Esta fue mi predicación de hoy, 25 de diciembre de
2008,
Solemnidad de la Navidad del Señor,
en la Abadía Santa
Escolástica (en el Hogar
Marín presidió la celebración Mons. Jorge Casaretto, Obispo de San
Isidro, que tuvo a su cargo la Homilía):
1. TODOS CELEBRAN LA
NAVIDAD, AUNQUE NO
SIEMPRE SE SEPA POR QUÉ... Se sabe que el día de Navidad no se editan
los periódicos. Sin embargo, ahora que casi todos tienen su página en
Internet, es posible seguir allí las noticias más importantes. Basta
una mirada por los principales para darse cuenta que es un día de
fiesta, aunque no siempre se sepa el motivo de la celebración. Más de
uno de nosotros habrá recibido incluso algún saludo por correo
electrónico o por algún medio más tradicional, de alguien que celebra
"estas fiestas", sin mayor aclaración o referencia religiosa. Lo decía
Benedicto XVI en la
última
Audiencia antes de la Navidad: se trata de una fiesta
universal,
incluso quien no se profesa creyente puede percibir en esta anual
celebración cristiana algo de extraordinario y de trascendente, algo
íntimo que habla al corazón. Es la fiesta que canta al don de la vida,
el nacimiento de un niño debería ser siempre un evento que llena de
alegría, el abrazo de un recién nacido suscita normalmente sentimientos
de atención y de premura, de conmoción y de ternura...
Pero bajo
el influjo de un consumismo hedonista, desgraciadamente la Navidad
corre el riesgo de perder su significado espiritual para reducirse a
una mera ocasión comercial de adquisición e intercambio de regalos. En
realidad, sin embargo, las dificultades y las incertezas y la misma
crisis mundial económica que en estos meses están viviendo muchas
familias y que llega a toda la humanidad pueden ser un estímulo que
lleve a redescubrir el calor de la simplicidad, de la amistad y de la
solidaridad, valores típicos de la Navidad. Despejado de las
incrustaciones consumistas y materiales, la Navidad puede ser así una
ocasión para recoger, como un regalo personal, el mensaje de esperanza
que surge del misterio del nacimiento de Jesús. No alcanza con la magia
que se espera de una noche, para que la Navidad
sea una gran fiesta. Nada cambia, si sólo cambia lo que comemos,
bebemos y decimos. La magia siempre se acaba, y la realidad vuelve, en
el mismo lugar y del mismo modo en que la dejamos...