Esta fue mi predicación de hoy, 12 de febrero de 2006,
Domingo VI del Tiempo Ordinario del Ciclo Litúrgico B,
en el Hogar
Marín:
1. POR MOTIVOS DIVERSOS, ES
POSIBLE QUE NO NOS GUSTE TOCAR A ALGUNAS PERSONAS... Desde tiempos
inmemoriales se tuvo miedo a las enfermedades contagiosas, y por esta
razón se tomaban precauciones para no entrar en contacto con quienes
las padecían, por temor al contagio. Incluso libros religiosos, como el
Levítico, perteneciente al Antiguo Testamento,
describía con detalle, por ejemplo, lo que debía hacerse ante un
leproso, que debía ser alejado del contacto con todos los demás. Aunque
la norma se debía a que se consideraba a la lepra como un castigo por
el pecado, no cabe duda que su sentido era, además de religioso,
también higiénico (es necesario decir que, según los conocimientos
actuales, la lepra es una enfermedad que
no
se contagia fácilmente, y además es curable)...
Hay que decir que el lugar que ocupaba en
tiempos pasados la lepra hoy le corresponde el SIDA. Se tiene un temor
especial a su contagio, y salvo excepciones, es muy difícil encontrar
quien esté dispuesto a tratar con los que padecen esta enfermedad.
Además, como un de sus formas de transmisión (aunque no la única) se
debe a la promiscuidad sexual, en algunos ámbitos rápidamente genera
rechazo hacia el que la padece, como en su tiempo sucedía con la lepra.
Es de destacar que las Misioneras de la Caridad, fundadas por la Beata
Teresa de Calcuta, dedican mucho esfuerzo al trato y cuidado de los
enfermos terminales de SIDA, incluso en la diócesis de San Isidro, en
la casa que tienen para ello en Benavídez (calle Sarmiento y Mendoza,
teléfono 0054-3327-482723). La misma Beata Teresa de Calcuta brindó una
especial
atención
a los leprosos....
Sin embargo, los leprosos y los
enfermos de SIDA no son las únicas personas que no queremos tocar.
También puede suceder con los ancianos. En una sociedad como la
nuestra, que se va construyendo por el consumo y para el consumo, los
ancianos ya no sirven para producir. Además pueden recordarnos la
fragilidad de nuestra condición. Por esta razón muchas veces se le teme
a los ancianos, que son encerrados en geriátricos, donde nadie los ve y
"nadie los toca" (distinto es el caso del Hogar Marín, y los demás
Hogares de las
Hermanitas
de los Pobres, así como también de otros lugares similares, donde
los ancianos encuentran verdaderamente una Casa de familia, y una
familia que los recibe en la Casa). Porque esa es una consecuencia
inmediata para el que sufre esta marginación, se queda aislado...
Me parece que además hoy hay nuevos "segregados". Las personas buenas,
honestas, creyentes, se vuelven por eso mismo peligrosas para otras,
porque ponen en evidencia muchas falencias, hipocresías y maldades de
nuestro tiempo. Pienso en ciertos ámbitos del poder, político o
económico, y en sus instrumentos, como la prensa. En estos ambientes
personas con estas características pueden resultar molestas y
rápidamente sufrir el aislamiento, como en otros tiempos sucedía con
los leprosos y hoy sucede con los enfermos de SIDA. Vale, entonces,
preguntarnos, y hoy Jesús nos lleva a hacerlo, qué es lo que hay que
hacer con las personas que hoy están aisladas, segregadas, apartadas
del trato social, ya sea por sus enfermedades, o por cualquier otro
motivo. Y como cristianos que somos, será viéndolo a Jesús actuar con
ellos como aprenderemos los que nos toca hacer...