Esta fue mi predicación de hoy, 12 de abril de
2009,
Domingo
de Pascua del Ciclo Litúrgico B, en la Abadía Santa
Escolástica y en el Hogar
Marín:
![Viejo](Viejo9.jpg)
1. HAY
QUE JUNTAR LAS PREGUNTAS PARA CUANDO ESTÁN LAS RESPUESTAS... Hay una
pregunta que es tan
antigua como Adán: la pregunta que cada uno de nosotros nos hemos hecho
en algún momento de nuestra vida, y que seguramente se han hecho
también todos los que en este mundo han vivido, comenzando por el mismo
Adán. Es la pregunta sobre nuestra propia muerte. Es más, es posible, y
hasta es normal, que nos hagamos muchas veces esta pregunta a lo largo
de la vida, e incluso podemos pensar que nos pasamos toda la vida
tratando de encontrar una respuesta a esta pregunta...
Todos sabemos que la muerte es parte integrante de la vida. Por eso nos
resulta normal que cuando el tiempo va dejando sus huellas en nosotros
haciendo que nos crezca mucho la barba y se nos profundicen las
arrugas, se haga más frecuente la pregunta sobre nuestra muerte
(aunque, como también sabemos, no es posible saber cuándo llega la
muerte y cuánto es el tiempo que nos toca en esta vida)...
![Vida](Vida.jpg)
Sin
embargo, la pregunta sobre la muerte se
nos vuelve más dramática cuando se trata de muertes que para el sentido
común parecen más absurdas. En esos casos la pregunta se hace acuciante
y nos urge una respuesta, para que no nos parezca absurda la misma
vida. Sin dudas esto sucede en primer lugar cuando se trata de la
muerte de aquellos que no llegan a nacer, porque los padres u otros que
han intervenido les han puesto la cruel barrera del aborto. De la misma
manera, aunque ya no salga en los periódicos como sucedía
hace algunos años (¿por qué será? cabe también esta pregunta), en
nuestra tierra siguen muriéndose niños que no tienen los medios
elementales para contar con los alimentos que necesitan. También nos
acucia la pregunta sobre la muerte de muchos niños víctimas
de guerras que ellos no han provocado, y que ni siquiera saben por qué
suceden...
![Jóvenes - muerte](JovenesMuerte.jpg)
También nos resulta
absurda la muerte, cuando
envuelve a los jóvenes que se encuentran en plena adolescencia, y ven
truncada su marcha y su crecimiento, sus esperanzas y su futuro, por la
violencia que se les cruza y los atrapa. Una violencia que ven y
adoptan del mundo de los adultos, que los envuelve y los sorprende en
espectáculos masivos o lleva a unos a matar a otros, como si nada
valiera la vida. No puedo dejar de advertir que aunque hoy esto
aparezca en las primeras planas de los periódicos a raíz de algún caso
reciente más resonante, la realidad de los jóvenes que bajo el impulso
de la bebida y de la droga agreden y se agreden con violencia está
presente hace ya un tiempo entre nosotros, y lo seguirá estando
seguramente, aunque dentro de unos días ya no se ocupen de ella los
medios de comunicación. Y hasta cabría preguntarse hoy por qué
parecería que se nos está muriendo "la república"...
Todas estas preguntas sobre la muerte, que golpea todas las puertas,
nos hacen buscar ansiosamente una respuesta, en la esperanza de que no
sea absurda la muerte, y por eso mismo tampoco la vida. Pero si
queremos una respuesta que alcance toda la profundidad que tiene este
misterio de la muerte y la vida, tenemos que dirigirla a Dios nuestras
preguntas. Él las responderá todas, y le bastará para ello una sola
Palabra...
![Sepulcro vacío](Resurreccion.gif)
2. DIOS TIENE UNA
PALABRA DE
AMOR, QUE RESPONDE TODAS NUESTRAS PREGUNTAS: JESÚS... La Palabra de
Dios se hizo
carne, y nació en Belén. Es una sola Palabra, que tiene todas las
respuestas para nuestras preguntas. Es
Jesús, la
Palabra de
Dios, que todo lo dice...
Es una Palabra de Amor, ya que Dios es Amor. El Amor de Dios es la
causa de la vida, de toda vida. Dios es la causa profunda de la vida de
todas y de
cada una de las personas humanas que han llegado, que llegan y que
llegarán a este mundo. Pero además, Dios es
quien ha decidido darnos la posibilidad de participar en su propia
Vida, llamándonos a vivir en comunión con Él...
![Jesús resucitado](JesusResucitado.jpg)
Este Amor de Dios no
muere. Por eso este Amor de Dios puede más
que el pecado con el que podemos rechazarlo, y puede más que la muerte,
que aparece como una consecuencia del pecado, intentando ponerle
límites a la Vida que Dios nos quiere dar...
Por eso Jesús, siendo
el Amor de Dios que se hizo uno de nosotros para
salvarnos, después de
haber muerto en la Cruz resucitó, y con su Resurrección nos abrió a
todos nosotros las puertas del Cielo, haciendo posible que también
nosotros podamos vivir para siempre. Esto es lo que celebramos en la
Pascua...
Este Amor de Dios, que resucitó a Jesús,
puede sanar todas las
heridas, puede reconstruir todo lo que se ha roto. Jesús, desde la
Cruz, y con su Resurrección, rescata nuestra vida del fracaso al que la
llevan nuestros pecados, redime nuestra condición humana, nos salva de
la muerte definitiva, rehace lo que nuestra rebeldía ha desecho en
nuestra relación con Dios, reconstruye lo que nuestra desobediencia u
oposición a los planes de Dios ha destruido. En definitiva, Jesús, con
su Cruz y su Resurrección, eleva nuestra condición humana a la altura
de los hijos de Dios, herederos de su gloria...
![Eucaristía](Adoracion.jpg)
Dios
remueve la piedra que tapa
el sepulcro, porque la muerte no puede con Él. Como María Magdalena y
los Apóstoles, también hoy nosotros vemos las huellas de Jesús
resucitado: a) El sepulcro vacío; b) Las apariciones a los Apóstoles,
de las que ellos nos dan un testimonio vivo y contundente, ya que lo
vieron, lo tocaron, hablaron y comieron con Él. A nosotros sólo nos
hace falta hacer lo que hicieron María Magdalena y los Apóstoles, como
nos muestra el Evangelio de hoy: ver y creer. En realidad, sólo nos
hace falta convencernos de algo que es evidente: Dios puede más que la
muerte, los signos de la muerte no pueden con Él. Y para convencernos
de esto basta que aceptemos el regalo que Él mismo nos hace, cuando nos
da la fe...
Pero además del sepulcro vacío
y las apariciones a los Apóstoles (de las que ellos nos dan un
testimonio vivo y contundente, porque lo vieron, lo tocaron, hablaron y
comieron con Él), nosotros tenemos otro signo de la Resurrección:
podemos verlo y tocarlo a Jesús resucitado cada día en la Eucaristía.
Con este Sacramento grande ya
no tenemos que esperar el más allá para recibir la Vida
eterna, la
tenemos ya en la tierra como primicia o adelanto de la plenitud futura.
La Eucaristía, en cada Misa nos da
también la garantía de la resurrección corporal, ya que nos hace
participar del cuerpo de Jesús en su estado glorioso, del cuerpo de
Jesús resucitado. Y Jesús, que resucitó, es la Palabra de Dios, una
Palabra de Amor, que responde a todas nuestras preguntas, y por eso
también a la pregunta más acuciante que podemos hacernos, sobre nuestra
muerte y nuestra vida...
![Amor](Amor2.jpg)
3.
HAY
QUE RECIBIR EL AMOR DE DIOS Y VIVIR EN
ÉL, PARA PODER MÁS QUE LA MUERTE... El Amor de Dios es poderoso. Puede
más que el pecado y que la muerte. Ese Amor se hizo hombre y habitó
entre nosotros, probó nuestra muerte y resucitando nos dio su Vida.
Bastará, entonces, que
estemos dispuestos a recibirlo a Jesús, a recibir el Amor de Dios con
las ventanas del corazón bien abiertas, para que
también nosotros podamos más que la muerte...
![Abuelo, padre, hijo](Abuelo.jpg)
A Jesús lo hemos
recibido por
primera vez sacramentalmente en el Bautismo. En la Vigilia Pascual
hemos renovado las promesas y los compromisos que nuestros padres y
padrinos, si nosotros éramos infantes, hicieron por nosotros el día de
nuestro Bautismo. Hemos seguido recibiendo a Jesús cada vez que hemos
celebrado los
Sacramentos o nos hemos alimentado con la Palabra de Dios, en la que el
Amor está vivo...
Sin embargo, no alcanza con eso. Además de recibir el Amor de Dios,
hace falta vivir en él. Porque el amor sólo permanece en nosotros si se
mantiene
vivo, ya que el amor es vida. Y el Amor de Dios, que recibimos
permanentemente, permanece vivo
en nosotros si nos hace vivir en el amor. Por eso, el camino para
vencer a la muerte es el camino del servicio de unos a otros, al que
nos lleva el amor, y que nos hace participar en la Vida que Jesús nos
regaló desde la Cruz y con su Resurrección...
Se trata del servicio de los más
chicos a los más grandes, de los más grandes a los más chicos, y de
todos a todos. El amor que Dios nos ha dado y que vive en nosotros si
no lo abandonamos, consiste en el compromiso de construir
el bien de los otros, y esto sólo se puede hacer en el servicio. Es un
amor al que Dios nos llama, entonces, que abarca a todos, y del que no
pueden quedar
excluidos ni siquiera los que se oponen al Amor de Dios, y a la vida.
También la república se reconstruye con un amor ciudadano que se hace
servicio...