Esta fue mi predicación de hoy, 16 de agosto de
2009,
Domingo
XX del Ciclo Litúrgico B, en el Hogar
Marín:
1. COMO TODOS LOS
SERES
VIVOS, PARA TENER ENERGÍA NECESITAMOS LOS ALIMENTOS... Son vitales para
nosotros, desde el primer momento. Todos nacimos siendo bien pequeños,
y desde allí fuimos creciendo y haciéndonos más fuertes, gracias a los
alimentos. A esta altura, cualquiera sea la edad que
tengamos, hemos
consumido una enorme cantidad. Haciendo un cálculo muy rápido y de una
forma muy conservadora, contando alimentos y bebidas, hemos consumido
al menos una tonelada por año cada uno de nosotros...
Cuanto
más es el
ejercicio que hacemos, también es mayor la cantidad de alimentos que
necesitamos. Los que han vivido siempre en la sierra, saben que
hace falta mucha energía para subir y bajar, para moverse de aquí para
allá. Además de moverse despacio, hace falta reponer las fuerzas con
los alimentos. Y las Hermanitas de los Pobres que atienden sus Hogares
en el mundo entero saben bien lo que significa la
necesidad del
alimento. No sólo porque
se ocupan cada día entero de conseguir y preparar lo necesario para los
residentes en sus Hogares, sino
también porque ellas mismas deben esmerarse para mantener en orden los
Hogares, y eso requiere de ellas no sólo mucho amor sino también
enorme energía, y en consecuencia sencillo pero a la vez eficaz
alimento...
Sin embargo, por más
que nos esforcemos nunca nos va a alcanzar con el
alimento servido a nuestra mesa en el desayuno, el almuerzo y
la cena. Ni siquiera contando con la
generosidad de los bienhechores (a través de los cuales la providencia,
que las Hermanitas saben conmover a través de San José, patrono de
todos sus Hogares), alcanzaría para tener todo lo que nos
hace falta cada día. Todos tenemos una profunda aspiración de
eternidad, que el mismo Dios nos ha sembrado en el corazón, y queremos
vivir para siempre. Todos tenemos, en definitiva, una insaciable hambre
de Dios, que Él mismo ha sembrado en nosotros, llamándonos a una vida
que supera los límites de la vida terrena, y haciéndonos peregrinos
cuya meta está en el Cielo. Pues bien, no hay alimento terreno que nos
alcance
para llegar a eso. Por eso Jesús se nos ofrece Él mismo como alimento...
2. EL
CUERPO Y LA SANGRE DE JESÚS NOS DAN LA VIDA ETERNA... El Cuerpo y la
Sangre de Jesús son también alimento y bebida. En realidad, se trata
del alimento y de la bebida que nos permiten vivir para siempre. Por
eso Jesús llama "verdadero alimento" sólo a su
Cuerpo y "verdadera bebida" sólo a su Sangre...
Y realmente lo son. Física y corporalmente se nos presenta Jesús como
alimento y como bebida, a través de su Cuerpo y su Sangre. Pero no se
trata de un alimento y una bebida como todos los demás, sino de un
alimento y una bebida que tienen
un efecto sobrenatural, alimentan en nosotros la Vida eterna, y nos
hacen capaces de alcanzarla. Sabiendo de nuestra necesidad,
ya que Él mismo nos hizo para la Vida eterna, y conociendo al mismo
tiempo nuestra dificultad para tener presente los que físicamente no se
ve, Jesús nos dejó de una manera visible, en su Cuerpo y en su Sangre,
a través del Sacramento de la Eucaristía, un verdadero alimento. Cuerpo
y Sangre de Jesús resucitado, que va introduciendo en nosotros semillas
de Vida eterna...
Este
alimento, de todos modos, funciona de una manera muy especial, y
distinta a la de todos los demás. Mientras nosotros vamos asimilando
todos los alimentos que consumimos, y de allí recibimos la energía que
tienen para darnos, cuando comemos su Cuerpo y bebemos su Sangre, somos
nosotros los que vamos asimilándonos a Él. Nuestro cuerpo frágil y
mortal, recibiendo el Cuerpo y la Sangre de Jesús resucitado, se va
haciendo a la medida de la eternidad, y de forma anticipada, se
convierte en un cuerpo destinado a la resurrección, al fin de los
tiempos, y se va preparando para esa resurrección...
Este
alimento nos va asimilando a Jesús, y nos hace capaces de vivir
como Él. Cuando nos alimentamos con su Cuerpo y con su Sangre, como nos
dice el mismo Jesús, comenzamos a vivir por Él, Jesús comienza
a vivir
en nosotros. Pero, por otra parte, como Jesús mismo nos dice, Él es el
alimento. Así que no sólo su Cuerpo y su Sangre, sino también su
Palabra, que se nos sirve también en la Mesa eucarística, es Jesús
hecho alimento para fortalecer nuestra vocación de eternidad y
fortalecernos en nuestro camino hacia la Vida eterna...
Todos sabemos qué difícil es vivir con intensidad y fidelidad el
apasionante camino de la fe. A cada paso sentimos la debilidad de
nuestras fuerzas y la necesidad de reponerlas todo el tiempo. Con más
razón, entonces, necesitamos estar bien alimentados para recorrer este
camino que nos lleva a Dios. Y es Él mismo quien se hace nuestro
alimento. Por eso las Hermanitas se los Pobres, mientras se encargan de
alimentar bien a los ancianos que viven en sus
Hogares, también se ocupan de que no les falte el alimento
sobrenatural, que no les falte Jesús en su Palabra y en la Eucaristía,
para que no sólo vivan alegres los últimos días de su vida, sino que
fundamentalmente les sirvan para marchar alegres al encuentro del
Señor, cuando Él los llame, en el Cielo. Así hacen de sus Hogares
verdaderas "antesalas" del Cielo...
3. HAY
QUE APROVECHAR BIEN EL MOMENTO PRESENTE, ELIGIENDO BIEN LOS
ALIMENTOS... Las cosas no han cambiado tanto desde el tiempo de San
Pablo (el tiempo de Jesús, y el del nacimiento de la Iglesia que surge
de sus manos, como barca con la que navegamos por este mundo hasta "la
otra orilla", el Cielo). Ya decía él: "estos tiempos
son malos" (como
los nuestros). Tiempos malos que, por lo que puede verse, durarán. Se
trata entonces, de elegir muy bien en este tiempo cómo y
de qué nos alimentamos...
En nuestro tiempo se
ofrecen no sólo los alimentos típicos de la cocina de cada pueblo (es
posible encontrarlos en cada ciudad, en los restaurantes
especializados). También están a la mano de todos los "alimentos
industrializados", los de las grandes marcas que se imponen en el mundo
entero, y los de cada lugar. Hay mucho para elegir en una sociedad que
se arma económicamente a partir del consumo. Pero eso no nos impide
estar atentos y vigilar bien qué elegimos, para que coincida con
nuestras aspiraciones más profundas y trascendente...
Simplemente,
siguiendo el mismo consejo de San Pablo, se trata de "aprovechar bien
el momento presente". Nos dice que no dejemos de alimentarnos con el
Espíritu Santo, el Espíritu de Dios que nos hace comprender su Palabra,
verdadero alimento. Hoy, que tantas cosas pueden distraernos, que
tantas cosas "especiales" se nos ofrecen, hoy que tenemos tanto detrás
de lo cual correr, se hace especialmente urgente elegir bien nuestros
alimentos. Si aspiramos
a la Vida eterna (y no hay nada siquiera parecido a lo que merezca la
pena
aspirar más que a ella), no hace falta perder el tiempo detrás de
muchas cosas. Para
llegar al Cielo al que Dios nos llama, y por lo tanto nuestra vocación
más profunda, sólo sirve y alcanza, alimentarse de Jesús, de su
Cuerpo y de su Sangre, como también de su Palabra, ya que Él es el
único "verdadero alimento"...