Esta fue mi predicación de hoy, 28 de junio de
2009,
Domingo
XIII del Ciclo Litúrgico B, en el Hogar
Marín:
1. MUCHAS VECES LO QUE
MÁS NECESITAMOS ES QUE NOS TIENDAN UNA MANO... Las manos son muy
útiles. Sirven, por ejemplo, para atajar penales (me parece, por eso
mismo, que a los políticos hoy les serían muy útiles unas muy buenas y
bien entrenadas manos, ya que muchos votos en las elecciones
legislativas de este día en Argentina no serán sino reclamantes
"penales"). Pero hay muchas
oportunidades en las que de tal modo el agua nos llega al cuello, que
lo único que nos queda por esperar es que alguien
nos tienda una mano. Quizás por eso el de la mano tendida es un signo
tan claro que no necesita explicación...
Una mano tendida es
siempre una mano amiga. Si tenemos dificultades para caminar porque
nuestras piernas ya no logran mantenernos firmes, un bastón nos puede
ser útil, sin embargo es muy posible que no nos alcance para sentirnos
del todo seguros, esto sólo lo lograremos con una mano amiga que se
llegue hasta nosotros para sostenernos. Una mano tendida siempre nos
acerca el calor del otro, nos comunica algo de su vida, nos hace sentir
su pulso, nos permite adivinar la vibración de su corazón, además de
hacernos sentir su compañía. Una mano tendida nos permite atravesar un
paso que nos resulta difícil, nos da confianza en un ambiente al que
llegamos y en el que no conocemos a nadie...
Pero de
manera especial nos hace falta una mano tendida cuando nos llega la
enfermedad, y sobre todo en el momento culminante de la vida que es
para
cada uno de nosotros su propia muerte. En ese momento una mano tendida
puede valer más que muchas palabras, puede ser lo más elocuente en el
momento en que las palabras no alcanzan, darnos más que
lo que cabe en las valijas y en los camiones de mudanza, ser mejor
compañía que la de las multitudes y hacernos sentir más el calor de la
vida, que se está acercando al gran salto que nos lleva a su
dimensión más profunda y verdadera (qué bueno sería que
hiciéramos todo lo posible para que nadie llegue a la muerte sin una
mano que lo sostenga; tengo para mí, y seguramente muchos coincidan,
que al final de vida más que todos los medios extraordinarios que nos
puedan "enchufar" para prolongar hasta el máximo lo que inevitablemente
se acaba, lo que resulta verdaderamente importante es contar con una
mano tendida que nos sostenga hasta el último instante)...
Yo creo que por eso Jesús, Hijo de Dios y la mano que Dios
nos tiende para hacernos llegar su salvación, en muchos de
los milagros que nos muestran ese don de Dios, como en los
dos que hoy
nos presenta San Marcos, se apoya en el signo de manos que se tocan y
acercan...
2.
HAY
MILAGRO SI DIOS TIENDE LA MANO Y SE ENCUENTRA CON LA NUESTRA TENDIDA...
Pero para que se dé el encuentro con Dios, nuestra salvación, no basta
con que Dios nos tienda la mano.
También es necesario que nuestra mano esté tendida hacia Él, para
recibir lo que sólo él nos puede dar. Es la fe la que eleva nuestras
manos hacia Dios, y siempre sucede el milagro de la salvación cuando la
mano tendida de Dios hacia nosotros se encuentra con la nuestra tendida
hacia Él...
La mujer que llevaba doce años sufriendo hemorragias (y
que seguramente por eso había perdido el don de la fecundidad propio de
la mujer), había gastado inútilmente todo su dinero esperando que los
médicos la curaran. Pero tenía confianza en que Jesús podía salvarla, y
expresó su fe tendiendo su mano hacia Él, y
enseguida quedó curada. Jesús mismo nos dice que su fe es lo que la
salvó. Jesús estaba allí apretujado por una multitud, pero entre todos
ella se acercó "a tocarlo" movida por la fe y tocó su manto, y ese
encuentro se convirtió en un encuentro de salvación...
Otra
mujer, esta vez una niña que tenía doce años (y que
por lo tanto se acercaba a la edad en que comenzaba a ser mujer),
también estaba en apuros. Los amigos de Jairo, que había ido a suplicar
a Jesús por su hija, le dicen que ya no lo moleste, ya que ella había
muerto. Sin embargo, no necesita insistir, ya que el mismo Jesús es el
que decide dirigirse a su casa en busca de la niña, llevando su mano
tendida hacia ella...
Cuando llegó a la
casa,
Jesús subió subir con los padres y con los tres Apóstoles (testigos)
que lo acompañaban al lugar donde la niña estaba. Una vez allí lo
primero que hizo fue tomarla de la mano. Con la orden de Jesús la
chica se levantó, y Jesús, siempre atento a los detalles, les dijo que
le dieran de comer. Pero para que se produjera el milagro, a la mano
tendida de Jesús había salido al encuentro el padre de la niña, a quien
Jesús había dicho: "No temas, basta que creas". También aquí, entonces,
la fe del padre de la niña fue la mano tendida que salió al encuentro
de Jesús, que salva...
Las manos de Jesús están siempre abiertas y tendidas. Así fue en su
vida terrena (tendió la mano a todos), y así lo vemos en la
Cruz. Esos brazos nunca se cierran y esas manos siempre están
tendidas, para que todo el que quiera pueda aferrarse a ellas. También
Jesús resucitado es siempre una mano de Dios tendida hacia nosotros,
para darnos la salvación que necesitamos y que sólo de Él puede venir,
esa salvación que se resume en la meta hacia la que Dios nos ha llamado
y que está en el Cielo. Esa mano tendida de Jesús, que puede dar frutos
de salvación, está esperando encontrarse con la nuestra. Espera
paciente nuestra respuesta de fe, que nos haga elevar las manos hacia
Él. Cuando nuestras manos tendidas hacia Él por la fe se encuentran con
las suyas siempre se produce el milagro de la salvación, aunque no
siempre sea del modo en que nosotros la esperamos...
3. HAY QUE TENDER LA
MANO PARA ENCONTRAR A JESÚS Y PARA SERVIR A NUESTROS HERMANOS... Con la
fe nuestras manos tienden hacia Dios y al elevarse se encuentran con
la Cruz, que resume toda la inmensa variedad de los sufrimientos
humanos que podemos imaginar. Eso nos permite confiar que no hay dolor
humano que no pueda ser redimido por Jesús, si elevamos con confianza
hacia Él nuestras manos. si hoy votamos rezando, también nuestro voto
serán manos que se elevan hacia Dios...
Pero una vez que
nuestras manos se elevan abiertas hacia Dios, ya no podremos cerrarlas
tan sencillamente. Porque en Dios nos encontraremos con todos sus otros
hijos, nuestros hermanos. Nuestras manos abiertas, entonces, por la fe,
para tender hacia Dios, se convertirán también en manos abiertas hacia
nuestros hermanos en el amor. Y nuestro voto se hará más comprometido,
tomando conciencia que no sólo el voto sino todo nuestro comportamiento
ciudadano es un compromiso con nuestros hermanos, especialmente los más
débiles y necesitados...
Se trata de votar, entonces, con las manos tendidas. Hacia Dios,
confiados en el poder de la oración, pero también hacia nuestros
hermanos, mostrando con los hechos que somos no sólo habitantes de este
suelo argentino, sino también y especialmente ciudadanos (cf.
Conferencia Episcopal Argentina,
El compromiso ciudadano y las
próximas elecciones, 93a Asamblea Plenaria, 28 de abril de
2007)...