Se realiza cada día...

Hoy, 29 de enero de 2006, Domingo IV del Tiempo Ordinario del Ciclo Litúrgico B, he concelebrado la Misa Conventual en la Basílica de San Francisco, en Asís, presidida por el Cardenal Jorge Mejía. Me encuentro aquí con el Cardenal, haciendo un breve retiro de tres días. Me ha parecido oportuno en esta ocasión compartir con ustedes algunas reflexiones que, partiendo de la primera Encíclica de Benedicto XVI, "Dios es amor", me surgen espontáneamente en esta tierra franciscana:

Juan Pablo II, Canadá1. HAY QUIENES CON SU SOLA PRESENCIA IMPONEN UN RESPETO MUY ESPECIAL... Todos hemos conocido alguna persona con esas características tan especiales que, con su sola presencia, eran o son capaces de dejar una huella indeleble en todos los que entran en contacto con ellos. Quizás haya sido un abuelo o una abuela, o los propios padres, o un tío o tía, o algún otro pariente más o menos cercano. Así era también Juan Pablo II, que fue visto e incluso saludado personalmente por tantos millones de personas a lo largo de sus casi veintisiete años y medio de pontificado, en todas las cuales dejó un recuerdo imborrable. Pero esto no sucede sólo con las personas. También las ciudades tienen su propio "carácter y su propia "personalidad", que en algunos casos se impone inmediatamente a cualquier visitante...

La Ciudad de Asís es una de las que mejor ha conservado su carácter y personalidad medieval en toda Italia. Su reducido tamaño (son sólo trescientos los habitantes permanentes), sus angostas y empinadas calles, sus múltiples y variadas puertas a lo largo de su muralla, su construcción en piedra, conservando la fisonomía de ocho o nueve siglos atrás, le imprimen un sabor muy especial, que parece atravesar los siglos sin siquiera sufrir mella, y marcando con su impronta el corazón de la multitud de sus visitantes...

Basílica de San Francisco, AsísDe todos modos, esto no es lo más importante de la Ciudad de Asís. Sus Iglesias, comenzando con la Basílica de San Francisco (con su Iglesia superior, su Iglesia inferior y su Cripta, en la que se encuentra la tumba del santo y el Convento donde estoy pasando estos días) de por los frailes franciscanos conventuales, Santa Clara (en la que se encuentra el cuerpo de la santa) atendida por las Hermanas Clarisas, San Damián (lugar de la conversión de San Francisco y donde se instaló Santa Clara con sus seguidoras) y Santa María de los Ángeles (al pie de la colina, lugar donde San Francisco se instaló con sus primeros seguidores) atendidas por los frailes franciscanos menores, así como todas sus otras Iglesias (la Catedral dedicada a San Rufino en primer lugar) y sus múltiples lugares de peregrinación, llevan una huella muy especial, que inmediatamente eleva el pensamiento al pobre de Asís, San Francisco. ¿Qué hizo este santo durante su corta vida (murió a los cuarenta y cuatro años), para dejar marcada de tal modo una Ciudad que por generaciones y generaciones mantiene tan presente y tan viva su memoria?...

San Francisco y un leproso2. TODA AUTORIDAD PROVIENE DE DIOS, ES "EL AUTOR", QUE TODO LO HACE POR AMOR... Yo creo que San Francisco hizo algo muy sencillo, en tiempos en que la Iglesia se había complicado un poco, enredándose en las cosas del mundo. Simplemente, habiendo experimentado el fracaso jugando sus banderas en las contiendas mundanas, descubrió el corazón del Evangelio cuando un pobre leproso a quien encontró por el camino le pidió su ayuda. Siguiendo los relatos que tenemos de su conversión, en ese momento se le hizo la luz sobre la llave que le permitió comprender su existencia y el sentido de su vida. Descubrió que él, como todos los demás hombres y mujeres de todos los tiempos, provenía del Amor de Dios, el Autor de su vida, y que había sido hecho para el amor. Desde ese momento, dejó de lado todo lo secundario (riquezas, honores, veleidades), y se propuso vivir comprometido con el Evangelio, de la manera más sencilla e integral posible, en el amor...

Benedicto XVI Firma su EncíclicaBenedicto XVI, en su primera Encíclica titulada Dios es amor, dada a conocer el pasado 25 de enero, parece llamarnos a todos a hacer el mismo camino. En ella pretende darnos no sólo la imagen cristiana de Dios, sino también la consiguiente imagen del hombre y su camino, nos dice en la introducción de la Encíclica. Dios es en su naturaleza más íntima el Amor mismo, nos ha hecho por amor y nos ha hecho para el amor. De allí que, nos dice el Papa, no pueda pensarse que se comienza a ser cristiano por una decisión ética ("voy a ser bueno"), o por una gran idea ("voy a creer verdades"), sino por el encuentro con una Persona, Jesús, que da un nuevo horizonte a la vida, una orientación decisiva que nos cambia, como lo cambió en su momento a San Francisco...

La primera Encíclica de Benedicto XVI tiene dos partes. En la primera nos habla del amor de Dios, del cual el mismo Dios nos colma, por medio de la Cruz y la Resurrección de Jesús. El Papa pone en evidencia que Dios "nos amó primero". Antes que nosotros fuéramos capaces de nada, ni siquiera de la existencia, Dios nos ha precedido con su amor, y nos precede siempre. Por eso podemos estar seguros que Dios tiene una autoridad que nadie puede tener. Los que oían a Jesús se quedaban impresionados porque antes a nadie había oído hablar con esa autoridad. Es que nadie podía hablarles con la Autoridad propia del Autor de la Vida, si no era el mismo Dios. En la segunda parte de su Encíclica el Papa nos habla de nuestro amor como respuesta al amor de Dios. Podemos y debemos amar, a Dios y a nuestros hermanos, porque no hay otro modo de responder al amor que recibimos, que pueda colmar nuestra realización personal. Amando a Dios, que nos ama, vamos coincidiendo en nuestro querer con la voluntad y el querer de Dios. Y así en Dios, y con Dios, voy queriendo a todos los que Dios quiere, aprendiendo a las otras personas ya no sólo con mis ojos y sentimientos, sino con los ojos y los sentimientos de Jesús. De esta manera, progresivamente, voy haciendo posible que nadie quede fuera de mi amor (cf. ns. 17-18 de la Encíclica). Sin decirlo expresamente, el Papa nos ha definido así el corazón del espíritu franciscano, que no es otro que el corazón mismo del Evangelio de Jesús...

San Francisco de Asís3. EL AMOR AL PRÓJIMO ABARCA TODOS LOS ÁMBITOS DE NUESTRA VIDA, Y SE REALIZA CADA DÍA... Nuestro amor al prójimo no es mera "filantropía". No es sólo una empresa humana. Nuestro amor al prójimo hunde sus raíces en el amor con el que Dios mismo nos ha amado. Es un amor que responde, es un amor de gratitud ante tanto amor con el que Dios nos ha tratado. Por eso es que la caridad no es sólo un compromiso personal con el prójimo, sino también un compromiso eclesial, nos dice Benedicto XVI (cf. ns. 20-24 de la Encíclica). Pero es un amor con los pies en la tierra, como el que vivió San Francisco de Asís. La tarea del amor  involucra  toda la vida de cada uno de los fieles, es decir, de cada uno de nosotros. Por eso Benedicto XVI en la segunda parte de su Encíclica nos muestra cómo diversos ámbitos de nuestra vida se ven comprometidos por el amor, incluso el ámbito de la política. Un autor católico, dos días después de publicada la Encíclica del Papa, escribía en un periódico de gran difusión en la Argentina un comentario a la misma titulado: "La caridad tiene una dimensión política"...

En todo caso, a nosotros, cristianos, las palabras del Papa nos recuerdan el núcleo central de la vida cristiana, que algunos santos, como San Francisco, nos han ayudado a ver con claridad, haciendo una opción ciertamente radical en su vida. Cada uno sabrá cuál es el ámbito en el que se mueve, y dónde deberá responder al llamado de Dios, pero a todos, sin excepción, nos tocará crecer en la respuesta al amor que recibimos de Dios, y santos como San Francisco de Asís, y muchos otros que el Papa cita en la Conclusión de su Encíclica, podrán ayudarnos en este camino que se recorre y se realiza cada día...


Lecturas bíblicas del Domingo IV del Tiempo Ordinario, Ciclo B: