Lo que nos hace falta...

Queridos amigos:
 
Esta fue mi predicación de hoy, 23 de abril de 2006, Domingo II de Pascua del Ciclo Litúrgico B, en el Hogar Marín:

Leyendo el periódico1. HAY MUCHAS COSAS QUE SON MUY BUENAS, PERO QUE NO DURAN MUCHO... Tomemos por ejemplo el periódico. No resulta algo especialmente bueno, pero de todos modos, el Domingo viene más grueso que cualquier otro día, lleno de secciones especiales, artículos de fondo y notas especiales. Por eso en ese día quizás nos disponemos con un gusto especial para sacarle el jugo de la mejor manera posible. Sin embargo, al término de un rato, no nos queda nada más que nos parezca que valga la pena leer...

BebiendoLo mismo pasa con todos los "bienes consumibles" que, conforme a su propia naturaleza, en un rato se consumen y ya no están más. Los alimentos, especialmente cuando son muy buenos, siempre nos parece que duran poco. Lo mismo que algunas bebidas especiales. Las destapamos, las olfateamos con cara de entendidos, las probamos, y apenas las empezamos a compartir con algunos amigos, nos damos cuenta que se han acabado. También pasa con los zapatos. Algunos nos resultan especialmente cómodos, y también nos gustan de manera especial. Sin embargo, por más que queramos hacerlos durar todo lo que se pueda, llega un momento en que ya no aguantan un solo paso más, y tenemos que darlos por jubilados. Igual sucede con alguna ropa a la que le tomamos especial cariño. Se nos pone vieja y deshilachada antes que nos cansemos de ella, y tenemos que dejarla de lado con pesar, porque no aguanta más uso...

Bailando tangoSin embargo, no son sólo estas cosas las que duran poco. También las alegrías a veces se acaban enseguida. Ayer tuvimos aquí en el Hogar Marín una emotiva celebración de los cumpleaños del mes, con la donación de un rico asado que pudimos compartir, y un grupo de músicos con cantante incluida, que nos deleitaron con sus tangos. Hasta algunos de los ancianos, animados por el entusiasmo de la fiesta, residentes tomaron el micrófono para cantar o avanzaron sobre la improvisada pista para bailar como en sus épocas mozas (aunque ahora con sus 90 años encima). Todo fue tan grato que las agujas del reloj avanzaban a la carrera, y cuando quisimos acordarnos ya había llegado el momento de terminar...

También la paz, que es un bien que no abunda, a veces dura muy poco. No sólo en las frágiles situaciones de las relaciones entre los países (en Argentina tenemos, desgraciadamente, demasiadas experiencias de esto), sino también en la vida familiar. Cuando todo parece estar bien, un grito o un impaciencia puede desencadenar una "batalla" cargada de reproches y agresiones. También en la cotidiana convivencia social, un imprudente que no respeta un semáforo, aunque no produzca un accidente puede provocar enojos, peleas, agresiones y muchas otras cosas más...

En realidad, todo lo bueno se termina. E incluso la vida, aunque haya durado muchos años, nos puede resultar corta, cuando vemos que se acerca su fin, y nos hace pensar que sería bueno que durara un poco más. Todo esto nos pone en evidencia que todos nosotros llevamos en lo más íntimo de nuestro corazón unas ansias de plenitud que no alcanzamos a colmar en las limitadas condiciones en las que vivimos, y que nos hablan de una aspiración sin límites, que sólo alcanza su explicación y su posibilidad de ser colmada si la referimos a Dios...

La Tumba vacía2. LA PAZ, LA ALEGRÍA Y LA VIDA QUE DA JESÚS DURAN PARA SIEMPRE... Dios nos ha hecho para la paz y para la alegría sin límites, y ha sembrado en nosotros una vocación de eternidad. Nos ha llamado a vivir con Él en una eterna comunión, que dure para siempre. Pero todo esto no es posible en las estrechas dimensiones de esta vida. Por eso, para salvarnos, para llevarnos a la altura de la vocación para la que nos ha hecho, Jesús asumió nuestra condición humana, y la llevó con amor y paciencia inclaudicable a la Cruz, y desde allí nos la devolvió transformada por la Resurrección. Por eso volvemos en este Domingo de la Octava de Pascua a las huellas visibles de la Resurrección de Jesús, la Tumba vacía y las apariciones de Jesús a los Apóstoles, huellas humanas de un hecho que rompe los límites del espacio y del tiempo para ponernos en contacto con la realidad sobrenatural a la que Dios nos llama...

Apóstoles en el CenáculoJesús es para nosotros, y para todos los hombres y mujeres de todos los tiempos, la fuente de una paz y de una alegría que no se terminan. Y esto es posible porque la Vida del resucitado es una Vida que vence al pecado y a la muerte, y es una Vida eterna. Las primeras comunidades cristianas (leímos hoy en los Hechos de los Apóstoles) compartían sus bienes con mucha libertad y movidos por el amor al que nos llama la fe (nos dice hoy san Juan en su primera carta). Puede llamar la atención esa disposición tan viva que lleva a un grupo de fieles a un amor tan intenso por el que se decide compartirlo todo. Y sin embargo la explicación es muy sencilla. Es un amor que surge de la fe, que lleva a encontrar en Jesús la paz, la alegría y la Vida...

Por eso Jesús, cuando se aparece a los Apóstoles después de la Resurrección, les dijo insistentemente que venía a traerles la paz. Y como consecuencia, al recibirlo, los Apóstoles se vieron inundados por la alegría. Además, como nos dice el Apóstol San Juan en su Evangelio, éste y los demás hechos de Jesús que encontramos relatados en los Evangelios, están allí escritos allí para que creamos en Él, y creyendo tengamos la Vida eterna. Muchas otras cosas que hizo Jesús no están relatadas en los Evangelios. Y si no lo están, es simplemente porque no nos hacen falta para creer que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y que en Él tenemos la salvación que Dios ha puesto al alcance de nuestras manos...

Santo Tomás3. NO NOS HACE FALTA VER SINO CREER, PARA RECIBIR LA VIDA QUE DIOS NOS DA... Puede ser que alguna vez hayamos pensado que a nosotros nos ha tocado la parte más difícil, ya que fuimos llamados a la fe para encontrar la salvación, sin tener demasiadas constancias visibles que nos garanticen la verdad de la Resurrección de Jesús. Quizás hemos pensado que todo sería más fácil si nos ofrecieran más pruebas que nos lleven a la fe. ahora bien, en todo caso no seremos los primeros en tener esta ocurrencia. Ya lo pensó el Apóstol Santo Tomás, de sobrenombre el Mellizo, que no se encontraba con los demás la primera vez que se les apareció Jesús resucitado a los Apóstoles...
 
El Domingo siguiente Santo Tomás pudo ver a Jesús resucitado, y también pudo creer. Pero no fue lo que vio lo que lo llevó a la salvación, sino la fe. Lo que nos importa ahora es que la alabanza de Jesús no fue para él, sino para nosotros, cuando nos dijo: «¡Felices los que creen sin haber visto!». No es, entonces, "ver" más lo que nos hace falta, sino creer más y mejor, y vivir con más compromiso y decisión las consecuencias de esta fe a la que Jesús nos llama, para que alcancemos esa paz y alegría que nadie podrá quitarnos, y para alcanzar la Vida que sólo Jesús nos puede dar, y que es la única que puede más que el pecado y que la muerte...


Lecturas bíblicas del Domingo II de Pascua del Ciclo B:

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Predicaciones del P. Alejandro W. Bunge:
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