Esta fue mi predicación de hoy, 24 de mayo de 2009,
Ascensión
del Señor del Ciclo Litúrgico B, en la Abadía Santa
Escolástica y en el Hogar
Marín:
1. SI
SÓLO USAMOS LOS DIARIOS,
LA RADIO Y LA TELEVISIÓN, NO SERÁ FÁCIL ENCONTRAR BUENAS NOTICIAS...
Todos
queremos estar informados. Por eso nos gusta leer los diarios,
especialmente si tenemos un tiempo tranquilo para hacerlo (ya sea en su
versión tradicional en papel o, utilizando las nuevas herramientas, a
través de Internet, que nos permite acceder a varios distintos en poco
rato, sin las barreras del costo y la distancia)...
También
es posible que nos guste
escuchar la radio (algunas emisoras se dedican especialmente a las
noticias, a toda hora del día) o mirar la Televisión (donde también hay
algunas emisoras que se dedican exclusivamente a las noticias, y otras
que tienen noticieros periódicos)...
De todos modos, todo esto no alcanza para estar bien informados. Es
difícil que en los medios de comunicación se den espacios para las
"buenas noticias", ya que su preocupación central de estos medios
informativos parece ser "facturar" a los clientes que ponen las
propagandas, y eso parece más fácil hacerlo captando la atención con
escándalos y otras cosas llamativas. Parecen estar siempre despiertos
para hacer de la desgracia o de los problemas una noticia, sin prestar
atención a lo que sucede de bueno...
Parecería que no
despiertan atracción los esfuerzos, las cosas buenas y
los frutos silenciosos que muchos logran hacer todos los días a lo
largo del mundo.
Cada día muchos médicos salvan vidas y muchas personas han auxiliado a
otros con exquisita caridad, construyendo ese entramado ininterrumpido
del amor fraterno. Todas
esas cosas no aparecen habitualmente en los medios de comunicación,
pero forman parte de la realidad, es más, constituyen la parte más
importante...
Quiere decir que para estar bien informados no basta estar
atentos
a los medios de comunicación social. Allí nos aparecerá casi siempre
una realidad cercenada, ya que parece tener cabida en ellos sólo el
lado malo de las cosas. Tampoco aparecen en los medios, al menos de
modo habitual, las noticias que tiene Dios para darnos, y que son muy
buenas. Hoy la Solemnidad de la Ascensión, que con júbilo celebramos,
nos trae de parte de Dios una noticia que no podemos dejar pasar...
2. JESÚS
SUBIÓ AL CIELO PARA ABRIRNOS SUS
PUERTAS, Y ASÍ PODAMOS ESTAR CON ÉL ALLÍ... Después de su resurrección
y de haberse aparecido a los Apóstoles hasta que éstos hubieron
comprendido todo lo sucedido, "Jesús fue llevado al cielo y
está sentado a la derecha de Dios". En esto consiste la
Ascensión. El
lugar de Jesús, Hijo de Dios, está en el Cielo. Y volviendo allí ha
abierto para nosotros las puertas del Cielo de modo que, cuando llegue
el momento (nadie parece tener apuro), también nosotros podamos
alcanzar esa meta para la que Dios
nos ha hecho...
Ese lugar
no es sólo el de Jesús, por su
misericordia y para nuestra salvación, es también para nosotros
"nuestra casa". Tenemos
un destino de eternidad, y esto nos señala con claridad la meta a la
que
Dios nos convoca. Nosotros estamos todavía en la tierra pero con
Jesús, que se ha hecho nuestro hermano y es Cabeza de un Cuerpo del
que nosotros somos parte, algo de nosotros ya ha llegado al Cielo. Hay
que tener en cuenta, sin embargo, que no participaremos del Cielo de
una manera automática...
"El que crea y se bautice, se salvará. El que no crea, se condenará",
dice Jesús. La fe y el Bautismo (como también los demás sacramentos)
nos hacen participar de la vida de Jesús. El rechazo de Jesús (propio
del que, conociendo a Jesús porque le ha sido presentada con fidelidad
su Palabra, no lo acepta y no cree), impide participar de su salvación,
que Dios no impone a nadie, pero ofrece a todos. Pero ni siquiera la fe
tiene un efecto automático...
De la
mano de la fe van sus
obras. Por esta razón creer en Jesús es no solamente aceptar
su Palabra, sino vivir conforme a ella. Por eso también a los
Apóstoles, que creyeron en Jesús, la fe no los dejó igual que antes de
haberlo conocido, sino que les cambió la vida. Y Jesús, que les dio ese
regalo de la fe, les encargó también una tarea, los hizo mensajeros de
lo que ellos mismos habían recibido. No es posible, para quienes hemos
recibido esta buena noticia de nuestra participación en el Cielo,
quedarnos mirando para allí. Con su Ascensión Jesús unió la tierra con
el Cielo, tendió un camino que eliminó una distancia que nosotros solos
no podíamos recorrer. Pero ese camino no puede recorrerse de cualquier
modo. Sólo es posible hacerlo según el modo que nos enseñó Jesús. Y
recorrer ese camino que une la tierra con el Cielo nos lleva la vida
entera, hasta que lleguemos al amanecer de la nueva Vida a la que Dios
nos llamó...
3. UNA BUENA NOTICIA:
EL CAMINO DEL AMOR NOS LLEVA DE LA TIERRA AL CIELO... Sabemos que
los periódicos y las radios no nos dan toda la información que es
posible, porque suelen inclinarse por las noticias más escandalosas,
quizás porque venden más a costa de la morbosidad de nuestra condición
humana herida. Pero sabemos también que hay otros modos de informarnos,
y otros modos de producir información...
Nuestra mirada tendrá
que estar siempre elevada, apuntando al Cielo, donde está nuestra meta.
Pero para llegar allá tendremos que caminar con los pies siempre
firmes, sobre la tierra. Es aquí donde se encuentra el camino que nos
lleva al Cielo. Y viendo a los que nos rodean, encontraremos fácilmente
los mil y un gesto en los que nuestro amor podrá hacerse servicio a
nuestros hermanos, comenzando por los más cercanos, para recorrer con
perseverancia el camino del amor, el único que lleva al Cielo...
No basta
quedarse sentados esperando
noticias. Hay que producirlas de verdad, con gestos concretos de amor.
El camino que Jesús tendió entre la tierra y el Cielo es un
camino que debe recorrerse cada día...
Nosotros estamos llamados a transitar por este camino de la misma forma
que nos enseñó Jesús, siempre fieles en el amor. Bastará que nos
animemos, en primer lugar, a vivir de manera coherente nuestra vida,
siempre con la mirada en el Cielo y los pies bien seguros en la tierra.
Y también, como consecuencia, que nos
animemos a pregonar, no sólo con las palabras sino especialmente con
los hechos, con lo
que hacemos cada día, las buenas noticias que genera el amor al que nos
llama
Jesús. Sin duda, nosotros tenemos buenas noticias para anunciar, y la
mejor de todas es que el amor al que Jesús nos llama nos hace transitar
un camino que nos lleva al Cielo...