Esta fue mi predicación de hoy, 3 de septiembre de 2006,
Domingo XXII del Tiempo Ordinario del Ciclo Litúrgico B,
en el Hogar
Marín:
1. ES DE BUENA
EDUCACIÓN LAVARSE LAS MANOS ANTES DE COMER... Es una cuestión de
higiene y de salud, que hemos aprendido desde niños. Pero hay que tener
cuidado, puede convertirse en un gesto vacío, si nos olvidamos para qué
lo hacemos, y no cuidamos como hay que hacerlo la higiene y la salud.
También en muchas otras cosas, además del lavado de las manos, es bueno
que cuidemos las formas exteriores. Sin embargo, igual que con la
limpieza de las manos, no alcanza con los cuidados exteriores si al
mismo tiempo no tomamos la precaución de ocuparnos de las cosas de
fondo...
Por ejemplo, si vamos a
comprar un auto usado, es bueno que aparezca prolijo, lustrado y bien
pintado. Pero no podríamos hacer una buena compra si no tuviéramos el
cuidado de mirar también cómo está el motor, en qué condiciones se
encuentran las suspensiones, qué partes están bien y cuáles están
demasiado gastadas. También, si vamos a una entrevista en búsqueda de
un trabajo, está bien ir bien presentados, con ropa limpia y adecuada a
la ocasión, con el pelo prolijo y bien peinado, pero seguramente no
alcanzaría con eso, si no tenemos las precaución de reunir también las
condiciones de fondo que se piden para ese trabajo...
De la misma manera, cuando vemos que en estos días aquí en Argentina
cada semana los medios de comunicación nos bombardean con una novedad
[en los días pasados con casos resonantes para los que se proponía como
solución el asesinato de inocentes a través del aborto, y hoy "la
píldora del día después" como método de evitar los embarazos, sin
considerar que se trata también la mayoría de las veces de un
instrumento abortivo ya que impide que la nueva persona engendrada
cuando se encontraron el óvulo y el espermatozoide de su madre y de su
padre pueda encontrar su primer hogar en el sagrario de la vida (es
decir, en el útero materno)], no podemos conformarnos con salvar las
formas exteriores, sino que tenemos que ocuparnos de las de fondo. No
basta, por lo tanto, evitar una ley que favorezca el aborto, o impedir
que se reparta gratuitamente estas pastillas [¿quién las paga y a quién
se las compran?]. Nos tiene que preocupar qué le pasa a una sociedad
que es capaz de deshacer sus propios cimientos dejando de cuidar la
vida...
2. NO ES
LO DE AFUERA, SINO LO DE ADENTRO, LO QUE PUEDE HACERNOS DAÑO... Por eso
Jesús nos enseña, lo mismo que a los Apóstoles, a no preocuparnos tanto
por lo que nos viene desde afuera, porque no es de allí desde donde nos
vienen los peores males, sino por lo que hay adentro, porque de allí
salen las cosas que nos pueden hacer daño...
Cada uno de nosotros, sobretodo en Argentina, podemos estar
seguros que no nos va mal sólo porque nuestro país no termina de
encontrar el camino del crecimiento. Sin duda esto tiene su peso, pero
no son los bienes materiales los que deciden lo más trascendente. No
son las formas exteriores las que más deben preocuparnos, sino los
valores que animan el fondo de nuestros corazones, o la ausencia de
ellos, ya que sin valores en los corazones nuestra sociedad está herida
de muerte...
No es
lo de afuera, sino lo de adentro, lo que puede arruinarnos la vida y
hacernos daño. Jesús hizo
una lista de esas cosas que
nacen dentro del corazón y que pueden dañarnos. Se las presentó a los
Apóstoles y hoy nos la vuelve a presentar a nosotros:
las malas
intenciones, las fornicaciones, los robos, los homicidios, los
adulterios, la avaricia, la maldad, los engaños, las deshonestidades,
la envidia, la difamación, el orgullo, el desatino. Todas estas
cosas nacen en el corazón de los hombres y son las que pueden dañarnos.
Podríamos agregar algunas más, cada uno según su propia sensibilidad y
atento a sus propias debilidades:
nuestra impaciencia, nuestra
indiferencia, nuestros egoísmos, nuestros odios, nuestras pequeñas o
grandes venganzas...
También cada sociedad
tiene sus propias debilidades, y por allí es por donde se cuelan sus
males. Cuando la vida se convierte en "un problema", cuando comienzan a
dar vueltas las propuestas legislativas que convierten el útero materno
en un lugar de muerte en el que corren peligro las personas más
indefensas, cuando se piensa que basta con no ver para no tener que
hablar de asesinato (la "píldora del día después", tomada dentro de las
24 horas después de una relación sexual, tiene entre otros efectos el
de evitar que si el óvulo ha sido fecundado y se ha engendrado una
nueva persona, ésta pueda desarrollarse con normalidad, haciendo que el
útero materno, santuario de la vida, se convierta en el lugar de la
muerte), cuando la sociedad que tiene por finalidad propia cuidar de la
vida de todos, especialmente los más indefensos, se permite en cambio
atentar impunemente contra la vida, es señal de que algo muy grave la
ha herido, y se ve urgida de ser sanada en lo más profundo de su
cultura...
De todos modos, así como de adentro, es decir del corazón, tanto de las
personas como de las sociedades, sale lo que puede dañarnos, también
adentro es donde podemos poner el remedio, ya que, como dicen los
médicos, "hay que poner el remedio donde está la enfermedad". Bastará
cuidar el corazón de cada uno de nosotros, y el corazón de la sociedad
que se expresa en su cultura, y purificarlo, para retomar el camino de
la vida...
3. HAY QUE ABRIR EL
CORAZÓN A DIOS, PARA ESTAR SIEMPRE A FAVOR DE LA VIDA... La vida es un
don de Dios, que todos nosotros hemos recibido personalmente, a través
de nuestros padres. Por eso conviene que las preguntas sobre la vida
nos las hagamos siempre de manera personalizada...
Ante un óvulo fecundado (que es ya una nueva persona y que busca su
primer lugar en el mundo dentro del útero materno), sólo caben las
preguntas personalizadas. Podemos preguntarnos, entonces, qué
hubiéramos elegido para nosotros si estando en esa situación hubiéramos
estado en peligro bajo la amenaza de "la píldora del día después"; y
sin duda hubiéramos elegido la vida. Ante un embarazo complicado, en
situaciones dramáticas e incluso trágicas, la pregunta para hacerse es
qué hubiéramos elegido para nosotros si nos hubiera tocado estar allí,
a merced de la decisión de los demás. Y así como para nosotros
hubiéramos elegido la vida, es como debemos hacerlo para todos los
demás...
Para
poder estar siempre a favor de la vida, nosotros y la sociedad entera,
es necesario abrir el corazón a Dios. Tomando conciencia que de Él
hemos recibido este don, es como podremos defenderlo siempre, para
nosotros y para todos los demás. Dios nos llamó a la vida por amor. Y
Dios nos hizo a la medida del amor. Nos hizo capaces del amor, pero
además nos hizo de modo tal que nuestro corazón encuentra su salud y su
salvación en el amor...
Podemos intentar muchas cosas, y Dios nos ha hecho libres para eso,
pero nada funcionará mejor que el amor. Del amor de Dios surgió nuestra
vida, y del amor siempre surgirá la vida (así la recibimos nosotros de
Dios, y así pueden darla los padres a sus hijos). Del amor surgirá una
sonrisa en los padres y en los hijos. Del amor surgirán flores en
nuestra vida, flores que podremos hacer llegar a los demás y flores que
recibiremos, entre espinas, como sucede con las rosas. El amor nos
permitirá cuidar siempre de la vida. Desde el primer instante de su
concepción, como hoy lo requiere nuestra sociedad herida de muerte por
su desprecio de la vida naciente. Ya hasta el último instante, como nos
enseñan a hacerlos las Hermanitas de los Pobres que cuidan con amor a
los ancianos pobres que recogen en sus casas...