la acción de
la
Iglesia en el mundo y se la juzga con una mirada demasiado
terrena, como si fuera un poder más de los que se disputan el dominio
de la tierra, conviene tener presente que la Iglesia no tiene
más poder y no reclama para sí nada distinto que lo que le confió
Jesús: los
Sacramentos, con los que acerca el
misterio de la
salvación a todos los hombres que quieren recibirla, y la
Palabra,
con la que propone a quienes quieran oírla lo que Jesús nos ha dicho,
Él, que justamente es la Palabra de Dios que se hizo carne para
ofrecernos la salvación, desde la Cruz y con la Resurrección...