No hay tiempo que perder...

Queridos amigos:
 
Esta es mi predicación del 1 de diciembre de 2002, Primer Domingo de Adviento, en el Hogar Marín. Me apoyé en las siguientes frases de las lecturas bíblicas de hoy:

 
1. LAS FIESTAS COMIENZAN YA DESDE EL MOMENTO MISMO EN QUE EMPEZAMOS A PREPARARLAS... Sobre todo cuando las preparamos junto con otros, como solemos hacerlo en las fiestas de familia.
 
En el Hogar acabamos de despedir a Madre Ignacia (la Superiora), que se ha ido a su nuevo destino, después de los seis años que dirigió esta casa, pero ya comenzamos a prepararnos para recibir a Madre María Nieves, que en poco más de una semana llegará para asumir esa tarea. Pero también, comenzamos hoy, junto con toda la Iglesia a preparar la Navidad. Es una fiesta de familia. Festejamos porque Jesús vino. Vino niño y pobre. Fue bueno y trabajador. Con sus Palabras de Verdad y sus hechos de Amor, nos trajo la salvación, al precio de su propia vida, que entregó gustoso en la cruz, para salvar la nuestra, condenada al fracaso del dolor y de la muerte.
 
Hay que estar prevenidos y despiertos, porque hay muchas cosas que nos distraen, y puede ser que no preparemos nada de esta fiesta y nos quedemos sin ella, o que nos quedemos en la cáscara, sin llegar al corazón de la misma (sería como preparar una torta, en la que nos quedamos en la crema, el chocolate o el dulce de leche de afuera, pero no preparamos el biscochuelo, que es el que sustenta todo lo demás, y el que alimenta). Nos quedaríamos en la cáscara si sólo pensáramos en los adornos de la casa, las tarjetas de saludo, las comidas especiales, las despedidas de fin de año (huelo que este año serán muy pocas, y muy discretas, ante la realidad que se nos impone con su crudeza...). Pero lo verdaderamente sustancioso será que preparemos es la venida de Jesús...
 
2. NOS PREPARAMOS PARA RECIBIR A JESÚS, QUE VINO EN UN PESEBRE, QUE VIENE CADA DÍA, Y QUE VENDRÁ EN EL ÚLTIMO DÍA... de nuestra vida, es decir, a la hora de la verdad, en el momento final y decisivo, que no sabemos cuándo será. Lo que celebramos nos marca cuáles son las cosas importantes, y las que no podemos olvidar a la hora de preparar la Navidad, para que sea una fiesta de verdad.
 
Dios viene al encuentro de los que practican la justicia y se acuerdan de sus caminos, nos dice hoy el profeta Isaías.  Por lo tanto, si queremos prepararnos para recibir a Jesús, tenemos que recordar cuáles son los caminos por los que viene, y practicar la justicia, para econtrarnos con Él. En cuanto a esos caminos, los hemos visto con claridad en los últimos domingos: el viene de la manos de los que tienen hambre y sed, de los que están desnudos y sin casa, de los que están enfermos o presos. Y practicar la justicia con ellos es ponernos como Jesús, a su servicio, con mucho amor.
 
Para encontrarnos con Jesús, que viene, no basta un día, como la Navidad, ni esperar de brazos cruzados el día del juicio final. Es tarea de todos los días, porque Él viene a nuestro encuentro con esa inusual frecuencia, a través de su Palabra, con sus gestos de amor en los Sacramentos, y con su presencia sensible a través de nuestros hermanos. Para recibirlo tendremos que estar atentos a su Palabra, alimentarnos intensamente con los Sacramentos, y hacer el esfuerzo de entendernos con nuestros parientes, vecinos, amigos, conciudadanos, enemigos, con los que nos visitan y con los que nos olvidan, con los que nos cuidan y con los que nos maltratan, con el mundo entero.
 
El camino es el esfuerzo para entendernos, que en estos días podemos aplicar a parientes, vecinos, amigos y enemigos, buscando con oración, sacrificio, fe y alegría, preparar juntos esta Navidad.
 
3. NO HAY TIEMPO QUE PERDER. HAY QUE ESTAR DESPIERTOS. JESÚS LLEGA ENSEGUIDA... Las velas de la corona de adviento nos van indicando cada uno de los domingos que nos separan de la Navidad. Hoy encendemos una, el próximo domingo serán dos, y cuando queramos acordarnos, tendremos las cuatro encendidas, indicándonos que llega Jesús, la verdadera Luz que se enciende en nuestros corazones en Navidad.
 
Esta vez no podemos dejarlo sólo en un pesebre. Sabiendo que nos trae la salvación, nos toca prepararle un lugar donde pueda desplegar a sus anchas lo que tiene para darnos. Y el mejor lugar es nuestro corazón. Jesús llega en Navidad, en cada día, y al final, a la hora de la verdad. Hay que estar dispuestos a recibirlo siempre, y del mejor modo, para encontrar la paz...


Un abrazo y mis oraciones.
 
P. Alejandro W. Bunge
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