Esta fue mi predicación de hoy, 1 de octubre de 2006,
Domingo
XXVI del Ciclo Litúrgico B, en el Hogar
Marín:
1. HAY
MUCHAS HERRAMIENTAS QUE SON MUY ÚTILES, SI LAS SABEMOS MANEJAR... Se
puede pensar en esto cuando vemos a Hipólito, el jardinero del Hogar
Marín, manejando con soltura la bordeadora para cortar el pasto en el
borde de los canteros, o a cualquiera de los ancianos residentes en el
Hogar que lo ayudan en diversas tareas, con la azada o el rastrillo en
la mano...
En
realidad, son continuas y numerosas las ocasiones que nos permiten
constatar que no bastan los mejores instrumentos, sino que además hace
falta saber manejarlos con habilidad. Podemos verlo a Raúl, encargado
en el Hogar de "arreglar todo". Con la misma facilidad y calidad se
ocupa de trabajos de carpintería, electricidad, plomería, albañilería,
y cualquier otra disciplina manual que se le ponga por delante,
manejando con soltura y eficiencia las herramientas más simples y
también las más sofisticadas, con similar solvencia. Lo mismo se puede
pensar de las señoras que en el Hogar van de aquí para allá con grandes
carros en los que llevan las bateas con la ropa que va a la lavandería,
manejándolos por los pasillos con más habilidad que un corredor
profesional sobre un auto de Fórmula Uno...
Por otra
parte, viendo a algunos ancianos en el Hogar moviéndose con soltura y
comodidad a pesar de sus limitaciones físicas, gracias al uso de
bastones, o trípodes, o sillas de rueda, o andadores, no queda más que
maravillarse de todo lo que se puede hacer con las herramientas
adecuadas, utilizadas con ciencia y sabiduría...
También hay muchas cosas que resultan útiles para los más altos fines
religiosos, si los sabemos usar. Un Rosario, por ejemplo, es un
instrumento que nos ayuda a rezar. Sin duda no reemplaza a la piedad,
necesaria para que la oración mueva nuestro corazón hacia Dios, pero
nos ayuda a practicarla y alimentarla...
Ahora bien, también nuestro cuerpo ha sido dotado por Dios de
herramientas muy buenas, que tienen como finalidad servirnos para hacer
el bien, y que tantas veces deshonramos utilizándolos para hacer el
mal. De esa naturaleza son las manos, los pies, los ojos, y el corazón.
Por esta razón Jesús nos da instrucciones precisas sobre el uso que se
ha de dar a los instrumentos o herramientas con los que nos ha dotado...
2. CON LA MIRADA EN LA
META, TODO TIENE QUE SERVIRNOS PARA SEGUIR BIEN EL CAMINO... Nuestra
vida consiste esencialmente en una vocación, porque parte de un llamado
de Dios. Pero como llamado que es, requiere una respuesta, que está en
nuestras manos. Nos llama a la Vida eterna, y para responder
adecuadamente, lo primero que hace falta es poner la mirada en la meta.
Aunque resulte esencial vivir con los pies sobre la tierra, hay que
mirar al Cielo si en algún momento pretendemos alcanzarlo...
Puesta la mirada en la meta, se nos hace más claro el camino, que
siempre será el mismo: el que Jesús nos muestra con el testimonio de su
propia vida. A la meta a la que Dios nos llama sólo se llega por el
camino del amor y de la entrega, a Dios y a nuestros hermanos. Y para
eso son útiles herramientas todo lo que Dios nos ha dado. Nuestros
ojos, nuestras manos, nuestros pies, nuestra inteligencia, nuestro
corazón, son todos instrumentos del amor para el que Dios nos ha
llamado...
Por eso
Jesús nos advierte con dureza que, si no nos sirven para eso, sino que
se hacen herramientas del pecado, que nos alejan de Dios y de nuestros
hermanos, más nos vale desprendernos de ellos, y llegar al Cielo, que
conservarlos, pero sólo para la condenación y la frustración eterna,
como consecuencia de habernos negado a seguir el camino por el que Dios
nos ha llamado...
Esto nos puede llevar a pensar también en todos los instrumentos, que
en sí son indiferentes, ni buenos ni malos, pero que, mal utilizados,
pueden hacer mucho daño. Pienso en el micrófono que tienen algunos
periodistas, o en la pluma con la que escriben, como instrumento
utilizado sólo superficialmente o para el escándalo. Es fácil
encontrarse hoy con que estos medios, que deberían utilizarse para la
comunicación social, sean utilizados al servicio de poderes más o menos
manifiestos, traicionando la verdad a la que deberían servir si se los
utilizara como corresponde, al servicio del bien...
Lo mismo podría
pensarse, ciertamente, de herramientas como el voto o el poder que los
votos dan, que deberían estar al servicio de los ciudadanos, finalidad
para la que se han implementado. Muchas veces, en cambio, vemos que se
utilizan para la ventaja propia, el fraude o el negocio oculto, sin más
servicio que al propio egoísmo y fascinación y la perpetuación en el
poder. No debería sorprender, entonces, que los Obispos y el Papa,
fieles a la Palabra de Dios a la que deben su ministerio, utilizando
los instrumentos que tienen a su disposición, un micrófono y la
palabra, escrita o pronunciada, se pongan al servicio del bien común
diciendo lo que tienen que decir, sin atarse a cálculos humanos y sin
atarse a las limitaciones que podrían imponerles cálculos meramente
humanos...
Alguno podría pensar que si, haciendo caso a Jesús, nos desprendiéramos
de todas las partes de nuestro cuerpo o de las herramientas que usamos
para el mal, más que para el bien, terminaríamos todos muy mutilados.
Sin embargo teniendo en cuenta, como ya hemos dicho alguna otra vez,
que hay que poner el remedio donde está la enfermedad, la advertencia
de Jesús nos debería servir para poner en cuarentena, bajo observación
y bajo sospecha, nuestro corazón, ya que es desde allí desde donde
nacen nuestras malas intenciones y nuestros pecados, que después se
concretan con las manos, los ojos los pies o las herramientas con las
que ponemos en marcha nuestro egoísmo, con lo que hacemos o decimos, o
con lo que dejamos de hacer o de decir...
3. TODO NOS TIENE QUE
SER ÚTIL PARA EL SERVICIO DE DIOS Y DE LOS HERMANOS... En resumen, la
advertencia de Jesús nos llama a estar atentos, para utilizar todo lo
que Él nos ha dado, para la precisa finalidad para la que nos ha sido
dado: para el servicio de Dios y de los hermanos...
Prestemos atención, por ejemplo, a todo lo que tenemos a mano en la
Capilla del Hogar Marín. En primer lugar, en el centro, el Sagrario,
que pone a Jesús siempre ante nuestros ojos y nuestro corazón. Más
arriba la Cruz, que nos recuerda cómo será el camino que deberemos
recorrer, semejante al que Él mismo tuvo por delante. Hacia un costado
la imagen de María, que nos muestra sus manos abiertas, como la de una
Madre que espera a sus hijos colmada de sus dones para distribuirlos
con generosidad según la necesidad de cada uno. Hacia el otro lado un
cuadro de la Beata Juana Jugan, recordándonos con el testimonio de su
propia vida un camino de servicio a los ancianos que lleva al encuentro
del Señor. También el Ambón desde el que se proclama la Palabra de
Dios, y el micrófono que ayuda a hacerla resonar entre las paredes de
este Templo. Y por todos lados las flores, ayudándonos a la alegría en
el encuentro con el Señor y en el servicio a Dios...
Pero no
podemos olvidarnos que tenemos también las manos. Ellas son
instrumentos vivientes, que respondiendo a las decisiones de nuestro
corazón, pueden ponerse al servicio de nuestros hermanos. Estas manos
pueden acercarse a ellos vacías, o cargadas de flores, reales o
simbólicas, que muestren lo que estamos dispuestos a hacer por ellos,
sirviéndolos en el amor. No nos olvidemos: vivimos junto a otros,
queramos o no, así es nuestra condición humana. Pero podemos también, y
esto ya no es automático sino fruto de una decisión que debe renovarse
a cada paso, vivir no sólo junto a otros, sino al servicio de ellos,
servicio al que nos lleva el amor...
Por eso, en este tiempo en el que el individualismo reinante puede
llevarnos fácilmente a especulaciones mezquinas, creo que nos toca
dedicarnos con especial esmero a utilizar todo lo que Dios nos ha dado
poniéndolo al servicio de Dios y de nuestros hermanos, movidos por el
amor con el que nos alimenta el mismo Dios...