Esta fue mi predicación de hoy, 27 de septiembre de
2009,
Domingo XXVI del Ciclo Litúrgico B,
en la Abadía Santa
Escolástica y en el Hogar
Marín:
1. HAY ETAPAS EN LA
VIDA QUE NOS MARCAN, Y NOS AYUDAN A REVISAR LA MARCHA... Todos hemos
recibido la vida como un don de Dios, que nos toca llevar adelante y
desplegar a medida que vamos avanzando. Hay etapas que marcan de manera
especial esa marcha. Una de ellas, sin duda, comenzó cuando en 1958 nos
encontramos en un grupo de chicos que todavía llevábamos pantalón
corto, para comenzar una largo camino que nos vería juntos (abajo, a la
derecha, estoy yo)...
Doce años
después, es decir, hace cuarenta años, ya no éramos los mismos. Algunos
ya no estaban porque habían llegado a la meta, otros se habían sumado,
y todos habíamos crecido, llevábamos ya los pantalones largos y el
ímpetu y entusiasmo de los audaces, que al terminar nuestra etapa de
colegio, nos preparábamos para lo que todavía nos esperaba (en la fila
de abajo, el segundo comenzando desde la derecha, estoy yo)...
Cuarenta años después
de haber egresado del Colegio, somos los mismos, aunque en muchos
sentidos se puede decir que no somos iguales. Más kilos, más canas,
menos pelo, y todo lo que cada uno ha vivido. Además ya todos podemos ser calificados de sátrapas (= h
ombres sagaces, que saben gobernarse con astucia e inteligencia, según una acepción del DRAE). Algunos más ya se sumaron
a los que llegaron a la meta, y a los que todavía vamos de camino esta
es una ocasión que nos invita a todos al encuentro que hoy realizamos,
acogidos por la caridad de las Hermanitas de los Pobres y los ancianos
residentes del Hogar Marín (en la foto de la derecha, tomada durante el
encuentro, después de la Misa, aparezco en el centro de la segunda
fila, empezando desde abajo). Por eso mismo es una ocasión muy especial
para revisar lo que hemos hecho hasta ahora. Nosotros, que hemos
recibido la vida como un don, y en lo que somos y en lo que aprendimos
hemos recibido las herramientas con las que nos toca labrar nuestra
huella, podemos aprovechar las instrucciones precisas que Jesús nos da
sobre el uso que se
ha de dar a los instrumentos o herramientas con los que nos ha dotado
para ir adelante en el camino...
2. CON
LA MIRADA EN LA
META, TODO TIENE QUE SERVIRNOS PARA SEGUIR BIEN EL CAMINO... Nuestra
vida consiste esencialmente en una vocación, porque parte de un llamado
de Dios. Pero como llamado que es, requiere una respuesta, que está en
nuestras manos. Nos llama a la Vida eterna, y para responder
adecuadamente, lo primero que hace falta es poner la mirada en la meta.
Aunque resulte esencial vivir con los pies sobre la tierra, hay que
mirar al Cielo si en algún momento pretendemos alcanzarlo...
Puesta la mirada en la meta, se nos hace más claro el camino, que
siempre será el mismo: el que Jesús nos muestra con el testimonio de su
propia vida. A la meta a la que Dios nos llama sólo se llega
por el
camino del amor y de la entrega, a Dios y a nuestros hermanos. Y para
eso son útiles herramientas todo aquello de lo que Dios nos ha dotado.
Nuestros
ojos, nuestras manos, nuestros pies, nuestra inteligencia, nuestro
corazón, son todos instrumentos del amor para el que Dios nos ha
llamado...
Por eso
Jesús nos advierte con dureza que, si no nos sirven para eso, sino que
se hacen herramientas del pecado, que nos alejan de Dios y de nuestros
hermanos, más nos vale desprendernos de ellos, y llegar al Cielo, que
conservarlos, pero sólo para la condenación y la frustración eterna,
como consecuencia de habernos negado a seguir el camino por el que Dios
nos ha llamado...
Esto nos puede llevar a pensar también en todos los instrumentos, que
en sí son indiferentes, ni buenos ni malos, pero que, mal utilizados,
pueden hacer mucho daño. Pienso en el micrófono que tienen los
periodistas, o en la pluma con la que escriben, como instrumento
utilizado sólo superficialmente o para el escándalo. Es fácil
encontrarse hoy con que estos medios, que deberían utilizarse para la
comunicación social, sean utilizados al servicio de poderes más o menos
manifiestos, traicionando la verdad a la que deberían servir si se los
utilizara como corresponde, al servicio del bien...
Lo mismo
hay que pensar de las herramientas con las que Dios nos ha dotado a
cada uno de nosotros. Revisar la marcha significa preguntarnos qué
hemos hecho de los dones recibidos. Y así como esperamos, por ejemplo,
que los Obispos y el Papa utilicen todos los instrumentos que tienen a
su disposición, el micrófono y la
palabra, escrita o pronunciada, para servir al bien común
predicando la Palabra de Dios sin atarse a cálculos humanos, también
nosotros podemos plantearnos la urgencia de usar bien lo que nos ha
sido dado...
Alguno podría pensar que si, haciendo caso a Jesús, nos desprendiéramos
de todas las partes de nuestro cuerpo o de las herramientas que usamos
mal, terminaríamos todos muy mutilados.
Sin embargo teniendo en cuenta, como ya hemos dicho alguna otra vez,
que hay que poner el remedio donde está la enfermedad, la advertencia
de Jesús nos debería servir para poner en cuarentena, bajo observación
y bajo sospecha, nuestro corazón, ya que es desde allí desde donde
nacen nuestras malas intenciones y nuestros pecados, que después se
concretan con las manos, los ojos los pies o las herramientas con las
que ponemos en marcha nuestro egoísmo, con lo que hacemos o decimos, o
con lo que dejamos de hacer o de decir...
3. TODO
NOS TIENE QUE
SER ÚTIL PARA EL SERVICIO DE DIOS Y DE LOS HERMANOS... En resumen, la
advertencia de Jesús nos llama a estar atentos, para utilizar todo lo
que Él nos ha dado, para la precisa finalidad para la que nos ha sido
dado: para el servicio de Dios y de los hermanos...
Prestemos atención, por ejemplo, a lo que tenemos a mano en la
Capilla del Hogar Marín. En el centro el Sagrario,
que pone a Jesús siempre ante nuestros ojos y nuestro corazón. Más
arriba la Cruz, que nos recuerda cómo será el camino que deberemos
recorrer, como el de Jesús. A un costado
la imagen de María con sus manos abiertas, como las de una
Madre que espera a sus hijos colmada de sus dones para distribuirlos
con generosidad según la necesidad de cada uno. Al otro lado un
cuadro de la Beata Juana Jugan, recordándonos con el testimonio de su
propia vida un camino de servicio a los ancianos que lleva al encuentro
del Señor. También el Ambón desde el que se proclama la Palabra de
Dios, y el micrófono que ayuda a hacerla resonar entre las paredes de
este Templo. Y por todos lados las flores, signo de la alegría del
encuentro con el Señor y en el servicio a Dios...
Pero
no
podemos olvidarnos que tenemos también las manos. Ellas son
instrumentos vivientes, que respondiendo a las decisiones de nuestro
corazón, pueden ponerse al servicio de nuestros hermanos. Estas manos
pueden acercarse a ellos vacías, o cargadas de flores, reales o
simbólicas, que muestren lo que estamos dispuestos a hacer por ellos,
sirviéndolos en el amor. No nos olvidemos: vivimos junto a otros,
queramos o no, así es nuestra condición humana. Pero podemos también, y
esto ya no es automático sino fruto de una decisión que debe renovarse
a cada paso, vivir no sólo junto a otros, sino al servicio de ellos,
servicio al que nos lleva el amor...
Por eso, a la hora de revisar nuestra marcha, será bueno revisar qué
podemos hacer para dedicarnos cada día con más esmero a utilizar todo
lo que Dios nos ha dado
para el servicio de Dios y de nuestros hermanos, movidos por el
amor con el que nos alimenta el mismo Dios...