Cerca del pesebre para recibir su luz...

Queridos amigos:
 
Esta es mi predicación del Domingo 15 de diciembre de 2002, Tercer Domingo de Adviento. La urgencia por terminar unas sentencias que debía al Tribunal Eclesiástico Nacional me impidió enviarla antes. Agradezco a los que se preocuparon, y me enviaron su pregunta por la demora. Me basé en estas frases de las lecturas bíblicas del día:

 
1. NOS HACE MUCHA FALTA LA LUZ, PERO MUCHO MÁS LA ALEGRÍA... Aunque, es cierto, recién nos damos cuenta cuando nos faltan...
 
Es notable cómo uno se acostumbra. Cuando se corta la electricidad (y es probable, o al menos posible, que este verano nos pase mucho), tardamos en darnos cuenta que no está. Al menos a mí me pasa, hasta que me acomodo y prendo unas cuantas velas, mientras asumo que no puedo usar la computadora, que voy de una habitación a otra de la casa, muevo la llave para tratar de encender la luz, y aunque sé que no hay electricidad, invariablemente lo vuelvo a hacer mecánicamente, en cada lugar donde entro... Se ve que estamos muy acostumbrados a la electricidad y a la luz que nos da, y nos hace falta...
 
Pero en realidad, aún mucha más falta nos hace la alegría. Cuando se acerca esta nueva Navidad, que como todas es especial, pero esta vez marcada no sólo por los posibles cortes de electricidad sino también por las caras largas y la dificultad para encontrar motivos de alegría, no hay más remedio que mirar a lo esencial y en profundidad, porque en la superficie sólo aparece la oscuridad y la tristeza...
 
2. JESÚS VIENE PARA SER NUESTRA LUZ Y NUESTRA ALEGRÍA...
Esto es lo esencial, y lo más profundo de la Navidad, que esperamos. Jesús, Dios que se acerca a los hombres hasta hacerse hombre para salvarnos, viene como el Niño del que surge la Luz, y que trae la alegría...
 
Por eso, siempre es posible la Navidad. No depende del clima en el que estamos, ni de la situación en la que nos encontramos. Porque no es una Fiesta para celebrar lo que tenemos, sino para recibir lo que necesitamos, que Jesús nos trae, como fuente de la Luz y de la alegría.
 
Es necesario experimentar la Luz y la Alegría que Jesús nos trae, para transmitirlas y reflejarlas de un modo fiel. Por otra parte, quien las experimenta, no puede dejar  de transmitirlas, porque la Luz siempre se refleja, como hizo San Juan Bautista, que fue testigo de la Luz, y la Alegría se contagia, con más fuerza y poder que la tristeza, que abunda en nuestros días.
 
Esto me lleva a imaginar, muchas veces, lo que algunos pueden creer que es sólo un sueño, y que sin embargo yo creo que puede ser una realidad, si nos dejamos llevar hasta las últimas consecuencias por lo que creemos. Me imagino cómo sería nuestra realidad, si transmitiéramos la Luz y la Alegría que Jesús aporta a nuestras vidas. Verdaderamente, aunque parezca un camino imposible de recorrer, no hay otro más corto y mejor, para que nuestras familias, nuestros barrios, nuestras universidades, nuestras cámaras de diputados y senadores, nuestros gobernantes y todo lo que queramos agregar en la lista sean lo que deben ser, que impregnar cada una de estas realidades con la Luz y la Alegría que vienen de Jesús. Y somos nosotros, este "pequeño porcentaje" del 6 % de la población de nuestro país que semanalmente se alimenta de Jesús los que estamos en mejores condiciones para ser testigos de esta Luz y esta Alegría... Pero, de todos modos, para eso hay una condición fundamental:
 
3. HAY QUE ESTAR CERCA DEL PESEBRE PARA RECIBIR SU LUZ... Allí viene Jesús, en ese único lugar, humilde y escondido, que estuvo a su disposición cuando nos visitó.
 
Ya han empezado a circular correos electrónicos que, para proponer una Navidad distinta, nos invitan a no gastar plata en cohetes, cañitas voladoras y otros yerbas por el estilo. Y está bien, es muy bueno. Ya hace tiempo que yo llamo la atención de la paradoja de querer celebrar al Príncipe de la Paz con los ruidos de la guerra... Pero con eso no alcanza. Hace falta algo más. Si queremos recibir de Jesús la luz y la alegría que nos hacen falta, nos tenemos que acercar al pesebre... Como José, como María... Hay que estar donde Jesús viene, para recibir su Luz y su Alegría. Y para eso sirve este tiempo de Adviento, para acercarnos al pesebre, que ponemos en casa para que sea un lugar de oración y de encuentro con Jesús, que viene para salvarnos, y darnos luz y alegría...


Un abrazo y mis oraciones.
 
P. Alejandro W. Bunge
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