Esta fue mi predicación de hoy, 7 de diciembre de
2008,
Domingo II de Adviento del Ciclo
Litúrgico B, en la
Abadía Santa
Escolástica y en el Hogar
Marín:
1. PARA RECIBIR BIEN A
LAS VISITAS, HAY QUE
PONER EN ORDEN TODA LA CASA... Una de las cosas que siempre sorprende a
los visitantes del Hogar Marín, es que todo está siempre limpio,
ordenado y reluciente. Es como si la casa estuviera siempre preparada
para recibir visitas, y así es efectivamente. De hecho, los ancianos
residentes en la casa una día fueron recibidos por primera vez, y de
visitantes pasaron a huéspedes, cuando su condición de necesidad o de
abandono, o ambas, hicieron de esa casa su Hogar (son
ochenta los ancianos que hoy son residentes en el Hogar, como en casi
todos los de las Hermanitas en el mundo entero). Desde la puerta de
entrada la casa está siempre limpia ordenada y reluciente, como una
casa preparada para recibir visitas...
Pero este orden no se
ve sólo dentro de la
casa, también el jardín luce de esta manera. Desde la imagen de la
Virgen, en la entrada, siempre rodeada de un cantero floreciente, hasta
la de San José, con igual cuidado, pasando por la gruta del fondo en la
que se encuentra la imagen de Nuestra Señora de Lourdes, como los más
mínimos detalles de cualquier lugar de la casa, todo reluce, como
cuando alguien se ha preparado para recibir visitas, y así está la casa
entera todos los días...
Todo esto, sin duda,
no se hace sin el
esfuerzo y el trabajo de muchos, y en realidad de todos. Está quien
toma el
rastrillo, quien recorre los pasillos con un secador y un trapo de
piso, quien limpia la vajilla, quien ordena el lavadero, y todos los
que pueden hacerlo por sus propios medios se ocupan de guardar la ropa
en el ropero, que la ropa sucia vaya a parar al lavadero, que los
zapatos estén en su lugar, que los platos que se
han usado estén limpios. Es decir, tener la casa preparada para recibir
visitas requiere el trabajo y la colaboración de todos. Así como hay
que quitar un montón de cosas que se interponen en el camino de los que
van a llegar (los paraguas, las camperas y los demás abrigos no pueden
quedar amontonados en la entrada, como tampoco las valijas o
portafolios, las cartas o las cuentas que
han llegado por correo, y ese montón de papeles que nunca se sabe dónde
poner y terminan amontonados en la mesa más cercana a la entrada),
también hay que poner algunas cosas. Por ejemplo algunas flores, un
poco de perfume o un sahumerio. A lo mejor hay que colgar un cuadro que
hace tiempo está ahí apoyado en una pared o sobre un mueble,
esperando que "mañana" alguien lo cuelgue. A lo mejor hay que
reemplazar una bombita que se quemó...
En resumen, cuando tenemos invitados en casa hay que
facilitarles
la entrada quitándoles los obstáculos y poniendo todo lo que puede
ayudarles a sentirse cómodos. De la misma
manera ahora, en este tiempo de Adviento en el que Jesús es el que se
acerca y viene a nosotros porque viene en esta Navidad, todos tenemos
que ponernos en movimiento y prepararnos para recibirlo...
2. SI
QUEREMOS PREPARARLE
NUESTRA CASA A JESÚS, NECESITAMOS CONVERTIRNOS... Nuevamente Jesús
viene a nosotros, como en la primera Navidad, la de Belén. En ese
momento sólo hubo un Pesebre para recibir a Dios hecho hombre. Ahora
celebramos de nuevo la Navidad, como cada año, y tenemos una nueva
oportunidad para recibirlo a Jesús como lo hicieron María,
José y los Pastores en la primera Navidad, dejándonos iluminar
por
la Luz que Jesús trae a nuestras vidas...
Sabemos que Jesús viene para todos los hombres de todos los
tiempos. Sin embargo no todos lo recibieron ni todos lo reciben hoy.
Por eso en este segundo Domingo de Adviento la Iglesia nos pone ante la
predicación de San Juan Bautista, que con toda claridad y contundencia
nos dice que, para prepararnos a recibir a Jesús, necesitamos
convertirnos. Esa es la manera de prepararle un lugar a Jesús y ser
capaces de recibirlo en nuestra casa...
Como siempre, Jesús
viene a nosotros pero no
impone su presencia. Para que llegue a nosotros tenemos que abrirle el
corazón. Y para
que Jesús pueda entrar en nuestro corazón tenemos que quitar las
barreras que le impide estar en él a sus anchas, tenemos que allanarle
los caminos, nos dice San Juan el Bautista con su predicación en el
desierto, tan necesaria hoy como ayer...
Para recibirlo a
Jesús, entonces, es
necesario quitar todo lo que sobra en nuestro corazón. No será la ropa,
los zapatos o los paraguas que han quedado tirados, como cuando
ordenamos la casa. Pero es posible que haya otro montón de cosas que
tenemos que quitar. Nuestros egoísmos, nuestras cegueras, nuestras
pequeñeces que no nos dejan alimentarnos de la grandeza de Dios.
Tendremos que quitar nuestras prepotencias, nuestros desplantes,
nuestros odios, nuestras indiferencias, nuestras venganzas...
Además de todo lo que tengamos para quitar, será necesario poner en
nuestro corazón todo lo que nos falta para que Jesús pueda alojarse
allí a gusto. No alcanzará con poner flores o un poco de perfume o
algunos adornos en nuestra casa. Será necesario, en cambio, "rellenar
los
valles" que tiene nuestro corazón, haciendo más fuerte nuestra oración,
más audaz y comprometido nuestro amor, más constante e insistente
nuestra capacidad de perdón. En definitiva, será necesario que nuestro
corazón se impregne de la Palabra de Dios, que encuentre
un lugar en nuestro corazón la Cruz salvadora de Jesús. De ese
modo podrá hundir sus raíces en nuestro corazón el árbol fuerte de la
fe que, cobijado por el follaje de la esperanza, será capaz de dar
frutos de amor...
3. JESÚS
VENDRÁ AL PESEBRE QUE LE HAGAMOS CON
AMOR EN NUESTRO CORAZÓN... En definitiva, como siempre, para preparar
esta Navidad convendrá tener en cuenta que no son grandes palacios ni
grandes mansiones las que buscará Jesús para alojarse. Le bastará un
sencillo Pesebre...
Nosotros tenemos ahora
una nueva oportunidad para armar ese Pesebre en
nuestro corazón. Con prisa y sin pausa (el tiempo del Adviento
es breve), tenemos que ir poniendo madera tras madera, y reuniendo el
pasto que le hará de colchón a Jesús que ya viene. Lodremos
hacer de una manera visible, si seguimos la costumbre de empezar a armar
el Pesebre de nuestra casa a partir del 8 de diciembre. Pero
para que el Pesebre hogareño no sea sólo una representación
exterior, podríamos proponernos que cada figura que vamos agregando al
Pesebre, cada adorno que le sumamos, sea el signo y se encuentre
respaldado por un gesto de nuestra conversión y de nuestro amor. Que
cada adorno o representación que agreguemos al Pesebre signifique algo
que hemos hecho, creciendo en nuestra oración o en gestos comprometidos
de servicio, que vayan haciendo cada día nuestro corazón a la medida de
Jesús, para que Él encuentre en el corazón de cada uno de nosotros el
Pesebre de su predilección...
Providencialmente las Hermanitas de los Pobres, que cuidan del Hogar
Marín, realizan en todo el mundo la renovación de su consagración
religiosa el 8 de diciembre. Al amparo de la Inmaculada Concepción,
renuevan sus votos de pobreza, castidad y obediencia, así como el
especial voto de hospitalidad que las caracteriza y las consagra a
hacer de sus Hogares de ancianos lugares donde el amor servicial recibe
a Jesús todos los días en el rostros de los ancianos pobres. Podremos
acompañarlas cuando lo hagan mañana en la Misa de las 11 horas...