Que duren para siempre...

Queridos amigos:
 
Esta fue mi predicación de hoy, 19 de abril de 2009, Domingo II de Pascua del Ciclo Litúrgico B, en la Abadía Santa Escolástica y en el Hogar Marín:

Huevo de Pascua1. LA VIDA NO DEJA DE PONERNOS ANTE LOS LÍMITES QUE NO SE PUEDEN SUPERAR... De una manera simple pero contundente nos los muestra cada tanto el estómago. Ayer festejábamos aquí en el Hogar Marín de manera conjunta los cumpleaños de los últimos meses. Además del asado que los bienhechores nos permitieron realizar, teníamos un gran huevo de Pascua para la celebración, no tan grande como el de la foto pero suficiente como para que cada uno tuviera un pedazo. Sin embargo, nadie pudo pasarse de un límite razonable en la medida de lo que...

 Lo mismo pasa con todos los "bienes consumibles" que, conforme a su propia naturaleza, todos tienen su límite. Los alimentos, especialmente cuando son muy buenos, siempre nos parece que duran poco. Lo mismo que algunas bebidas especiales que destapamos, olfateamos con cara de entendidos, las probamos, y apenas las empezamos a compartir con algunos amigos nos damos cuenta que se han acabado. También sucede con los zapatos, aunque algunos nos resulten especialmente cómodos, llega un momento en que ya no aguantan un solo paso más y tenemos que darlos por jubilados. Igual sucede con alguna ropa a la que le tomamos especial cariño. Se nos pone vieja y deshilachada antes que nos cansemos de ella, y tenemos que dejarla de lado con pesar, porque no aguanta más uso...

Jóvenes en la nocheSin embargo, no son sólo las cosas duran poco. También algunas alegrías. Da lástima, por ejemplo, ver a la madrugada o hasta entrada la mañana algunos jóvenes que quedan tirados por la calle, por más que tomen energizantes para tratar de resistir, la noche puede más que ellos y los deja "de cama" después de haber abusado de la diversión...

Bailan tangoNosotros mismos ayer tuvimos aquí en el Hogar Marín una emotiva celebración de los cumpleaños del mes, con la donación de un rico asado que pudimos compartir y un coro familiar que nos deleitó con sus cantos. Algunos animados por el entusiasmo de la fiesta habrán tenido ganas de bailar, pero de todos modos los huesos y el cansancio nos fueron llamando lentamente a la siesta reponedora...

También la paz, que es un bien que no abunda, a veces dura muy poco. No sólo en las frágiles situaciones de las relaciones entre los países y dentro de cada uno de ellos (en Argentina tenemos desgraciadamente demasiadas experiencias de esto, sobre todo en estos tiempos que parecen de crispación), sino también en la vida familiar. Cuando todo parece estar bien, un grito o un impaciencia puede desencadenar una "batalla" cargada de reproches y agresiones. También en la cotidiana convivencia social, un imprudente que no respeta un semáforo, aunque no produzca un accidente puede provocar enojos, peleas, agresiones y muchas otras cosas más...

En realidad, todo lo bueno se termina. Incluso la vida aunque haya durado muchos años nos puede resultar corta cuando vemos que se acerca su fin y nos hace pensar que sería bueno que durara un poco más. Todo esto nos pone en evidencia que todos nosotros llevamos en lo más íntimo de nuestro corazón unas ansias de plenitud que no alcanzamos a colmar en las limitadas condiciones en las que vivimos, y que nos hablan de una aspiración sin límites, que sólo alcanza su explicación y su posibilidad de ser colmada si la referimos a Dios...

Sepulcro vacío2. LA PAZ, LA ALEGRÍA Y LA VIDA QUE DA JESÚS DURAN PARA SIEMPRE... Dios nos ha hecho para la paz y para la alegría sin límites, y ha sembrado en nosotros una vocación de eternidad. Nos ha llamado a vivir con Él en una eterna comunión, que dure para siempre. Pero todo esto no es posible en las estrechas dimensiones de esta vida. Por eso, para salvarnos, para llevarnos a la altura de la vocación para la que nos ha hecho, Jesús asumió nuestra condición humana, y la llevó con amor y paciencia inclaudicable a la Cruz, y desde allí nos la devolvió transformada por la Resurrección. Por eso volvemos en este Domingo de la Octava de Pascua a las huellas visibles de la Resurrección de Jesús, la Tumba vacía y las apariciones de Jesús a los Apóstoles, huellas humanas de un hecho que rompe los límites del espacio y del tiempo para ponernos en contacto con la realidad sobrenatural a la que Dios nos llama...

Apóstoles en el CenáculoJesús es para nosotros, y para todos los hombres y mujeres de todos los tiempos, la fuente de una paz y de una alegría que no se terminan. Y esto es posible porque la Vida del resucitado es una Vida que vence al pecado y a la muerte, y es una Vida eterna. Las primeras comunidades cristianas (leímos hoy en los Hechos de los Apóstoles) compartían sus bienes con mucha libertad y movidos por el amor al que nos llama la fe (nos dice hoy san Juan en su primera carta). Puede llamar la atención esa disposición tan viva que lleva a un grupo de fieles a un amor tan intenso por el que se decide compartirlo todo. Y sin embargo la explicación es muy sencilla. Es un amor que surge de la fe, que lleva a encontrar en Jesús la paz, la alegría y la Vida. Por eso Jesús, cuando se aparece a los Apóstoles después de la Resurrección, les dijo insistentemente que venía a traerles la paz. Y como consecuencia, al recibirlo, los Apóstoles se vieron inundados por la alegría...

Jesús envió a los Apóstoles como testigos y artífices de esta paz. Esta misión de los Apóstoles es celebrada por la Iglesia dentro de la Octava de Pascua. Para eso en el segundo domingo de Pascua, llamado de la divina misericordia, la Iglesia nos presenta este relato que nos hace San Juan del encuentro de Jesús resucitado con los Apóstoles. Jesús sopla sobre ellos el Espíritu Santo, y los envía a perdonar en su nombre los pecados. Este ministerio del perdón confiado a la Iglesia hace que podamos enriquecernos cada vez más con el misterio de la divina misericordia, en la medida en que nos arrepentimos de nuestros pecados. Y de este modo, bañados continuamente por la misericordia de Dios, podrá crecer cada día más en nosotros la paz, la alegría y la Vida que sólo Jesús nos puede dar...

Santo Tomás, Caravaggio3. NO NOS HACE FALTA VER SINO CREER, PARA RECIBIR LA VIDA QUE DIOS NOS DA... Puede ser que alguna vez hayamos pensado que a nosotros nos ha tocado la parte más difícil, ya que fuimos llamados a la fe para encontrar la salvación, sin tener demasiadas constancias visibles que nos garanticen la verdad de la Resurrección de Jesús. Quizás hemos pensado que todo sería más fácil si nos ofrecieran más pruebas que nos lleven a la fe. ahora bien, en todo caso no seremos los primeros en tener esta ocurrencia. Ya lo pensó el Apóstol Santo Tomás, de sobrenombre el Mellizo, que no se encontraba con los demás la primera vez que se les apareció Jesús resucitado a los Apóstoles...

El Domingo siguiente Santo Tomás pudo ver a Jesús resucitado, y también pudo creer. Pero no fue lo que vio lo que lo llevó a la salvación, sino la fe. Lo que nos importa ahora es que la alabanza de Jesús no fue para él, sino para nosotros, cuando nos dijo: «¡Felices los que creen sin haber visto!». No es, entonces, "ver" más lo que nos hace falta, sino creer más y mejor, y vivir con más compromiso y decisión las consecuencias de esta fe a la que Jesús nos llama, para que alcancemos la Vida que sólo Jesús nos puede dar, que puede más que el pecado y que la muerte, y por eso mismo esa paz y alegría que duren para siempre...


Lecturas bíblicas del Domingo II de Pascua del Ciclo B:

Volver al inicio de la predicación...


Predicaciones del P. Alejandro W. Bunge:
Todas las predicaciones: http://www.awbunge.com.ar/predicaciones/
Valid HTML 4.01!Para suscribirse: predicacionesawb-subscribe@gruposyahoo.com.ar
Para borrarse: predicacionesawb-unsubscribe@gruposyahoo.com.ar