Esta fue mi predicación de hoy, 19 de noviembre de 2006,
Domingo XXXIII del Ciclo Litúrgico B, en la Abadía Santa
Escolástica y en el Hogar
Marín:
1. CUANDO INICIAMOS UN
VIAJE, QUEREMOS LLEGAR A ALGÚN LADO... Eso lo teníamos claro las 20.000
personas que el Domingo pasado, 12 de noviembre, largábamos en la Av.
Libertador de la Ciudad de Buenos Aires la carrera organizada por una
empresa que fabrica ropa deportiva, con la menta fija en la llegada,
que estaba 10 Km. más adelante , así como también todos los que lo
hacían en otras ocho ciudades del continente...
Lo mismo
pasa si nos toca hacer un viaje en colectivo, especialmente con los de
corta distancia dentro de la ciudad pero también en algunos casos con
los de larga distancia, salvo en los más especiales que tienen mayores
condiciones de comodidad. Los espacios son tan estrechos, y las
comodidades tan pocas, que apenas hemos subido al colectivo estamos
deseando llegar al punto donde nos toca bajarnos...
Es igual si nos toca
hacer un viaje en avión, en los que hoy los asientos son tan chicos y
las esperas en los aeropuertos antes de partir tan largas, que ya desde
el inicio estamos deseando llegar (salvo el que viaja en primera clase,
que puede encontrarse con asientos que son verdaderamente un cama, que
se separan de los demás con una cortina, convirtiendo el propio lugar
casi en un dormitorio, y cuentan con cine, en el que se puede elegir la
película que se quiere ver,en el idioma que se puede entender, donde se
come "de lujo", iniciando con algún jugo de fruta o de tomate, o con un
Champagne desde antes de levantar vuelo, e incluso, en algunas líneas
aéreas, recibiendo un pijama para disponerse al sueño con toda
comodidad)...
De todos modos, hay que tener claro que, por cómodo que sea el vehículo
y el viaje, se lo ha emprendido para llegar a algún lugar, y no tiene
sentido querer permanecer siempre en el trayecto, por cómodo que sea.
Por eso conviene recordar que también nuestra vida en esta tierra es un
viaje. Nos hemos subido a ella cuando nacimos, y tendremos que bajarnos
al llegar al final, donde está la meta. Vale la pena, entonces, para no
correr el peligro de querer quedarnos para siempre en el trayecto,
tener presente hacia donde vamos. Por eso, cuando se acerca el final
del año litúrgico (será el próximo domingo, y en el siguiente
comenzaremos uno nuevo con el Adviento, tiempo dedicado a preparar la
Navidad), Jesús nos recuerda hacia dónde vamos en el camino de la vida,
cuál es la meta, qué es lo que nos encontraremos al final...