Hechos y palabras...

Queridos amigos:
 
Esta fue mi predicación de hoy, 10 de septiembre de 2006, Domingo XXIII del Ciclo Litúrgico B, en el Hogar Marín:

Oreja grande1. TODO TIENE SU FUNCIÓN: LA BOCA SIRVE PARA HABLAR, LOS OÍDOS PARA OÍR... Todo nuestro organismo es un ejemplo maravilloso de armonía, equilibrio y funcionalidad. En él cada parte tiene su propia función, y la salud consiste en el buen funcionamiento de cada uno de sus órganos y en el armonioso equilibrio entre todos ellos. Cuando uno deja de funcionar se pierde ese equilibrio, y no decimos que se haya enfermado sólo ese órgano, sino que nosotros mismos somos los que padecemos esa enfermedad. Si no nos funciona bien la boca (por ejemplo, el día que nos han sacado una muela de juicio, y la tenemos "paralizada" por el dolor), no podemos hablar. Si no nos funcionan los oídos, aunque sean muy grandes no nos permiten oír. Y así podríamos seguir con cada parte del cuerpo. Cada una de ellas tiene una función, y hace falta que todas anden bien, para que todo ande bien...

CorazónSin embargo, aunque todas las partes corporales del cuerpo anden bien, con sólo eso no alcanza. Algunas partes del cuerpo que no funcionan se pueden suplir. Pero lo que no se puede suplir y siempre hace falta que funcione bien, porque de otro modo todo el resto está perdido y no sirve para nada, es el corazón. Esto hay que decirlo en primer lugar del corazón que "palpita" y hace circular la sangre por todo el cuerpo; es necesario ya que sin él se acaba la vida...

Corazón latientePero además también necesitamos ese "corazón" que está un poco más adentro, ese que identificamos como la sede de todos los sentimientos y las pasiones, del entendimiento y de la voluntad, ese "centro de la persona", intangible e inasible para la medicina, que está en el interior de cada uno de nosotros y al que también llamamos corazón...

Si no nos funcionan los oídos, nos quedamos sordos, pero los podemos suplir. Leyendo nos podemos enterar de lo que los demás piensan, y podemos intercambiar con ellos. Si no nos funciona la boca, podemos escribir, y de esa manera y con señas, podemos hacernos entender. Pero si no nos funciona el corazón, si lo tenemos cerrado, no podemos recibir ni entender nada de lo que los demás dicen, ni puede salir pronunciado por nuestra boca nada que tenga sentido. Por eso dice el refrán, que "no hay peor ciego que el no quiera ver", y nosotros podríamos agregar que no hay peor sordo que el que no quiere oír, ni peor mudo que el que no quiera hablar...

Por eso Jesús, que nos trae la salvación que nos hace falta, viene hoy a abrirnos los oídos y la boca, como hizo con el sordomudo que le presentaron, pero no sólo eso, ya que no nos alcanzaría, sino mucho más...

Sordomudo2. JESÚS NOS ABRE LOS OÍDOS Y LA BOCA, Y NOS LIMPIA EL CORAZÓN... Nos hacen falta los oídos para oír la Palabra de Dios, y la boca para poder anunciarla a otros y compartir con ellos la salvación que Jesús nos trae. Pero con ello no alcanza. Jesús mira, primero de todo, nuestro corazón, y es allí donde quiere llegar especialmente con su salvación...

Como con el sordomudo que pusieron a sus pies, también a nosotros Jesús llega con signos sensibles de su poder de curación. A él le puso los dedos en las orejas y con su saliva le tocó la lengua. Y a nosotros se nos acerca con los gestos sensibles de su amor redentor. Nos "toca" con cada uno de los Sacramentos y nos habla con su Palabra, pronunciada hace veinte siglos en Tierra Santa, y mantenida viva e íntegra, y pronunciada todo los días por la Iglesia, a través de sus ministros en su predicación...

Ataque a las torresSin embargo, es claro que todavía quedan muchas heridas que sanar en los corazones humanos, y por lo tanto se hace necesario que la salvación que Jesús nos trajo siga predicándose y llevándose a todos los rincones del mundo. Mañana se cumplirán cinco años del atentado realizado contra las torres gemelas en el centro de Nueva York, en el que murieron más de tres mil personas. Todavía hoy se sufren las consecuencias de esa locura, que pretendió poner "remedio" a los problemas de la vida sembrando el terror y la muerte. Y todavía hoy se sufren también las consecuencias de una defensa, no menos demente, del valor de la vida a través de las armas de la muerte, persiguiendo a los terroristas con una escalada de violencia que no se detiene ante ningún límite razonable...

El santuario de la vidaDe la misma manera, hoy se sigue atacando, y al menos en Argentina cada vez con mayor insistencia, el don de la vida allí donde ésta debería tener su mayor santuario, ya que es el lugar donde se encuentra más indefensa y más dependiente, en el seno de las madres que pueden caer en la tentación de pensar que a través del aborto, es decir, de la muerte provocada a su hijo, pueden encontrar una solución para su vida. Algunos pueden asombrarse porque los Obispos argentinos están decididos a seguir insistiendo con su prédica que pone en evidencia el mal intrínseco del crimen del aborto. Sin embargo no debería llamarles tanto la atención. Mientras se convierte en tema de discusión para algunos profesionales de la salud y de primera plana para un periódico si les hace bien o no a los niños usar chupete, no debe asombrar que los Obispos y la Iglesia entera salga en defensa de los más débiles, que pueden ser víctimas inocentes de una sociedad que puede desentenderse de su tesoro más preciado, la vida, abriendo las puertas a la muerte a través de la despenalización del aborto. Hace falta que Dios les abra los oídos a los que tienen que oír, pero también que les abra la boca a los que tienen que hablar...

Con su Palabra y sus Sacramentos, Jesús va limpiándonos el corazón todos los días, y va reparando en ellos la imagen de Dios, que es el modelo y la medida con la que nos ha hecho, y pacientemente nos va reconstituyendo, haciéndonos nuevamente a la medida de su amor...

Predicador3. SI JESÚS ESTÁ EN NUESTRO CORAZÓN, LO MOSTRAREMOS CON HECHOS Y PALABRAS... Seguramente ya nos hemos dado cuenta, y en todo caso es bueno que lo hagamos, que Jesús está cada vez menos presente en la cultura en la que vivimos. Por eso se multiplican en ella los signos de la muerte y se ataca tan fácilmente el don de la vida. Es posible que en un tiempo más, llegue a ser un ilustre desconocido, como decía ya Pablo VI del Espíritu Santo (¿o acaso hoy todos saben quién es verdaderamente Jesús, y por qué nos trae la salvación?)...

Corazón familiarEste desconocimiento de Jesús, y de Dios a secas, propio de nuestro tiempo, podría llenarnos de tristeza, pero nunca de desesperación. También en tiempos de Jesús nadie lo conocía. Cuando resucitó y le encargó a los Apóstoles que lo predicaran a todos los hombres por todos los rincones del mundo, Jesús también era un ilustre desconocido. En su tiempo la familia ya conocía un estado decadente como el que tiene en nuestro tiempo, pero la fe de los Apóstoles los impulsó a una predicación fiel y fueron capaces de dar vueltas las cosas y dejarnos como legado una familia que supo construirse sobre los cimientos sólidos del amor y la fidelidad...

Ayudando a leerHoy es posible mostrarlo a Jesús, con hechos y palabras convincentes. Como lo hacen tantos que luchan a favor de la vida y la cuidan en cada uno de sus hermanos. Como los que trabajan en los hospitales atendiendo a los enfermos y a los recién nacidos, y a los que no han nacido todavía, por ejemplo a través de GRAVIDA (gracias por la vida, centro de asistencia a la vida naciente). O como las Hermanitas de los Pobres, que se ocupan en sus hogares de los ancianos pobres cuidando de ellos, acompañándolos y sirviéndolos con amor en "el ocaso" de sus vidas, que los pone a las puertas de la eternidad (como las Hermanita María Angélica, que celebra en estos días en el Hogar Marín sus bodas de plata en esta consagración)...

Podríamos elaborar muchos planes y muchas estrategias para darlo a conocer a Jesús, pero todas terminarán siempre concentrándonos en la única infalible: Si dejamos que Jesús nos limpie cada vez más el corazón con sus Sacramentos y su Palabra, y esté siempre presente dentro de cada uno de nosotros, seguramente saldrá por nuestra boca y lo haremos visible con nuestro ejemplo y nuestro testimonio, y con ellos estaremos dándolo a conocer hoy, con hechos y palabras. Jesús podría hacerse ver y oír hoy en nuestras casas, en nuestros trabajos, en nuestras calles y en nuestros barrios. Bastará que dejemos que cada día nos limpie un poco más el corazón...


Lecturas bíblicas del Domingo XXIII del Tiempo Ordinario del Ciclo B:

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Predicaciones del P. Alejandro W. Bunge:
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