Esta es mi predicación preparada para la tarde de hoy y mañana, 10-11 de
enero
de 2009,
Solemnidad del Bautismo
del Señor del Ciclo
Litúrgico B, en la Capilla de El Chaltén, Provincia de Santa
Cruz:
1. EL AGUA ES PODEROSA
Y VITAL, PERO NO PUEDE
HACERLO TODO... En en estos meses del verano por todos lados se ve agua
aquí en El Chaltén, en el Parque Nacional de Los Glaciares (esta imagen
del Glaciar Grande, al pie del cerro Torre, la tomé ayer). Estos dejan
correr sus desagües por todos los cauces que se les aparecen, y los
lagos se encuentran resplandecientes, llenos de vida, que contagian a
todo su entorno. Cuando se ven estos enormes
desplazamientos de agua, se toma conciencia de su poder. Cuando el agua
corre en grandes volúmenes, barre con todo lo que se encuentra por el
camino.
De esta manera y muchas de otras, sobre todo en las inundaciones o en
los maremotos y otra cantidad de fenómenos, el agua nos muestra su
poder. Sin embargo, no lo puede todo. Todas estas cosas suceden en la
tierra desde hace una enorme cantidad de años, y aunque el agua ha
destruido ciudades o poblaciones enteras, los continentes siguen en su
lugar, las montañas no han sufrido grandes desplazamientos y los
océanos están donde estaban hace ya tiempo...
Pero más
importante que el poder del agua para arrasar con todo lo que
se le ponga por el camino me parece su poder de dar vida, el agua es
realmente vital.
Ya sabemos que cuando los norteamericanos aterrizaron en la luna, entre
las cosas más
importantes que tenían para hacer era verificar si había allí
rastros de agua. Como no los encontraron, dejó de ser en aquel momento
un lugar de interés para sus investigaciones (aunque hoy vuelve a
hablarse de expediciones a la luna incluso con planes turísticos,
ciertamente habrá
retrasos por cierto en los planes hechos, a causa de la crisis
financiera mundial). Los
científicos, apoyados o impulsados por la gran potencia del norte,
también
intentaron y siguen intentando conocer algo más sobre el planeta Marte.
El mayor interés es
siempre saber si allí hay agua, porque sería el signo de la posibilidad
de la
vida. Hasta nuestra empobrecida América del Sur tiene algún secreto
valor estratégico que los poderosos no dejan de mirar, ya que se la
considera una muy importante reserva de agua para nuestro planeta
(entre ellas están los hielos continentales, aquí, a pasos de El
Chaltén)...
También experimentamos cuan vital es el agua cuando hace mucho calor y
transpiramos mucho. Enseguida tenemos una sed abrasadora que nos
impulsa a reponer el agua perdida. Sin embargo, el agua no lo puede
todo. De nada serviría tomar sólo agua, si no incorporáramos de vez en
cuando alimentos. De hecho comemos todos los días, y cada tanto lo
hacemos de modo especial, con comidas que sirven de festejos para
ocasiones especiales en las que tomamos no sólo agua. El agua también
es muy útil para la limpieza, pero también allí tiene sus límites. Hay
cosas que no se pueden limpiar con agua. Si se nos ha caído aceite en
la camisa, o se nos ha manchado con grasa, por más que le pasemos agua,
y la dejemos sumergida en ella mucho tiempo, la mancha no saldrá. No se
mezclan el agua y el aceite, y el agua resbala sobre la grasa...
De la misma manera, el agua que utilizaba Juan el Bautista
para
bautizar en el Río Jordán no alcanzaba a "lavar" ni "perdonar" los
pecados de los que, por medio de dicho Bautismo, se preparaban a
recibir al salvador, el Mesías, que sabían que estaba por llegar. Por
eso Jesús se dejó bautizar por el mismo Juan Bautista en el Río Jordán,
para transformar el Bautismo, y darle al agua una capacidad que hasta
ese momento no tenía...
2. JESÚS SE BAUTIZÓ EN
EL JORDÁN, PARA QUE EL
AGUA PUEDA HACERNOS RENACER... Jesús, siendo el Hijo de Dios, estaba
unido al Padre desde toda la eternidad. Pero se hizo hombre para
participar de nuestra condición humana, y de esa manera hacernos
participar de su condición divina...
Habiendo nacido de María en Belén, como hemos celebrado recientemente
en Navidad, creció silenciosamente durante treinta años en Nazaret,
junto a María y a José. En el momento en que inició su "vida pública",
quiso comenzar haciéndose bautizar por Juan el Bautista en el
Río
Jordán. No porque le hiciera falta, en Él no había nada que limpiar, ni
ninguna conversión que realizar. No había en Él nada
que cambiar o
completar. Haciéndose bautizar, Jesús quiso transformar el Bautismo
mismo. Dios, su Padre, se hizo oír, manifestando toda su predilección,
y el Espíritu Santo se hizo ver, en forma de paloma. Desde ese momento,
cuando nosotros somos bautizados "en el nombre del Padre y del Hijo y
del
Espíritu Santo", derramándose sobre nuestro cuerpo el signo del agua,
somos
penetrados por la gracia de Dios y somos llamados por el Bautismo a
participar de la vida de Dios, pasando a ser sus hijos. Por eso somos
llamados a participar de su eternidad, y a vencer la muerte para
resucitar como Jesús, al fin de los tiempos...
El Bautismo hace
posible que
nuestra vida no tenga fin. Nos hace vivir en la fe y de la fe, y abre
nuestra vida a un destino de eternidad. Por eso nos dice hoy San Juan
en la Carta que hemos leído que el que cree en Jesús ha nacido de Dios,
y que la victoria que triunfa sobre un mundo que sin Dios tiende a la
destrucción es precisamente nuestra fe, que sellamos en el Bautismo.
Jesús nos salvó de la destrucción haciéndonos renacer por el Bautismo y
renovándonos por el Espíritu Santo, haciéndonos herederos, como hijos
de Dios, de lo que pertenece sólo a Dios, la Vida eterna...
Pero como sucede siempre con los dones de Dios, el Bautismo es no sólo
un don sino también una tarea, es decir, un don que conlleva una tarea,
que
consiste en responder al don recibido. Por eso San Juan nos habla hoy
también de la consecuencia más clara y evidente de la fe, que es el
amor. La fe nos lleva a amar a Dios, y a todos los hombres, y el amor
se manifiesta en el cumplimiento de los mandamientos, que se resumen en
el más importante, que es precisamente el del amor. El don del
Bautismo, entonces, se nos da gratuitamente, como dice hoy el profeta
Isaías, pero al mismo tiempo exige una respuesta. El don del Bautismo
nos salva, pero no lo hace en forma automática, sino que reclama
nuestra respuesta y compromiso. Como decía San Agustín: "Dios, que te
creó sin ti [sin pedirte permiso], no puede salvarte sin ti [sin
pedirte permiso]"...
Dios Padre se hace presente en el Bautismo de Jesús y nos llama su
atención sobre Él, para que prestemos atención a su Palabra,
que nos
señala con claridad el camino que nos lleva a la meta a la que nos ha
invitado. El Espíritu Santo también se manifiesta ese día en forma de
paloma, para que no tengamos duda que Dios, con toda la frescura de su
amor, nos ha hecho sus hijos y nos ha llamado a compartir su Vida...
3. DIOS NOS OFRECE
GRATUITAMENTE SU AMOR, Y
ESPERA LA RESPUESTA DE NUESTRO AMOR... Si estamos sedientos, nos decía
ya el profeta Isaías, acerquémonos a beber el agua que Dios nos quiere
dar. Si no tenemos dinero, acerquémonos igual, que nada nos va a
faltar. Dios nos ofrece su Espíritu, que aletea sobre nosotros desde
las
aguas del Bautismo, y con Él nos llena de su Amor. Este Espíritu de
Dios que nos alimenta con su Amor nos ayuda a ser fieles a Jesús,
escuchando su Palabra y guiándonos por ella, para vivir como hijos de
Dios, y unirnos plenamente a Él cuando llegue el final de esta etapa
terrena de nuestra vida, que no es, sin embargo, la etapa final, sino
sólo un tiempo provisorio. Porque por el Bautismo, nuestra vida tiene
un destino de eternidad...
Pero hay que tener en cuenta que, así como Dios, en su intimidad, es
puro Amor y donación de sí, los hijos de Dios somos llamados a vivir en
su amor, y por esto mismo a manifestar nuestra fe con obras de amor.
Nosotros, bautizados en Jesús, animados por su
Espíritu, participamos de su misión: también para nosotros esa misión
consiste en pasar nuestra vida haciendo el bien. Dios nos ha elegido
para esto con predilección. Por lo tanto, mientras pedimos al cielo y a
la tierra, a Dios y
a los hombres, que se haga justicia para todos los que de diversa
manera hoy se encuentran heridos o lastimados en su condición humana,
tanto por las fuerzas de la naturaleza como por la desidia o la
injusticia humana, nos toca
tratar de responder a las circunstancias en las que vivimos siendo
nosotros mismos signos eficaces del amor de Dios...