Esta fue mi predicación de hoy, 22 de febrero de
2009,
Domingo VII del Tiempo Ordinario del
Ciclo Litúrgico B,
en el Hogar
Marín:
1. LAS
COSAS ESPERADAS PUEDEN NO DEJAR DE SER UNA SORPRESA CUANDO
LLEGAN... Incluso cuando uno espera cosas que sabe con certeza que
sucederán, es
posible que, a pesar de la encendida espera, nos tomen por
sorpresa. Puede ser que estemos con los ojos fijos en una puerta
esperando que nos atienda algún profesional, pero de todos modos cuando
se abre la puerta no dejamos de sorprendernos...
Ya desde el 3 de octubre de 1982, cuando el Papa Juan Pablo
II celebró la beatificación de la Beata Juana Jugan comenzó la lenta
espera de su ansiada canonización. Sin embargo, cuando al concluir el
consistorio de Cardenales que el Papa reunió ayer 21 de febrero en Roma
se anunció que Benedicto XVI había fijado para el 11 de octubre próximo
la fecha de la canonización, entre otros, de la Beata Juana Jugan, no
por esperada dejó de ser sorpresa la noticia...
Se trata
de una de esas sorpresas que llenan el corazón de gratitud, en
primer lugar a Dios pero también al Papa, por este gran don para la
Iglesia. Creo que es un mensaje muy
especial para estos tiempos que exigen juventud, ciencia y
eficiencia, que la Iglesia nos ofrezca no sólo la intercesión sino
también el mensaje y el ejemplo de una mujer sencilla, pobre,
silenciosa y eficaz que dedicó su vida y destinó a las Hermanitas de
los Pobres que ella fundó a la atención de los ancianos pobres, para
quienes fundó casas a lo largo de todo su camino por la tierra...
Todos
los que hemos conocido algo de la vida de la Beata Juana Jugan podíamos
esperar con ansias su próxima canonización. Pero ciertamente eso
bastaba esperar. Tampoco los amigos del paralítico que sedaron sólo
esperando el milagro de su curación. Lo bajaron por el techo delante de
Jesús, haciendo para ello un gran esfuerzo, movidos por una fe que el
mismo Jesús alaba. No bastaba, entonces, esperar que el Papa decidiera
si y cuando sería la canonización de la Beata. Teníamos en nuestras
manos la oración. Gracias a Dios los
Residentes de sus casas no esperaban de brazos cruzados. Los de hoy, y
los que ya han muerto, han rezado mucho. Y a todos nosotros la
confianza que podía darnos la oración no nos impide la especial
sorpresa y alegría que nos da la canonización ya anunciada...
De todos modos, cabe todavía preguntarnos, y el anuncio hecho de la
fecha de la canonización de la Beata Juana Jugan es ocasión oportuna,
para qué nos propone la Iglesia una nueva santa...
2. PARA
EL QUE
VA DE CAMINO, LO PRINCIPAL ES ENCONTRAR EL RUMBO ADECUADO... Nosotros
vamos de camino por la vida, y corremos siempre el peligro de perder el
rumbo. Nuestra brújula no está garantizada, necesita ser corregida e
imantada de nuevo cada vez que perdemos el rumbo, para que Dios siga
siendo el centro que nos atraiga. Muchos males se pueden presentar en
nuestra vida, pero ninguno más grave que perder el rumbo. No son las
tormentas (climatológicas y económicas), no es la enfermedad o el
fracaso profesional lo que puede destruirnos. Ni siquiera la muerte
tiene sobre nosotros un poder definitivo. No es la parálisis, como la
del enfermo del relato que hoy nos presenta el Evangelio,
ni ninguna otr parálisis (política, social, anímica) la que más
puede complicarnos la vida...
Para nosotros, que
nacimos de
Dios ya que de Él hemos recibido la vida, y fuimos llamados a recorrer
el camino de nuestra vida como una marcha hacia a Dios, lo peor que
puede pasarnos es que perdamos el rumbo. Y precisamente en eso consiste
el pecado. El término griego utilizado en el Evangelio para referirse
al pecado es "
hamartia", que significa precisamente
errar
al blanco,
perder el rumbo,
dirigirse
hacia el lugar
equivocado. Por eso la principal ayuda que nos brinda Jesús
(que
sabe bien qué es lo que más nos hace falta), tanto al paralítico como a
nosotros, es el perdón de los pecados...
El pecado consiste en abandonar el rumbo que
nos lleva hacia Dios, y dirigirnos exactamente hacia el otro lado,
dándole la espalda a Dios. Es la soberbia con la que queremos tantas
veces hacer las cosas sin tomar en cuenta el camino que Dios nos señala
con su Palabra. Por supuesto, el pecado, que es el primero y el gran
mal, engendra
muchos otros daños. El pecado lleva a veces a los tormentas económicas,
y a la recesión, y a la inflación, y a la corrupción, y a la falta de
solidaridad, y a la violencia, y a tantas otras cosas que son los males
de nuestro tiempo....
Por eso Dios comienza
por allí su gran milagro. Ofrece el perdón y, con
él, repara el corazón de todos los que están dispuestos a aceptarlo,
para que podamos enderezar el rumbo. Aceptando el perdón que Jesús nos
ofrece podemos comenzar a enderezar las cosas, podemos retomar el buen
camino. De este modo, gracias a la misericordia de Dios, es posible
para todos los que estemos dispuestos a aceptarla, recuperar nuestra
mejor dignidad, la de hijos de Dios. Y a partir de allí, también todo
lo demás puede arreglarse...
Es aquí donde se inscribe con toda claridad el lugar de los santos en
la vida de la Iglesia y en nuestra propia vida. Ellos son personas que
se encontraron con Dios, y supieron orientar toda su vida por el camino
que él les señalaba. En la marcha en la que nosotros nos encontramos,
los santos en primer lugar nos acompañan con su intercesión. Pero
además son para nosotros un modelo seguro, un ejemplo que podemos
seguir sin temor a equivocarnos, porque siguiendo sus huellas iremos
camino al Cielo. Los santos pueden mantener imantada nuestra brújula,
para que siempre sea Dios quien más nos atraiga...
3.
CUANDO ACEPTAMOS EL PERDÓN
DE JESÚS, TENEMOS QUE ENDEREZAR EL RUMBO... Por supuesto, el perdón de
Dios no tiene un funcionamiento automático. Una vez que hemos aceptado
el perdón de Dios, no podemos quedarnos cómodamente instalados. Es
necesario ponerse de pie nuevamente, como hizo el paralítico curado por
Jesús, y retomar el camino, ahora en la buena dirección. Nos dirigíamos
hacia un lado que podemos significar con la flecha roja, símbolo
convencional que puede indicarnos la frustración, el alejamiento de
Dios, el infierno...
¿Cómo recuperar el
rumbo, cuando lo hemos errado, por nuestra
inadvertencia o por nuestra culpa? ¿Cómo reparar lo que hemos
estropeado en nuestra familia, en nuestros amigos, en nuestro barrio?
Todas estas cosas pueden hacernos esperar milagros. Y el
milagro es posible, ya que Dios siempre nos espera con el
milagro de
su perdón, y partiendo de allí podremos reconstruir lo que hemos
estropeado. La conversión a la que somos llamados por la
misericordia de Dios consiste en cambiar el rumbo y ponernos
nuevamente en camino. Este cambio de rumbo, señalado con la flecha
celeste, nos
encamina hacia el Cielo, al que Dios nos ha llamado...
Los santos, y entre ellos a partir del 11 de octubre como modelo
ofrecido a la contemplación de la Iglesia universal a través de su
canonización, nos ofrecen una guía segura para interpretar y hacer
fructificar en nosotros la misericordia y el amor de Dios. Ellos mismos
son fruto de ese amor de Dios al que han sabido corresponder, y nos
guían y sostienen cuando para responder también nosotros al Amor de
Dios, tenemos que corregir algo en nuestro rumbo. Mirándonos en el
espejo de sus vidas, veremos con claridad en donde y en qué nos toca
enderezar el rumbo...