Esta fue mi predicación de hoy, 5 de abril de 2009,
Domingo
de Ramos del Ciclo Litúrgico B, en el Hogar
Marín:
1. NOS
HACE BIEN LA FIESTA Y LA
ALEGRÍA, PERO HAY QUE VIVIRLAS CON LOS PIES EN LA TIERRA... Necesitamos
la fiesta, porque es parte de la vida, y por eso la celebramos, cada
vez que es posible, con la mayor alegría. Y a lo largo del año vamos
buscando motivos que nos permitan hacer las fiestas (cumpleaños,
aniversarios, etc.), celebrando siempre de algún modo este don que los
incluye todos y que recibimos de Dios, el don de la vida...
Sin
embargo, aunque nos haga
falta y nos haga bien celebrar y hacer fiesta con cada motivo que se
nos presenta a lo largo de la vida, también es necesario tener en
cuenta que no todo puede ser fiesta ya que no tenemos garantizada ni
nos
puede durar para siempre, por nuestra propia decisión y con nuestras
solas fuerzas, ese gran regalo de Dios que es la vida...
Por eso es necesario hacer fiesta, pero con los pies en la tierra,
teniendo en cuenta nuestras limitaciones y la necesidad que tenemos de
la salvación, es decir, de ser rescatados por Dios, el único que puede
darnos una Vida que no se termina...
Por eso en la fiesta que hoy celebramos, comenzando con este Domingo de
Ramos la celebración de la Semana Santa, una Semana grande en la que el
motivo de la fiesta es el acontecimiento más fuerte de nuestra
salvación, el misterio de la Pasión, la Muerte y la Resurrección de
Jesús, mantenemos los pies bien firmes en la tierra. Durante la entrada
de la Misa cantamos y saludamos con los ramos, ¡Bendito el que viene en
nombre del Señor!, pero siguiendo sus pasos inmediatamente leemos la
Pasión que, si nos toma desprevenidos, puede caernos como un balde de
agua fría...
2.
CELEBRAMOS A JESÚS CON RAMOS, SIN OLVIDAR
QUE SU CAMINO ES LA PASIÓN... Repasemos el clima de esta celebración.
Comenzamos con un clima
triunfal. Imitamos a la multitud que recibió a Jesús cuando entraba en
Jerusalén para vivir la Semana de la Pasión. Una vez bendecidos los
Ramos, los agitamos acompañando la entrada del sacerdote en el templo,
como lo hacían ante la entrada de Jesús en la Ciudad Santa, para
recibirlo como a un Mesías que traería la salvación esperada por siglos
enteros (hay que tener en cuenta que Jerusalén estaba rodeada por una
zona desértica, en que los Ramos eran algo valioso, con lo que se
expresaba verdaderamente algo singular; si Jesús hubiera entrado en ese
momento en un estadio de fútbol, seguramente la multitud hubiera
elegido celebrarlo agitando banderas)...
Pero no
nos quedamos en la
alegría de los Ramos. Continuamos con la lectura de la Pasión Así se
nos hace evidente que Jesús, sin perder la calma pero sin
escapar al camino por el que debía llevarnos a la salvación, aún a
costa del
propio dolor y la propia vida afronta con entereza la incomprensión de
los hombres, para terminar en la Cruz. Nunca podemos olvidar que éste
fue el camino de Jesús que nos llevó a la salvación, y que siempre será
el camino de la Iglesia, por la que la salvación nos llega cada día.
Hoy, cuando la Iglesia en la Argentina tiene que sufrir la
incomprensión y algún modo de persecución (lejos todavía, gracias a
Dios, de la persecución que sufrieron los primeros cristianos), nos
ayuda especialmente tener presente que a la fiesta de los Ramos sigue
el camino de la Pasión...
Podríamos
centrar nuestra
mirada en la Pasión de Jesús encontrando en
nuestras culpas
personales y en las de todos los hombres de todos los tiempos
el
motivo de su Cruz. Pero todas las culpas que pongamos en la
lista no alcanzarían para que pudiéramos comprender esta Pasión.
También podríamos mirar la Pasión como el paradigma del sufrimiento,
como un
resumen de todos los sufrimientos de la humanidad,
que
sólo puede asumir sobre sus espaldas alguien que sea más que hombre,
alguien que sea Dios, como Jesús, dispuesto a sufrir sin medida para
alcanzar nuestra salvación. Pero tampoco este modo de mirar la Pasión
de Jesús nos serviría para comprenderla del todo. Podríamos mirar la
Pasión como
el mayor acto de heroísmo que alguien
puede hacer,
el ejemplo supremo de alguien que está dispuesto a todo para alcanzar
un resultado, en este caso nuestra salvación, por la que Jesús da su
vida en la Cruz. Pero tampoco esto alcanzaría para tener una visión
adecuada de la Pasión de Jesús. En realidad,
la Pasión de
Jesús,
que es todo eso, no es sólo eso,
es mucho más.
La Pasión de Jesús es el gran acto de amor de
Dios, que nos salva. Y hace falta contemplar esta fuente de
la que
surge y que la hace posible, el Amor, para comprender y recibir todo lo
que la Pasión nos puede dar. Se trata de un Amor sin límites, un Amor a
la medida de Dios, que viene al encuentro de nuestra herida condición
humana, para salvarnos. Se trata de un Amor que no necesita el reproche
para quienes hemos causado la Pasión con nuestros pecados, porque
precisamente se acerca a nosotros para rescatarnos con su
misericordia...
Por eso comenzamos la Semana Santa con esta celebración del Domingo de
Ramos, en la que cabe todo el contenido de la misma: desde la alegría
de la multitud que recibe con palmas y con cantos a Jesús, el Salvador,
pasando por la dureza de la lectura de la Pasión, hasta llegar a la
presencia consoladora de Jesús resucitado en la Eucaristía. Ya la
recorreremos por partes. El Jueves Santo nos hablará de la presencia
del Amor de Jesús en la Eucaristía. El Viernes Santo nos detendrá en
el dolor. Y la Vigilia Pascual nos traerá la fuerza de la Vida que
surge de la Resurrección...
3. HAY QUE RECIBIR EL
AMOR DE DIOS, QUE
TRIUNFA EN LA CRUZ PARA DARNOS LA VIDA... Cada año celebramos la Semana
Santa para que la Vida de Dios, que surge de la Resurrección de Jesús,
y que ya hemos recibido en el Bautismo, pueda renovarse y crecer en
nosotros, para que nosotros mismos podamos llegar a la Resurrección...
Se trata de una
Semana, entonces, en la que con más intensidad que en
otros momentos, tenemos la oportunidad de alimentarnos del Amor de
Dios, a través de esos dos platos fuertes que Él nos presenta, su
Palabra y la Eucaristía. Ese Amor de Dios, que se hace visible en la
Pasión, es con el que hay que alimentarse, para tener en nosotros la
Vida que Jesús nos ganó en la Resurrección...
No lo perdamos de vista, ni siquiera si la necesidad de un descanso nos
lleva a a hacer un viaje en estos días no laborables en los que
celebramos
la Semana Santa. Tengamos presente el sentido
profundo de esta fiesta que se gesta en la Pasión para llevarnos por la
Cruz a la Resurrección, y no perdamos la oportunidad de celebrar y
recibir en estos días la Vida que surge del Amor de Dios...