Esta fue mi predicación de hoy, 25 de enero de
2009,
Domingo
III del Tiempo Ordinario del Ciclo Litúrgico B, en la Abadía
Santa
Escolástica, en el Hogar
Marín y en la Parroquia Sagrada Familia, en Carapachay:
1.
SIEMPRE QUE ELEGIMOS ALGO, TENEMOS QUE
DEJAR OTRAS COSAS DE LADO... Esta es una experiencia que todos hemos
tenido que vivir con frecuencia, sobre todo en momentos culminantes de
nuestra vida, en los que hemos tomado las decisiones más importantes.
Siempre elegir consiste en saber descartar lo que no nos conviene
porque no nos lleva o nos impide alcanzar el bien que buscamos. Alguien
puede decidir descansar todo el día un domingo, pero eso
inevitablemente hace que queden algunas cosas sin limpiar, algunos
llamados sin hacer o algunas tareas por completar...
En
general, siempre es más (al menos en cantidad, aunque raramente en
calidad, entidad o peso específico, por lo menos cuando elegimos bien)
lo que dejamos que lo que elegimos. Pero de todos modos esta es la
única
manera de tomar decisiones y tener o hacer algo, porque no se puede
tener ni hacer todo. Eso sólo será posible al final, si alcanzamos la
Vida Eterna, en la que nos espera la plenitud a la que Dios no ha
llamado, por su bondad y misericordia. Por eso se hace difícil, a
veces, tomar decisiones, y elegir bien,
especialmente en este tiempo en el que una sociedad de consumo parece
decirnos hasta el hartazgo que la felicidad sólo es posible si se lo
tiene todo y ya, sin demora. Porque a la hora de saber qué elegir
pueden
distraernos o atraer más nuestra atención las cosas que tenemos que
dejar de lado para poder alcanzar lo que hemos elegido. Cuántas veces,
en la vida matrimonial, se abre el abismo del fracaso y de la ruptura,
porque en vez de centrar el corazón en aquel/la que se ha elegido
renovando cada día la elección que se ha hecho desde un día para
siempre, se dispersa la atención en fantasías ilusorias, detrás
de sueños irreales, volviéndose a otras personas que en el
momento
de elegir con quien compartir para siempre la vida hemos dejado de
lado...
2. JESÚS
NOS LLAMA A UNA CONVERSIÓN QUE CONSISTE EN VOLVER A TOMAR
EL BUEN CAMINO... Lo mismo que nos pasa con cualquier cosa que
elegimos, nos sucede también con la vida de la fe. Aunque,
quizás, la
hemos recibido en el Bautismo sin que se nos pidiera permiso,
todos
hemos llegado a un momento en que la hemos hecho propia por una libre
elección, por la que hemos decidido responderle a Dios, que nos llama,
por el camino de la fe, a la Vida Eterna. Esa decisión nos ha llevado a
dejar muchas cosas de lado. Porque vivir cristianamente no nos permite
vivir de cualquier modo y hacer cualquier cosa, sino que consiste en
vivir siempre según el Evangelio y hacer lo que Jesús nos propone. Eso
significa elegir un modo de vida, dejando muchas cosas de lado...
A lo largo de la vida, sin
embargo, muchas
cosas vuelven a atraer nuestro corazón, y pueden desviarnos
del camino.
Hay una cantidad de cosas que aparecen como una atracción fascinante y
que nos pueden alejar fácilmente del camino de la fe. Pero, como ya se
daba cuenta San Pablo, su apariencia es pasajera, la felicidad que
pueden ofrecernos sólo dura un instante, más o menos largo, y nos
dejan, después, maltrechos o amargados por el camino. San Pablo había
tenido una experiencia muy fuerte, su camino de fe había comenzado
siendo aún muy chico, pero recién cuando se encontró con Jesús,
mientras era todavía un perseguidor de los cristianos, supo lo que
significaría para él una completa conversión, para enderezar su
camino...
Para
seguir fielmente a Jesús, es necesario rectificar la
marcha y volver al buen camino. Es verdad, retomar la buena
marcha
suele hacerse "cuesta arriba". Sin embargo Dios, en su misericordia,
nos ha llenado de
"bastones" que nos ayudan. Desde los amigos, que saben decirnos con
amor nuestras propias incoherencias, para llevarnos a la reflexión y al
cambio, o los buenos sacerdotes, que saben decirnos una palabra
oportuna cuando nos hemos desviado de la marcha, y por encima de todo
la ayuda
impagable de la misericordia de Dios que acude a nosotros visiblemente
a través del sacramento de la reconciliación o confesión...
Es cierto que si hemos creído en la Palabra de Dios hecha carne, si
hemos creído en Jesús que es
verdaderamente una Buena Noticia y nos hemos propuesto responder a su
llamada personal, es muy probable que intentemos vivir
cristianamente. Pero también
es cierto que cada día nos hará falta tomarnos un poco más en serio la
Palabra de Dios y enderezar nuestro rumbo, conformando más a ella cada
día nuestra vida...
3. PARA
SEGUIR A JESÚS HASTA LA VIDA ETERNA, SIEMPRE HABRÁ QUE DEJAR ALGO DE
LADO... Ya los
Apóstoles tuvieron que hacerlo, y el mismo san Pablo, de quien hoy
celebramos su conversión, culminando el año que el Papa Benedicto XVI
quiso que le dedicáramos, a dos milenios de su nacimiento. Eran
pescadores, tenían un
profesión, una familia, y además toda una vida hecha. Cuando llegó
Jesús con su llamado les cambió todos los planes, "les cambió el
libreto". Pero ellos supieron comprender
la importancia de la llamada, y dejando por el camino todo lo que podía
impedirles responder con fidelidad al llamado de Jesús (la barca, las
redes, el padre, los jornaleros), se dispusieron a seguirlo en todo lo
que les presentaría por delante...
Hoy será bueno que cada uno de nosotros nos animemos a preguntarnos de
una manera muy personal qué es lo que Jesús nos está pidiendo. En la
oración, y a través de las personas y las
circunstancias que se nos van presentando, Jesús hoy está hablándonos
de una manera personal a cada uno de nosotros, está haciéndonos un
llamado que es necesario identificar con claridad, para poder
responderle con fidelidad.
Pero también será bueno que nos animemos a preguntarnos: "¿Qué es
lo que hoy puede impedirme responder con libertad y con fidelidad al
llamado de Jesús?". Será muy importante encontrar la respuesta a esta
pregunta, porque precisamente eso es lo que tendremos que dejar por el
camino para seguirlo a Jesús. Porque no es posible tenerlo todo y hacer
todo lo que se nos ocurre y nos gusta o nos interesa. Quedémonos,
entonces, con Jesús, y no nos faltará nada, tendremos todo lo bueno...