Esta fue mi predicación de hoy, 18 de octubre de
2009,
Domingo XXIX del Ciclo Litúrgico B,
en la Abadía Santa
Escolástica:
1. HAY
QUIENES QUIEREN
OCUPAR SIEMPRE EL PRIMER LUGAR... Esto sucede sin el menor espacio para
la duda en el ámbito de la política. A veces sucede de manera tan
despiadada, que la lucha es cruel. Algunos de tal modo buscan el primer
lugar, que no entienden la política si no como una lucha en la que es
necesario destruir a los demás. Se va entonces de batalla en batalla,
una fue en 2003, otra en 2007, otra en 2009, la próxima en 2011, y en
el medio no hay nada más que hacer que prepararse para la siguiente
batalla, llevando la más alta de las actividades en pos del bien común
al más bajo de sus niveles, haciendo de la política una continua
guerra...
Lo mismo sucede a
veces con el deporte. Haciéndose profesional, para algunos ha dejado de
ser una actividad recreativa, y se ha convertido en una verdadera
guerra, en la que sólo importa ganar. No deja de ser absurdo que una
determinado deporte en el que por ejemplo participan veinte
contendientes, sólo tenga valor el primer lugar, y "se matan" o
"destruyen" al otro, si es necesario, para alcanzarlo. Si así fuera
realmente, no haría más que matarse el deporte mismo, que requiere la
participación de muchos para que alguno, midiendo su capacidades con
los demás, alcance un lugar de honor, y los demás sigan participando
para poner en juego sus propias capacidades...
Lo mismo
pasa en muchos otros ámbitos de nuestra vida, si hemos sido entrenados
sólo para "ganar" y si hemos optado por ello por encima de cualquier
otra consideración, en cualquiera de
nuestras actividades habituales. Hasta los Apóstoles tuvieron la
tentación de buscar los primeros lugares. Lo hicieron Pedro y Juan, y
se indignaron los demás, seguramente porque habían pensado lo mismo
pero estos dos "hijos del trueno" les habían ganado de mano. Hay quien
pretende también en el campo de la virtud "ser el mejor", por ejemplo
"el más humilde", con lo cual se queda descalificado apenas comienza a
intentarlo...
Si sólo valiera obtener el primer
lugar, la vida de convertiría en una competencia demasiado inhumana.
Por eso nos ayuda mucho aprender de Jesús en qué consiste ser
"el más grande" y "el primero", y cómo para ello no es necesario
"destruir a los demás", sino más bien todo lo contrario...
2. LA
ÚNICA MANERA DE
SER GRANDES ES SERVIR A LOS DEMÁS... Los dos Apóstoles que pidieron a
Jesús "el mejor lugar" en el Reino de los Cielos, a su derecha y a su
izquierda, seguramente querían tomar atajos, en vez de asumir el único
camino posible, el que nos propone
Jesús. Santiago y Juan tuvieron que beber el mismo cáliz de Jesús,
fueron el primero y el último en dar la
vida por Jesús en el martirio. Habían reclamado a Jesús puestos de
excelencia y les tocaron lugares de preferencia en el servicio y la
entrega. La respuesta de Jesús fue contundente: "el
que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el
que quiera
ser el primero, que se haga servidor de todos"...
Varios de los cinco santos que canonizó el Papa Benedicto XVI el
Domingo pasado fueron contemporáneos, en el siglo XIX. No me imagino
entre ellos una competencia para saber quién era "el primero". Sí, en
cambio, es fácil darse cuenta, por el testimonio de sus vidas, recogido
en los
libros
que se entregaban a los participantes en la Basílica y en la
Plaza
de San Pedro, todos siguieron el camino del servicio y la entrega...
Me detengo
especialmente en lo que nos decía el Papa
Benedicto
XVI en su Homilía, el día de la canonización, sobre santa
Juana
Jugan. Con su obra al servicio de las personas ancianas más
necesitadas, nos decía el Papa, es un faro para guiar nuestras
sociedades, que necesitan redescubrir el lugar y la contribución única
de este período de la vida. Santa Juana Jugan se preocupó de la
dignidad de sus hermanos y hermanas que la edad hacía vulnerables, y
reconocía en ellos la persona misma de Cristo. "Miren al pobre con
compasión", decía la santa y nos recordaba el Papa, Jesús los mirará
con bondad en su último día"...
Este servicio
compasivo a las personas ancianas procedía de su profunda
comunión con Dios, nos decía el Papa, y por eso era un servicio alegre
y desinteresado, ejercido con dulzura y humildad de corazón, deseando
ser ella misma pobre entre los pobres. Esta santa, como de algún modo
les ha pasado a todos los que responden fielmente a Dios, vivió el
misterio del amor aceptando con paz la oscuridad y el despojo hasta su
muerte (pasó doce años en que el único servicio que se le permitía
hacer era ir con su canasta de casa en casa recogiendo las limosnas con
los que se atendía a los ancianos en los Hogares de las Hermanitas de
los Pobres, y los últimos veintisiete años de su vida quedó "relegada"
en un rincón de la Casa Madre de las Hermanitas)...
Se le suele decir "Madre" a las religiosas que han fundado una nueva
Congregación, o a sus Superioras. Santa Juana Jugan, esa "pequeña" gran
mujer que el Papa canonizó el domingo pasado, prefería que la llamaran
simplemente "Sor María de la Cruz". Eso le parecía suficiente. Sin
embargo, si la maternidad expresa de manera acabada lo que significa
ser
mujer, podemos entender que santa Juana Jugan, sin dar a luz ningún
hijo
desde su vientre, fue verdaderamente Madre, ya que cuidó a los más
desvalidos y olvidados hijos de Dios de su tiempo y del nuestro, los
ancianos. De esa manera nos mostró la única carrera
que vale la pena correr...
3. SI
QUEREMOS LOS PRIMEROS PUESTOS TENEMOS
QUE SERVIR SIN LÍMITES... Todos queremos siempre crecer, ir para
adelante, alcanzar los mejores puestos. Es un impulso que nos viene
desde adentro, dada nuestra condición humana...
Incluso
cuando, tarde o temprano, pronto o dentro de
mucho tiempo, nos pueda
empezar a parecer que ya no nos queda mucho tiempo en este
mundo,
sentiremos este impulso, que nos llevará en ese caso a aspirar de una
manera más consciente al Cielo, y en todo caso, si nos
animamos a mucho, querremos tener allí un lugar de privilegio, como
hicieron los Apóstoles, o al menos un buen lugar. Pues bien, el camino
es claro: "el que quiera ser el primero, que se haga servidor de
todos"...
Sabemos
entonces cómo alcanzar lo que aspiramos. Se tratará de
ponernos cada uno de nosotros al servicio de todos. Se trata de ser
para todos dóciles servidores, dispuestos a atenderlos con las
delicadezas de un amor perseverante, puestos de manera incondicional a
su servicio, con todo lo que somos, con todo lo que tenemos y con todo
lo que sabemos. Como han hecho y hacen las madres, a quienes hoy
celebramos especialmente en Argentina y en otros lugares de América
Latina...
Algunos
ejemplos nos muestran especialmente lo que Jesús nos enseñó. Santa
Juana Jugan nos lo puso ante
nuestros ojos y nuestro corazón dedicándose por entero a servir a
Jesús en el rostro de los ancianos pobres, como hoy siguen haciendo las
Hermanitas por ella fundadas en sus Hogares
esparcidos por todo el mundo...
Su
carisma es siempre actual, nos decía Benedicto XVI el día de su
canonización, porque muchas personas ancianas sufren
múltiples pobrezas y soledad, a veces incluso abandonadas por sus
familias. El espíritu de hospitalidad y de amor fraterno, fundado en
una confianza ilimitada en la Providencia, es le mejor herencia que les
dejó a las Hermanitas de los Pobres, que siguen dando testimonio de la
misericordia de Dios y del amor compasivo del
Corazón de Jesús por los más pequeños...
Con estos ejemplos a la vista, cada uno de nosotros tiene por delante
una tarea ineludible, si quiere crecer a los ojos de Dios y alcanzar
"un buen lugar". Consiste en hacernos nosotros mismos un don que
servimos a los demás en la mesa de la vida: ser una flor que alegre la
vida de los que nos rodean, ser una mano que sostiene al que pierde su
firmeza, ser un hombro en el que se puede apoyar el que está flojo, ser
los ojos que ayuden a ver al que se va quedando ciego, ser un corazón
abierto que está siempre dispuesto a servir a los demás...