Cerca del pesebre para recibir su luz...
Queridos amigos:
Esta es mi predicación del Domingo 15 de diciembre de 2002, Tercer Domingo
de Adviento. La urgencia por terminar unas sentencias que debía al Tribunal
Eclesiástico Nacional me impidió enviarla antes. Agradezco a los que se
preocuparon, y me enviaron su pregunta por la demora. Me basé en estas frases de
las lecturas bíblicas del día:
- El espíritu Señor me envió a llevar la buena noticia a los pobres, a
vender los corazones heridos, a proclamar la liberación a los cautivos y
la libertad a los prisioneros... Porque así como la tierra da sus brotes
y un jardín hace germinar lo sembrado, así el Señor hará germinar la justicia
y la alabanza ante todas las naciones (Isaías 61, 1 y 11).
- Estén siempre alegres... No extingan la acción del Espíritu; no
desprecien las profecías; examínenlo todo y quédense con lo bueno (1
Tesalonicenses 5, 16 y 19-21).
- Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. Vino como
testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio
de él... Y él les dijo: «Yo soy una voz que grita en el desierto: Allanen
el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías» (Juan 1, 6-7 y
23).
1.
NOS HACE MUCHA FALTA LA LUZ, PERO MUCHO MÁS LA ALEGRÍA... Aunque, es cierto,
recién nos damos cuenta cuando nos faltan...
Es notable cómo uno se acostumbra. Cuando se corta la electricidad (y es
probable, o al menos posible, que este verano nos pase mucho), tardamos en
darnos cuenta que no está. Al menos a mí me pasa, hasta que me acomodo y prendo
unas cuantas velas, mientras asumo que no puedo usar la computadora, que voy de
una habitación a otra de la casa, muevo la llave para tratar de encender la luz,
y aunque sé que no hay electricidad, invariablemente lo vuelvo a hacer
mecánicamente, en cada lugar donde entro... Se ve que estamos muy acostumbrados
a la electricidad y a la luz que nos da, y nos hace falta...
Pero en realidad, aún mucha más falta nos hace la alegría. Cuando se acerca
esta nueva Navidad, que como todas es especial, pero esta vez marcada no sólo
por los posibles cortes de electricidad sino también por las caras largas y la
dificultad para encontrar motivos de alegría, no hay más remedio que mirar a lo
esencial y en profundidad, porque en la superficie sólo aparece la oscuridad y
la tristeza...
2.
JESÚS VIENE PARA SER NUESTRA LUZ Y NUESTRA ALEGRÍA...
Esto es lo esencial, y lo más profundo de la Navidad, que esperamos. Jesús,
Dios que se acerca a los hombres hasta hacerse hombre para salvarnos, viene como
el Niño del que surge la Luz, y que trae la alegría...
Por eso, siempre es posible la Navidad. No depende del clima en el que
estamos, ni de la situación en la que nos encontramos. Porque no es una Fiesta
para celebrar lo que tenemos, sino para recibir lo que necesitamos, que Jesús
nos trae, como fuente de la Luz y de la alegría.
Es necesario experimentar la Luz y la Alegría que Jesús nos trae, para
transmitirlas y reflejarlas de un modo fiel. Por otra parte, quien las
experimenta, no puede dejar de transmitirlas, porque la Luz siempre se
refleja, como hizo San Juan Bautista, que fue testigo de la Luz, y la Alegría se
contagia, con más fuerza y poder que la tristeza, que abunda en nuestros
días.
Esto me lleva a imaginar, muchas veces, lo que algunos pueden creer que es
sólo un sueño, y que sin embargo yo creo que puede ser una realidad, si nos
dejamos llevar hasta las últimas consecuencias por lo que creemos. Me imagino
cómo sería nuestra realidad, si transmitiéramos la Luz y la Alegría que Jesús
aporta a nuestras vidas. Verdaderamente, aunque parezca un camino imposible de
recorrer, no hay otro más corto y mejor, para que nuestras familias, nuestros
barrios, nuestras universidades, nuestras cámaras de diputados y senadores,
nuestros gobernantes y todo lo que queramos agregar en la lista sean lo que
deben ser, que impregnar cada una de estas realidades con la Luz y la Alegría
que vienen de Jesús. Y somos nosotros, este "pequeño porcentaje" del 6 % de la
población de nuestro país que semanalmente se alimenta de Jesús los que estamos
en mejores condiciones para ser testigos de esta Luz y esta Alegría... Pero, de
todos modos, para eso hay una condición fundamental:
3.
HAY QUE ESTAR CERCA DEL PESEBRE PARA RECIBIR SU LUZ... Allí viene Jesús, en ese
único lugar, humilde y escondido, que estuvo a su disposición cuando nos
visitó.
Ya han empezado a circular correos electrónicos que, para proponer una
Navidad distinta, nos invitan a no gastar plata en cohetes, cañitas voladoras y
otros yerbas por el estilo. Y está bien, es muy bueno. Ya hace tiempo que yo
llamo la atención de la paradoja de querer celebrar al Príncipe de la Paz con
los ruidos de la guerra... Pero con eso no alcanza. Hace falta algo más. Si
queremos recibir de Jesús la luz y la alegría que nos hacen falta, nos tenemos
que acercar al pesebre... Como José, como María... Hay que estar donde Jesús
viene, para recibir su Luz y su Alegría. Y para eso sirve este tiempo de
Adviento, para acercarnos al pesebre, que ponemos en casa para que sea un lugar
de oración y de encuentro con Jesús, que viene para salvarnos, y darnos luz y
alegría...
Un abrazo y mis oraciones.
Predicaciones del P. Alejandro W. Bunge: