Miremos para arriba...
Queridos amigos:
Esta fue mi predicación de hoy, 2 de abril de 2006,
Domingo
V de Cuaresma del Ciclo Litúrgico B, en el Hogar
Marín:
1. LA VIDA ES COMO UN ASCENSOR:
A VECES SE VA PARA ARRIBA, OTRAS VECES PARA ABAJO... Esto sucede no
sólo a los diversos equipos que participan en los campeonatos de los
diversos deportes con los que solemos distraernos un poco a la hora de
descanso. También en otros aspectos de la vida, se va para arriba y
para abajo...
Hoy, al cumplirse un año de la muerte de Juan
Pablo II, nuestras miradas pueden dirigirse hacia él, y observar desde
este punto de vista todo el camino de su vida. A los 38 años fue
nombrado Obispo, y a los 58 años, siendo todavía un joven Obispo, fue
elegido Papa. Todos podríamos decir que en ese tiempo su vida no había
alcanzado todavía su punto más alto. Recién comenzábamos a conocerlo, y
su figura se iba cada día más hacia arriba. ..
Su estampa era reluciente, su físico lo acompañaba y su sonrisa
aparecía a cada paso, incluso en la tranquila y serena oración
realizada con el Rosario en los momentos en que su descanso, siempre
breve, le permitía hacerla gozando de la naturaleza...
Pero todos hemos conocido también los últimos
momentos de la vida de Juan Pablo II, ya que los medios de comunicación
nos lo presentaban con insistencia. Su declinación duró un tiempo
largo. El seguramente, y también nosotros, podíamos ver cómo sus
limitaciones crecían, las posibilidades moverse como lo hacía antes
fueron desapareciendo, incluso su capacidad de comunicarse con los
demás era cada día menor, aunque no perdía su fe, su ánimo y su
sonrisa. Era fácil pensar que esa declinación lo mostraba en una
pendiente que se iba hacia abajo, cada vez de manera más pronunciada...
Sin embargo, las cosas no son siempre tal como aparecen. Todo este
tiempo de la declinación de su salud fue también un tiempo muy fecundo.
Si durante casi 26 años nos enseñó con su palabra, durante el tiempo
final lo hizo con no menor contundencia a través de su silencio. Si
mientras las fuerzas le alcanzaban dio varias veces la vuelta al mundo,
encontrándose con fieles católicos, con creyentes de otras religiones y
con hombres de buena voluntad de todos los continentes, cuando ya no
pudo hacerlo, su imagen y su presencia siguieron siendo contundentes, a
través de los medios de comunicación que nos permitían seguir desde
cualquier lugar del mundo su larga e implacable agonía. Por lo tanto,
aunque pareciera una declinación, quién sabe si no fue éste el tiempo
de los más misteriosos y silenciosos frutos. Por eso hoy, al cumplirse
un año de la muerte de Juan Pablo II, la Palabra de Jesús y el
testimonio de este Papa pueden ayudarnos a descubrir en qué consiste
verdaderamente "subir" y "bajar" en la vida...
2. JESÚS NOS MUESTRA EL CAMINO: A TRAVÉS DE
LA MUERTE SE LLEGA A LA PLENITUD DE LA VIDA... Pasa como con el grano
de trigo, con el que Jesús nos da hoy una imagen clara de lo que sucede
con la vida. El grano de trigo, hasta que no cae en tierra y muere, no
puede dar fruto. De la misma manera, aunque nos parezca que el tiempo
de dar frutos en nuestra vida es el tiempo de nuestra mejor salud, el
tiempo de la juventud, el tiempo de la eficacia y la frescura, en
realidad sólo a través de la muerte es posible alcanzar la plenitud
para la que Dios nos ha hecho, que es la Vida eterna, el gran fruto que
Dios nos regala. Juan Pablo II, que se había pasado haciendo el bien a
través de su ministerio desde hacía ya muchos años (casi 60 años de
sacerdocio), en los últimos días de su vida sólo decía pacientemente
"déjenme ir"...
A veces nos resistimos a la muerte, como
también nos resistimos a la Cruz. Quizás sea porque nos parece que Dios
no nos puede haber hecho sólo para el sufrimiento. Si así fuera,
nuestra religión sería demasiado masoquista. Es posible también que a
veces nos parezca que Dios está ausente de este mundo en el que vemos
tantos sufrimientos y tantas muertes que parecen inútiles. Si pensamos
en las guerras, en las víctimas de la droga, en los que no llegan a
nacer porque el aborto se los impide, en los enfermos de SIDA, puede
llegar a parecernos que Dios se ha olvidado de nosotros, o de sus
promesas de Vida...
Sin embargo, podemos estar seguros que Dios
no se ha olvidado de nada. Dios no quiere para nosotros la muerte, sino
la Vida. La Cruz de Jesús no nos habla sólo y principalmente del
sufrimiento. Jesús fue "levantado" en ella. Así como también nos tocará
a nosotros hacerlo, y como sucedió con Juan Pablo II hace hoy un año,
Él quiso ir "para arriba" por el camino de la Cruz y gustando la
muerte. Jesús fue levantado y fue glorificado en la Cruz. Pasando por
la Cruz, haciendo escala pero sin quedarse en la muerte, Jesús llegó a
la resurrección, y con ella ganó también para nosotros la Vida después
de la muerte, la Vida que llega con la resurrección, la verdadera
Vida....
Juan Pablo II también se aferró muy fuertemente a la Cruz, nunca le
huyó, y supo sacarle fruto. La tuvo siempre presente, de maneras muy
diversas, desde su temprana orfandad, pasando por los sufrimientos de
la segunda guerra mundial y el atentado que casi lo lleva a la tumba en
sus primeros años de pontificado, hasta la creciente limitación
corporal que dejaba sin movimientos al gran caminante y sin voz al que
había hablado a la humanidad entera. Sin embargo, no se dejó abatir por
todo esto, porque en la fortaleza de su fe tenía claro que fuimos
hechos para la Vida...
Esta es la Alianza que Dios ha hecho con nosotros, y ha inscripto
en nuestros corazones a través del Bautismo. Es una Alianza que Dios no
rompe, es una decisión de parte de Dios, de la que no se arrepiente,
una decisión por la que nos quiere para que estemos donde Él está, es
decir, en la Casa del Padre, el Cielo, la Vida....
3. DE LA MANO DE JESÚS, SIN
HUIR DEL SUFRIMIENTO, YA QUE BUSCAMOS LA VIDA MIREMOS PARA ARRIBA...
Nuestra fe no nos da sólo y simplemente un consuelo para que no
lleguemos con desesperación al momento de la muerte. Nuestra fe nos
exhorta a aspirar siempre a la verdadera Vida, y trabajar por ella...
A nosotros no nos conforma, y no puede
conformarnos, sólo sufrir, y aguantar o soportar resignadamente el
sufrimiento, como si sólo lo hiciéramos porque no tenemos más remedio
que hacerlo. Nosotros miramos para arriba, como niños recién llamados a
una vida que todavía no conocen...
También nosotros nos movemos en esta tierra sin pasar el umbral de la
verdadera Vida, de la que Jesús no ha dejado de hablarnos, y de la que
nos ha dejado pequeños anticipos a través de los sacramentos, pero que
no hemos descubierto del todo. Y tenemos que hacerlo con asombro, en
serio, porque le creemos a Jesús, y no nos achicamos cuando mirando
para arriba, nos encontramos con Jesús en la Cruz. Sabemos que Él,
desde allí, nos lleva a la Vida...
Juan Pablo II siempre miró hacia arriba. Su
mirada estaba fija en el Cielo, y por eso encontraba la paz en medio de
los sufrimientos de toda su vida. Su testimonio es un ejemplo que no
podemos dejar de atender. Lo dijo con palabras, y también con lo que
hizo de su vida. Yo creo que por esta razón su figura fue mirada y
admirada más allá de los límites visibles de la Iglesia católica. Todos
los que lo conocieron, supieron de su convicción, y no pudieron sino
mirar hacia donde él miraba, elevándose hacia el Autor de la Vida...
Por esto me resulta simpático recoger hoy el testimonio de uno de los
tantos dibujantes humoristas que en el momento de la muerte de Juan
Pablo II expresaron su afecto y su veneración a través de lo que sabían
hacer, sus dibujos (lo he traducido al castellano, ya que el dibujo
original tenía la frase en inglés). Nosotros, respetuosos de la
decisión de quien tiene que tomarla, después de recorrer el camino que
hay que recorrer para verificar todo lo que hay que verificar, podemos
sin embargo desear y rezar para que pronto Juan Pablo II pueda ser
venerado como beato y como santo. Pero mientras tanto podemos tratar de
imaginarnos cómo habrá sido su encuentro definitivo con Dios Padre, y
para eso nos ayuda esta simpática caricatura. Como él, ya que buscamos
la vida, miremos para arriba...
Lecturas bíblicas del
Domingo V de Cuaresma del Ciclo B:
- Llegarán los días -oráculo del Señor- en que estableceré una nueva
Alianza con la casa de Israel y la casa de Judá. No será como la
Alianza que establecí con sus padres el día en que los tomé de la mano
para hacerlos salir del país de Egipto, mi Alianza que ellos rompieron,
aunque yo era su dueño -oráculo del Señor-. Esta es la Alianza que
estableceré con la casa de Israel, después de aquellos días -oráculo
del Señor-: pondré mi Ley dentro de ellos, y la escribiré en sus
corazones; yo seré su Dios y ellos serán mi Pueblo. Y ya no tendrán que
enseñarse mutuamente, diciéndose el uno al otro: «Conozcan al Señor».
Porque todos me conocerán, del más pequeño al más grande -oráculo del
Señor-. Porque yo habré perdonado su iniquidad y no me acordaré más de
su pecado (Jeremías 31, 31-34).
- Hermanos: Cristo dirigió durante su vida terreno súplicas y
plegarias, con fuertes gritos y lágrimas, a aquel que podía salvarlo de
la muerte, y fue escuchado por su humilde sumisión. Y, aunque era Hijo
de Dios, aprendió por medio de sus propios sufrimientos qué significa
obedecer. De este modo, él alcanzó la perfección y llegó a ser causa de
salvación eterna para todos los que le obedecen (Hebreos 5, 7-9).
- Había unos griegos que habían subido a Jerusalén para
adorar a Dios durante la fiesta de Pascua. Estos se acercaron a Felipe, el
de
Betsaida de Galilea, y le dijeron: «Señor, queremos ver a Jesús».
Felipe fue a decírselo a Andrés, y ambos se lo dijeron a Jesús.
El les
respondió: «Ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser
glorificado. Les aseguro que si el grano de trigo que cae en la tierra
no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto. El que tiene apego
a su vida la perderá; y el que no está apegado a su vida en este
mundo,
la conservará para la Vida eterna. El que quiera servirme que me siga,
y donde yo esté, estará también mi servidor. El que quiera
servirme,
será honrado por mi Padre. Mi alma ahora está turbada, ¿Y
qué diré:
«Padre, líbrame de esta hora? ¡Sí, para eso he llegado
a esta hora!
¡Padre, glorifica tu Nombre!». Entonces se oyó una voz del
cielo: «Ya
lo he glorificado y lo volveré a glorificar». La multitud que estaba
presente y oyó estas palabras, pensaba que era un trueno. Otros decían:
«Le ha hablado un ángel». Jesús respondió: «Esta
voz no se oyó por mí,
sino por ustedes. Ahora ha llegado el juicio de este mundo,
ahora el Príncipe de este mundo será arrojado afuera; y cuando
yo sea
levantado en alto sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí».
Jesús
decía esto para indicar cómo iba a morir (Juan 12, 20-33).
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Predicaciones del P. Alejandro W. Bunge: