Para que dé frutos...
Queridos amigos:
Esta fue mi predicación de hoy, 14 de mayo de 2006,
Domingo
V del Ciclo Litúrgico B, en el Hogar
Marín:
1. LO QUE EL ÁRBOL TIENE DE
FLORIDO, VIVE DE LO QUE TIENE SEPULTADO... Así termina el
Soneto de
Francisco Luis Bernárdez que les mencionaba dos semanas atrás, y
que hoy vale la pena transcribir entero: "Si para recobrar lo recobrado
/ debí perder primero lo perdido, / si para conseguir lo conseguido /
tuve que soportar lo soportado. // Si para estar ahora enamorado / fue
menester haber estado herido, / tengo por bien sufrido lo sufrido, /
tengo por bien llorado lo llorado. // Porque después de todo he
comprobado / que no se goza bien de lo gozado / sino después de haberlo
padecido. // Porque después de todo he comprendido / que lo que árbol
tiene de florido / vive de lo que tiene sepultado"...
Nos muestra Bernárdez que detrás
de lo que se ve siempre hay un sustento oculto que se aprende a
reconocer con la experiencia, que además muchas veces es un sustento
marcado por el sacrificio, la entrega, el esfuerzo y el sufrimiento...
Efectivamente, sin raíces, el árbol no encuentra agua y alimento, sin
los cuales no es posible la vida. Pero además, sin raíces profundas el
árbol no tiene sustento, se queda sin firmeza, y al primer viento se
cae y se muere. Y aunque se piense que el viento es soportado sólo por
las hojas y las ramas, en realidad, la mayor tensión la soportan las
raíces, que no sólo proveen el alimento y el agua al árbol, sino que
también lo mantienen sujeto a la tierra. De la misma manera, los
sarmientos (se llama así a las ramas de la vid que tienen un año y han
alcanzado todo su desarrollo) que dan los frutos (son los racimos de
uvas), no pueden tener vida y sustento, si no permanecen unidos a la
vid. De allí toma Jesús la imagen que nos hace comprender que es en Él
donde nosotros encontramos la Vida eterna y el verdadero sustento...
2. PARA QUE NUESTRA FE DÉ
FRUTOS, ES NECESARIO PERMANECER UNIDOS A JESÚS... Nosotros no nos
encontramos unidos a Jesús por un mágico pegamento, sino por la fe, que
es algo mucho más fuerte y sólido, que nos hace formar una sola
realidad con Él. En el día de nuestro Bautismo recibimos este don de la
fe, que nos permitió comenzar a vivir como hijos de Dios, y nos
comprometió a dar los frutos de la fe que corresponden a los hijos de
Dios...
Pero la fe no nos "ata" a Jesús de una manera automática. Estamos en
sus brazos, y él nos cuida como Buen Pastor. Pero igual que las ovejas,
podemos sacudir nuestras manos y nuestras "patas", hasta liberarnos de
sus brazos, y emprender el camino de la "oveja perdida", haciendo lo
que queremos de nuestra vida...
Así como Jesús es para nosotros alimento que sacia nuestra hambre
y bebida que calma nuestra sed, y Pastor que nos guía (todas estas
imágenes hacen referencia a la Vida eterna), de la misma manera es
esencial para nosotros mantenernos unidos a Él por la fe, para dar
frutos de Vida eterna. Sólo así recibimos la fuerza del amor de Dios, y
podemos dar frutos verdaderos, que no sean sólo palabras sino obras de
verdad, que perduren y hagan bien a los demás. Por eso Jesús encuentra
adecuada la imagen de la vid, ya que tampoco pueden dar fruto en ella
los sarmientos que se separan del tronco...
Se utilizan muchas ayudas para
mantener a los sarmientos unidos al tronco, de manera que no se vean
perjudicados por el peso de sus frutos, y no se separen del tronco.
Pero con muchos que sean, no llegan a tantos como los que nosotros
mismos recibimos para permanecer unidos a Jesús: su Palabra, los
Sacramentos, la guía paterna de los Pastores de la Iglesia, la
comunidad cristiana a la que pertenecemos...
Dios Padre, que es el dueño de
la vid, dispone todo lo que hace falta para mantenernos unidos a ella y
capaces de dar buenos frutos. Si seguimos esta imagen, que hoy nos
presenta Jesús en el Evangelio, la poda es uno de los medios que Dios
usa para lograr que podamos dar buenos frutos.
Si dejáramos
crecer la vid en absoluta libertad, se desarrollaría un tronco muy
largo con unos frutos muy pequeños y con poca acidez, sin la calidad
necesaria para elaborar el vino. La poda ayuda a que se fortalezcan.
También a nosotros Dios nos poda, como hace el dueño con su viña. Y lo
hace porque esto es necesario para que demos más y mejores frutos...
Todos nosotros hemos experimentado esa poda, y es posible también que a
veces nos hayamos quejado de ella. Yo creo que toda la vida es un
camino en el que vamos experimentado la poda con la que Dios nos va
haciendo experimentar el desprendimiento de cosas, afectos, y hasta de
personas, que nos han parecido en algún momento un sostén
imprescindible. Cuando, a través de las vicisitudes de la vida, Dios
nos llama al desprendimiento, está realizando la poda que nos permite
no poner nada delante de Él. De este modo nos ayuda a levantar la
mirada cada vez más hacia arriba, para encontrar que sólo Él es quien
nunca nos puede faltar. Con Él, siempre podemos dar buenos frutos...
3. JESÚS NOS HA LLAMADO A DAR
EN EL MUNDO FRUTOS DE AMOR, DE VIDA ETERNA... Los frutos que estamos
llamados a dar, por la bondadosa misericordia de Dios, son los frutos
que no se agotan, porque duran para la Vida eterna. La Resurrección de
Jesús ha abierto nuestra propia vida a este destino de eternidad, y Él
mismo nos conduce hacia ella como un Buen Pastor...
Pero mientras vamos de camino,
tenemos que ir produciendo frutos en este mundo, los frutos del amor.
Cada gesto y cada obra de amor que no se queda sólo en palabras sino
que se convierte en una obra con la que alegramos la vida de nuestros
hermanos, haciéndoselas más llevadera sobretodo cuando más les pesa, es
una obra que nace de la fe y germina en el amor, como nos recuerda hoy
paternalmente San Juan. ..
Estos frutos del amor son posibles cuando nos mantenemos unidos a
Jesús, ya que de su propio Amor, ya que Él nos amó primero (antes que
nosotros fuéramos capaces de un amor semejante), recibimos la fuerza y
la perseverancia en el bien que necesitamos para perseverar en el amor
fraterno hasta alcanzar la Vida eterna...
Lecturas bíblicas del
Domingo V de Pascua del Ciclo B:
- Cuando llegó a Jerusalén, trato de unirse a los discípulos,
pero todos le tenían desconfianza porque no creían que también él
fuera un verdadero discípulo. Entonces Bernabé, haciéndose
cargo de él, lo llevó hasta donde se encontraban los Apóstoles,
y les contó en qué forma Saulo había visto al Señor
en el camino, cómo le había hablado, y con cuánta valentía
había predicado en Damasco en el nombre de Jesús. Desde ese momento,
empezó a convivir con los discípulos en Jerusalén y predicaba
decididamente en el nombre del Señor. Hablaba también con los
judíos de lengua griega y discutía con ellos, pero estos tramaban
su muerte. Sus hermanos, al enterarse, lo condujeron a Cesarea y de allí lo
enviaron a Tarso. La Iglesia, entre tanto, gozaba de paz en toda Judea, Galilea
y Samaría. Se iba consolidando, vivía en el temor del Señor
y crecía en número, asistida por el Espíritu Santo (Hechos
de los Apóstoles 9, 26-31).
- Hijitos míos, no amemos solamente con la lengua y de palabra, sino
con obras y de verdad. En esto conoceremos que somos de la verdad, y estaremos
tranquilos delante de Dios aunque nuestra conciencia nos reproche algo, porque
Dios es más grande que nuestra conciencia y conoce todas las cosas.
Queridos míos, si nuestro corazón no nos hace ningún reproche,
podemos acercarnos a Dios con plena confianza, y él nos concederá todo
cuanto le pidamos, porque cumplimos sus mandamientos y hacemos lo que le agrada.
Su mandamiento es este: que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo, y nos
amemos los unos a los otros como él nos ordenó. El que cumple
sus mandamientos permanece en Dios, y Dios permanece en él; y sabemos
que él permanece en nosotros, por el Espíritu que nos ha dado
(Juan 3, 18-24).
- Durante la Ultima Cena, Jesús dijo a sus discípulos: «Yo soy la
verdadera vid y mi Padre es el viñador. El corta todos mis sarmientos
que no dan fruto; al que da fruto, lo poda para que dé más todavía.
Ustedes ya están limpios por la palabra que yo les anuncié. Permanezcan
en mí, como yo permanezco en ustedes. Así como el sarmiento no puede
dar fruto si no permanece en la vid, tampoco ustedes, si no permanecen
en mí. Yo soy la vid, ustedes los sarmientos El que permanece en mí, y
yo en él, da mucho fruto, porque separados de mí, nada pueden hacer.
Pero el que no permanece en mí, es como el sarmiento que se tira y se
seca; después se recoge, se arroja al fuego y arde. Si ustedes
permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que
quieran y lo obtendrán. La gloria de mi Padre consiste en que ustedes
den fruto abundante, y así sean mis discípulos» (Juan 15, 1-8).
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Predicaciones del P. Alejandro W. Bunge: