Con los pies en la tierra...

Queridos amigos:
 
Esta fue mi predicación de hoy, 9 de abril de 2006, Domingo de Ramos del Ciclo Litúrgico B, en el Hogar Marín:

Fiesta1. NOS HACE BIEN LA FIESTA Y LA ALEGRÍA, PERO HAY QUE VIVIRLAS CON LOS PIES EN LA TIERRA... Necesitamos la fiesta, porque es parte de la vida, y por eso la celebramos, cada vez que es posible, con la mayor alegría. Y a lo largo del año vamos buscando las ocasiones que nos permiten hacer fiesta (cumpleaños, aniversarios, etc.), celebrando siempre de algún modo este don que los incluye todos y que recibimos de Dios, que es el don de la vida...

MuerteSin embargo, aunque nos haga falta y nos haga bien celebrar y hacer fiesta con cada motivo que se nos presenta a lo largo de la vida, también es necesario tener en cuenta que no todo es fiesta, ya que no tenemos garantizada, ni nos puede durar para siempre, por nuestra propia decisión y con nuestras solas fuerzas, ese gran regalo de Dios que es la vida...

Por eso es necesario hacer fiesta, pero con los pies en la tierra, teniendo en cuenta nuestras limitaciones y la necesidad que tenemos de la salvación, es decir, de ser rescatados por Dios, el único que puede darnos una Vida que no se termina...

Por eso en la fiesta que hoy celebramos, comenzando con este Domingo de Ramos la celebración de la Semana Santa, una Semana grande en la que el motivo de la fiesta es el acontecimiento más fuerte de nuestra salvación, el misterio de la Pasión, la Muerte y la Resurrección de Jesús, mantenemos los pies bien firmes en la tierra. Durante la entrada de la Misa cantamos y saludamos con los ramos, ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!, pero para seguir sus pasos, inmediatamente leemos la Pasión, que, si nos toma desprevenidos, puede caernos como un balde de agua fría...

Entrada en Jerusalén2. CELEBRAMOS A JESÚS CON RAMOS, SIN OLVIDAR QUE SU CAMINO ES LA PASIÓN... Comenzamos la Semana Santa con un clima triunfal. Imitamos a la multitud que recibió a Jesús cuando entraba en Jerusalén para vivir la Semana de la Pasión. Una vez bendecidos los Ramos, los agitamos acompañando la entrada del sacerdote en el templo, como lo hacían ante la entrada de Jesús en la Ciudad Santa, para recibirlo como a un Mesías que traería la salvación esperada por siglos enteros (hay que tener en cuenta que Jerusalén estaba rodeada por una zona desértica, en que los Ramos eran algo valioso, con lo que se expresaba verdaderamente algo singular; si Jesús hubiera entrado en ese momento en un estadio de fútbol, seguramente la multitud hubiera elegido celebrarlo agitando los banderines que se venden en sus cercanías)...

RamosPero no nos quedamos en la alegría de los Ramos. Continuamos con la lectura de la Pasión, en la que se nos hace evidente que Jesús, sin perder la calma pero sin escaparle al camino que nos lleva a la salvación, aún a costa del propio dolor y la propia vida, afronta con entereza la incomprensión de los hombres, que lo llevará a la Cruz. Nunca podemos olvidar que éste fue el camino de Jesús que nos llevó a la salvación, y que siempre será el camino de la Iglesia, por la que la salvación nos llega cada día. Hoy, cuando la Iglesia en la Argentina tiene que sufrir la incomprensión y algún modo de persecución (lejos todavía, gracias a Dios, de la persecución que sufrieron los primeros cristianos), nos ayuda especialmente tener presente que a la fiesta de los Ramos sigue el camino de la Pasión...

CruzPodríamos centrar nuestra mirada en la Pasión de Jesús encontrando en nuestras culpas personales y en las de todos los hombres de todos los tiempos el motivo de tanto sufrimiento. Pero todas las culpas que pongamos en la lista no alcanzarían para que pudiéramos comprender esta Pasión. También podríamos mirar la Pasión como el paradigma del sufrimiento, como un resumen de todos los sufrimientos de la humanidad, que sólo puede asumir sobre sus espaldas alguien que sea más que hombre, alguien que sea Dios, como Jesús, dispuesto a sufrir sin medida para alcanzar nuestra salvación. Pero tampoco este modo de mirar la Pasión de Jesús nos serviría para comprenderla del todo. Podríamos mirar la Pasión como el mayor acto de heroísmo que alguien puede hacer, el ejemplo supremo de alguien que está dispuesto a todo para alcanzar un resultado, en este caso nuestra salvación, por la que Jesús da su vida en la Cruz. Pero tampoco esto alcanzaría para tener una visión adecuada de la Pasión de Jesús...
 
Sin embargo, la Pasión de Jesús, que es todo eso, no es sólo eso, es mucho más. No alcanza detenerse en los pecados que la producen, o el sufrimiento que implica, o el heroísmo del que la padece, para comprender la pasión. La Pasión de Jesús es el gran acto de amor de Dios, que nos salva. Y hace falta contemplar esta fuente de la que surge y que la hace posible, el Amor, para comprender y recibir todo lo que la Pasión nos puede dar. Se trata de un Amor sin límites, un Amor a la medida de Dios, que viene al encuentro de nuestra herida condición humana, para salvarnos. Se trata de un Amor que no necesita el reproche para quienes hemos causado la Pasión con nuestros pecados, porque precisamente se acerca a nosotros para rescatarnos con su misericordia...

Por eso comenzamos la Semana Santa con esta celebración del Domingo de Ramos, en la que cabe todo el contenido de la misma: desde la alegría de la multitud que recibe con palmas y con cantos a Jesús, el Salvador, pasando por la dureza de la lectura de la Pasión, hasta llegar a la presencia consoladora de Jesús resucitado en la Eucaristía. Ya la recorreremos por partes. El Jueves Santo nos hablará de la presencia del Amor de Jesús, en la Eucaristía. El Viernes Santo nos detendrá en el dolor. Y la Vigilia Pascual nos traerá la fuerza de la Vida que surge de la Resurrección...

Desde el comienzo hasta el finEucaristía3. HAY QUE RECIBIR EL AMOR DE DIOS, QUE TRIUNFA EN LA CRUZ PARA DARNOS LA VIDA... Cada año celebramos la Semana Santa para que la Vida de Dios, que surge de la Resurrección de Jesús, y que ya hemos recibido en el Bautismo, pueda renovarse y crecer en nosotros, para que nosotros mismos podamos llegar a la Resurrección...

Se trata de una Semana, entonces, en la que con más intensidad que en otros momentos, tenemos la oportunidad de alimentarnos del Amor de Dios, a través de esos dos platos fuertes que Él nos presenta, su Palabra y la Eucaristía. Ese Amor de Dios, que se hace visible en la Pasión, es con el que hay que alimentarse, para tener en nosotros la Vida que Jesús nos ganó en la Resurrección...

No lo perdamos de vista, ni siquiera si la necesidad de un descanso nos lleva a destinar a eso estos días no laborables en los que celebramos la Semana Santa a hacer algún viaje. Tengamos presente el sentido profundo de esta fiesta que se gesta en la Pasión para llevarnos por la Cruz a la Resurrección, y no perdamos la oportunidad de celebrar y recibir en estos días la Vida que surge del Amor de Dios...


Lecturas bíblicas del Domingo de Ramos, Ciclo B:

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Predicaciones del P. Alejandro W. Bunge:
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