Una Palabra de Amor...
Queridos amigos:
Esta fue mi predicación de hoy, 14 de abril de 2006,
Viernes
Santo, en el Hogar
Marín:
1. ¿POR QUÉ TANTO SUFRIMIENTO, EL DE JESÚS EN
LA CRUZ Y EL QUE VEMOS EN EL MUNDO?... Cada año tenemos de nuevo la
oportunidad de volver sobre esta pregunta. La Lectura de la Pasión
según san Juan nos pone cada Viernes Santo ante esta pregunta
inevitable que nos plantea el sufrimiento que Jesús asumió para darnos
con su Vida la salvación. ¿No era posible para Dios otro modo de darnos
este don?...
Pero además, la Pasión de Jesús nos aparece como la suma y la
culminación de todo el dolor humano. Por eso la pregunta inmediatamente
se dirige también hacia todo el sufrimiento que cotidianamente nos
golpea. Esta pregunta también vuelve cada año, porque hoy tenemos
dolores que hasta ahora no conocíamos. Quizás un hueso que el año
pasado todavía no nos molestaba, o una víscera que hasta ahora
funcionaba bien pero ya no, o un fibra de nuestro corazón que todavía
no se había visto golpeado por una realidad que no hiere
profundamente...
Si abrimos todavía más nuestra mirada, enseguida desfilarán delante de
nuestros ojos las siempre renovadas imágenes de tanto dolor inútil que
da vuelta por el mundo. El de los niños que no tienen para comer, hasta
morir de hambre; el de las familias que no encuentran el trabajo que
les permita subsistir dignamente, ni el techo donde estar y sentirse en
casa; el de las guerras por el dominio de algún lugar o algún bien
material que pasa a tener más valor que la vida de las personas; el de
los niños que no nacen por culpa del aborto, y el de los padres que,
sabiéndolo o no los han matado...
La respuesta surge de la misma Cruz de Jesús. Es una respuesta a la vez
silenciosa y contundente. Pero hay que abrir el corazón para recibirla,
porque la respuesta de Jesús sólo pone luz sobre el sufrimiento
hablándonos de Amor, y sólo se comprende la respuesta de Jesús si
estamos dispuestos a abrirnos al amor...
2. JESÚS DESDE LA CRUZ NOS DICE UNA PALABRA
DE AMOR, QUE PUEDE MÁS QUE TODO SUFRIMIENTO... Puede sorprendernos,
pero Jesús desde la Cruz no nos dice ninguna palabra que nos explique
las razones de su sufrimiento, del nuestro, y el de toda la humanidad.
No son palabras, por otra parte, las que necesitamos para comprender y
superar el dolor. Por eso en la Cruz Jesús calla y asume. Y de esa
manera nos da una respuesta a la vez silenciosa y contundente. Jesús
nos dice en la Cruz todo lo que Él mismo es, y todo lo que nos hace
falta. Simplemente nos dice, como recordaba ayer Benedicto XVI en su
predicación de la Misa de la Cena del Señor, que "El amor del Señor no
conoce
límites". Desde la Cruz Jesús no nos explica el sufrimiento,
simplemente lo asume, y haciéndolo nos muestra que el Amor de Dios por
todos y cada uno de nosotros no tiene medida. “Dios ama a su criatura,
el hombre; lo ama también en su caída y no lo abandona a sí mismo. Él
ama hasta el extremo", nos decía Benedicto XVI, y es ese amor que llega
hasta el extremo el que lo lleva a la Cruz...
De todos modos, aunque "El amor del Señor no conoce
límites", como nos recordaba Benedicto XVI, también tenemos que tener
en cuenta, como él mismo nos lo decía en la misma ocasión, "el hombre
puede ponerle un límite al amor de Dios". Y ahí tenemos la razón, el
motivo, la explicación de todo el sufrimiento de Jesús en la Pasión y
en la Cruz, y de todo el sufrimiento humano...
Poncio Pilato no quiso poner en
peligro su puesto, que peligraba si había problemas en Jerusalén. Por
eso, aunque sabía que Jesús era inocente no lo defendió y lo entregó
para que los demás decidieran, y finalmente mandó ejecutar "la decisión
de los demás". A nosotros tampoco nos gusta perder el puesto (en el
trabajo, en la mesa, en el aula, en la sociedad), y quizás más de una
vez hemos sacrificado, al menos un poco, la justicia, con tal de
sostenerlo (como Poncio Pilato). Y esto
provoca a otros dolores, sufrimientos...
Barrabás sólo se preocupó por su propio bien y su libertad. Por
eso, se desentiende de lo que le pasa a Jesús, que será ejecutado en
vez de él, que ya estaba condenado. También nosotros, como
Barrabás, cuando nos preocupamos por lo nuestro sin que
nos importe demasiado las consecuencias que eso tiene para los demás,
podemos estar causando pequeños o grandes pero siempre injustos
sufrimientos...
A Judas le gustaba la plata, nos dice el Evangelio. Y la atracción del
dinero no le dejó ir más allá de los efímeros reinos de este mundo; por
eso, quizás desilusionado de Jesús, que habla de un Reino que no es de
este mundo, lo traicionó por unas treinta monedas. A nosotros también, como
a Judas, nos puede perder la atracción por el dinero.
Quizás no porque queramos ser millonarios y nos dediquemos para ello a
grandes estafas, pero con pequeñas trampas disimuladas, incluso con el
modo de ponernos frente a los impuestos, causamos algunos dolores de
cabeza a otros...
Somos todos un poco vehementes, y también cobardes, a la hora de
defender a Jesús y poner en claro nuestra fe ante los demás, como
Pedro. Pero, ¿de la misma manera somos rápidos para
reconocer nuestra falta y pedir perdón? No nos olvidemos que esto no se
hace sin causar dolor a los demás, y sufrimientos...
Somos rápidos, como Anás, Caifás y los demás sacerdotes
del tiempo de Jesús, por reclamar para nosotros privilegios. Pero,
¿estamos dispuestos a cederlos, cuando nos enfrentan con Jesús? En todo
caso, conviene que sepamos que esto no pude hacerse sin provocar dolor
en los demás, y hacernos responsables de sus sufrimientos...
Los soldados, que en la crucifixión
cumplían órdenes, en cuanto vieron la posibilidad de una ventaja no
pensaron en lo que podían hacer para aliviar el sufrimiento de Jesús,
se burlaron de su debilidad y se repartieron sus vestiduras. Quizás no
lleguemos nosotros a decisiones tan duras, pero quizás también más de
una vez sólo pensemos cómo aprovechar las circunstancias para que
lleven agua hacia nuestros molinos, desentendiéndonos de los
sufrimientos de los demás y de lo que podríamos hacer para aliviarlos...
Y en nuestra fe enseguida estamos prontos para reclamar los beneficios,
como el Pueblo que aclamó a Jesús el Domingo
de Ramos y clamó por su crucifixión el Viernes Santo. Esperamos de Dios
milagros y somos rápidos para pedir, sin tener, quizás, la misma
disposición para dar, haciéndonos, por lo tanto responsables del dolor
de los que tienen derecho a esperar algo de nosotros, y se quedan con
las manos vacías por nuestra inacción o nuestros silencio...
En definitiva, no es el sufrimiento que nos toca el que nos hace daño
sino que, como nos decía anoche Benedicto XVI, "es el rechazo al amor,
el no querer ser amado, el no amar. Es la soberbia que cree que no
tiene necesidad de purificación alguna, que se cierra a la bondad
salvadora de Dios. Es la soberbia que no quiere confesar y reconocer
que necesitamos de la purificación"...
Las palabras del Papa sobre Judas podrían a aplicarse a cualquiera de
nosotros cuando rechazamos el amor de Dios, poniéndole límites: "en
este apóstol vemos la naturaleza del rechazo. Él evalúa a Jesús según
las categorías del poder y del éxito: para él solo poder y éxito son
realidades, el amor no cuenta. El dinero es más importante que la
comunión con Jesús, más importante que Dios y que su amor. Y así, se
convierte también en un mentiroso, que juega doble y rompe con la
verdad, que vive en la mentira y pierde así el sentido de la verdad
suprema de Dios. En este sentido, él se endurece, se hace incapaz de la
conversión, del confiado retorno del hijo pródigo y arroja la vida
destruida". Como nos dice San Pablo en nombre de Jesús: "déjense
reconciliar por Dios" (2 Corintios 5, 20). Entonces, si queremos
superar el sufrimiento, dejémonos amar por Jesús, que en la Cruz abre
sus brazos para que nadie quede fuera de su abrazo de amor...
3. JESÚS EN LA CRUZ ES DIOS QUE AMA Y PERDONA
PARA LLEVARNOS A LA VIDA. POR ESO LA ADORAMOS... Está claro que nadie
lo arrastra a Jesús a la Cruz contra su voluntad. Él se entrega
libremente, porque con ese acto de amor y de sumisión, se entrega al
Padre para salvarnos. Por eso desde el silencio de la Cruz resuena de
manera tan contundente el Amor de Dios...
No nos hacen falta explicaciones del
sufrimiento, desde el momento en que Jesús lo ha convertido en la mayor
expresión del amor. No nos hace falta buscar culpables de la Cruz, sino
admirar este acto tan grande del Amor de Dios, empeñado en salvarnos.
Lo que realmente nos hace falta es dejarnos amar por este amor redentor
de Jesús. Esto nos llevará a adorar en el misterio de la Cruz a este
Dios de bondad infinita que a nadie deja abandonado, mientras lo siga
buscando...
Hoy es bueno tener presente esta perseverancia del Amor de Dios, que se
manifiesta en la Cruz hasta el extremo. Porque aunque hoy nuestra
celebración se detenga especialmente en este misterio, ahora
inmediatamente, después de la adoración de la Cruz, traeremos a Jesús
resucitado, hecho alimento en su Cuerpo que nos ha dejado en el
Sacramento de la Eucaristía. Así, alimentados con Jesús, nos
retiraremos en silencio de esta celebración, preparándonos para la
Vigilia Pascual, en la que todo convergerá hacia el centro de nuestra
fe, Jesús que puede sobre la muerte y el pecado, y con su Resurrección
nos ofrece la Vida...
Lecturas del Viernes
Santo, para la Celebración de la Cruz:
- Sí, mi Servidor triunfará: será exaltado y elevado a una altura
muy grande. Así como muchos quedaron horrorizados a causa de él, porque
estaba tan desfigurado que su aspecto no era el de un hombre y su
apariencia no era más la de un ser humano, así también él asombrará a
muchas naciones, y ante él los reyes cerrarán la boca, porque verán lo
que nunca se les había contado y comprenderán algo que nunca habían
oído. ¿Quién creyó lo que nosotros hemos oído y a quién se le reveló el
brazo del Señor? El creció como un retoño en su presencia, como una
raíz que brota de una tierra árida, sin forma ni hermosura que atrajera
nuestras miradas, sin un aspecto que pudiera agradarnos. Despreciado,
desechado por los hombres, abrumado de dolores y habituado al
sufrimiento, como alguien ante quien se aparta el rostro, tan
despreciado, que lo tuvimos por nada. Pero él soportaba nuestros
sufrimientos y cargaba con nuestras dolencia, y nosotros lo
considerábamos golpeado, herido por Dios y humillado. El fue traspasado
por nuestras rebeldías y triturado por nuestras iniquidades. El castigo
que nos da la paz recayó sobre él y por sus heridas fuimos sanados.
Todos andábamos errantes como ovejas, siguiendo cada uno su propio
camino, y el Señor hizo recaer sobre él las iniquidades de todos
nosotros. Al ser maltratado, se humillaba y ni siquiera abría su boca:
como un cordero llevado al matadero, como una oveja muda ante el que la
esquila, él no abría su boca. Fue detenido y juzgado injustamente, y
¿quién se preocupó de su suerte? Porque fue arrancado de la tierra de
los vivientes y golpeado por las rebeldías de mi pueblo. Se le dio un
sepulcro con los malhechores y una tumba con los impíos, aunque no
había cometido violencia ni había engaño en su boca. El Señor quiso
aplastarlo con el sufrimiento. Si ofrece su vida en sacrificio de
reparación, verá su descendencia, prolongará sus días, y la voluntad
del Señor se cumplirá por medio de él. A causa de tantas fatigas, él
verá la luz y, al saberlo, quedará saciado. Mi Servidor justo
justificará a muchos y cargará sobre sí las faltas de ellos. Por eso le
daré una parte entre los grandes y él repartirá el botín junto con los
poderosos. Porque expuso su vida a la muerte y fue contado entre los
culpables, siendo así que llevaba el pecado de muchos e intercedía en
favor de los culpables (Isaías 52, 13 - 53, 12).
- Hermanos: Y ya que tenemos en Jesús, el Hijo de Dios, un Sumo
Sacerdote insigne que penetró en el cielo, permanezcamos firmes en la
confesión de nuestra fe. Porque no tenemos un Sumo Sacerdote incapaz de
compadecerse de nuestras debilidades; al contrario él fue sometido a
las mismas pruebas que nosotros, a excepción del pecado. Vayamos,
entonces, confiadamente al trono de la gracia, a fin de obtener
misericordia y alcanzar la gracia de un auxilio oportuno. El dirigió
durante su vida terreno súplicas y plegarias, con fuertes gritos y
lágrimas, a aquel que podía salvarlo de la muerte, y fue escuchado por
su humilde sumisión. Y, aunque era Hijo de Dios, aprendió por medio de
sus propios sufrimientos qué significa obedecer. De este modo, él
alcanzó la perfección y llegó a ser causa de salvación eterna para
todos los que le obedecen (Hebreos 4, 14-16 y 5, 7-9)
- Pasión según san Juan (Juan 18, 1 - 19, 42).
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Predicaciones del P. Alejandro W. Bunge: