Esta fue mi predicación de hoy, 4 de enero de 2009,
Domingo
II después de Navidad del Ciclo Litúrgico B, en El Chaltén,
Provincia de Santa Cruz:
1. A VECES NO SE
PUEDEN VER LAS COSAS CON CLARIDAD... Nos sucede en la montaña, con días
como los últimos, con el clima descompuesto y las nubes, la lluvia y el
viento apareciendo a cada vuelta de la esquina. Parece como si su amigo
el viento, complotado con las nubes, hubiera corrido un velo sobre los
grandes cerros de este lugar, el Torre y el Fitz Roy, para ocultarlos
celosamente a nuestra mirada...
Pero
también sucede que a partir de una
cierta edad aparece la presbicia y se hace difícil leer, necesitamos
recurrir a los anteojos "de cerca". Si vamos a trabajar en una
computadora esos anteojos ya no son la mejor solución porque la
pantalla de la computadora está a una
"distancia media", y para estar más cómodos o trabajar un rato largo se
nos hace necesario contar con unos anteojos que tengan ese aumento
"medio". La
dificultad se hace mayor cuando hay poca luz, parece que las letras se
achicasen a propósito, con el expreso propósito de confundirnos...
Pero más allá del
cansancio de la vista, hay otras cosas que no se ven
con claridad, porque se las hace a escondidas, o "por detrás", y no
quieren que nos enteremos. Estoy pensando, por ejemplo, en
todo lo que
no nos enteraremos de las idas y venidas que se tejerán durante este
año detrás de las candidaturas, que subirán y bajarán, como en una
especie de bolsa, y se tejerán quizás incluso a espaldas de los que
finalmente las tendremos que apoyar o castigar con nuestro voto,
cautivo de la oscuridad en la que se manejan muchas veces las cosas de
la política. Y los medios de comunicación, que tienen la función social
de
informarnos con claridad, a veces no hacen más que ayudar a que las
aguas permanezcan turbias...
El engaño y la mentira no se manejan a la
luz, sino a escondidas y en las tinieblas. Pero Dios no nos ha dejado
indefensos y a su merced...
2. JESÚS ES LA
VERDADERA LUZ, QUE ILUMINA A TODO EL QUE QUIERE VER...
La Palabra de Dios, que se hace hombre para salvarnos, es la Luz, que
nace en la sencillez de un Pesebre, y desde allí comienza a mostrarnos
con toda claridad nuestro origen, nuestro camino y nuestra meta. Como
en la montaña, también en la vida estos tres datos son claves para
emprender una buena excursión con buenos resultados. Siendo
Dios y haciéndose Hombre, nos muestra que nuestro origen también está
en Dios, de donde viene nuestra vida. Con su vida, que transcurre entre
los maderos del Pesebre y los maderos de la Cruz, nos muestra cuál es
nuestro propio camino, y una vez resucitado, nos muestra nuestra meta,
a la que Él nos llama...
Ya desde el Pesebre
desarma todas las maniobras de las tinieblas (no debemos olvidarnos que
su camino en la tierra comenzó con la persecución de Herodes, por la
que José y María tuvieron que huir con el Niño a Egipto). Hasta
cuando las tinieblas se lo quisieron sacar definitivamente de encima
porque les molestaba,
puso en evidencia su Luz, que brilla más que nunca desde la Cruz. Allí,
en el punto culminante de su entrega, se plasma la Resurrección, que
nos abre las puertas del Cielo y nos muestra con claridad nuestra
meta...
Esta Luz que nace en el Pesebre nos muestra que Dios nos ha bendecido
en Cristo con toda clase de bienes espirituales, nos ha elegido en
Cristo para que seamos santos, y nos hace valorar la esperanza a la que
hemos sido llamados, nos dice hoy San Pablo...
Por eso nosotros, que conocemos o intuimos la oscuridad de muchas de
las tinieblas que nos
rodean, y que corremos con el peligro de dejarnos llevar nosotros
mismos por la tentación de vivir en las tinieblas, tenemos que hacer
cada día de nuevo la opción de vivir iluminados por la Luz...
3.
HAY
QUE ESTAR SIEMPRE CON JESÚS, PARA QUE NO NOS FALTE LA
LUZ... Ante las tinieblas que se nos vienen encima cuando nos gana la
tristeza o la amargura, el remedio será siempre acercarnos a Jesús.
Cuando llega la hora del desaliento porque vivir iluminados por Jesús
hace que se multipliquen los obstáculos del camino ya que muchos
parecen oponerse sistemáticamente a la claridad y a la Luz, hay que
volver continuamente a Jesús, de quien nos vendrá siempre de nuevo la
Luz...
Jesús siempre nos iluminará desde la sencillez del Pesebre, y nos dará
así un corazón un poco más tierno y acogedor ante las miserias de
nuestros hermanos, y nos hará así misericordiosos. Jesús siempre nos
hablará
con claridad desde su Palabra, siempre viva en los Evangelios y en la
predicación de la Iglesia. Cuando la vida se nos haga dura, Jesús
siempre nos pondrá Luz desde la Cruz, en la que hizo del dolor y de la
muerte el camino hacia la Vida. Y Jesús estará esperándonos, lleno de
Luz, desde
el silencio elocuente del Sagrario...