Esta fue mi predicación de hoy, 26 de marzo de 2006,
Domingo
IV de Cuaresma del Ciclo Litúrgico B, en el Hogar
Marín:
1. SE SABE COMO EMPIEZAN LAS
PELEAS, PERO NO COMO TERMINAN... Esto siempre sucede de la misma
manera. A veces, por ejemplo, unos chicos comienzan en el colegio a
jugar tirándose con papelitos. Después de un rato, alguno piensa dar la
nota, y en vez de papeles ya le tira a otro una regla por la cabeza.
Hasta que quizás un golpe resulta más fuerte de lo esperado, y la
contestación de los golpes se va haciendo cada vez más violenta, hasta
que termina siendo una batalla campal, que sólo termina cuando alguien
aparece a poner orden o alguno termina lastimado...
Lo mismo pasa en las familias, y aquí en el Hogar Marín (donde las
Hermanitas de los Pobres nos enseñan a vivir "en familia"). Las
discusiones, por ejemplo cuando estamos sentados a la mesa, a veces
comienzan por cualquier pavada. A medida que se van diciendo cosas, se
va caldeando el ambiente y antes de darnos cuenta, se comienza con una
abierta agresión, y cada uno le pasa la cuenta al otro por rencillas
pasadas, que deberían haber estado ya olvidadas. Llega un momento en el
que ya nadie sabe cómo fue que se se empezó la discusión, y al mismo
tiempo nadie encuentra cómo ponerle fin a la pelea...
Pero esto no sucede sólo en el colegio con
los chicos, o en las familias. Sucede más o menos lo mismo, aunque con
otra dimensión y otras consecuencias, mucho más graves, en la vida
nacional. Aquí en Argentina, por ejemplo, fuimos invitados a hacer
memoria de las cosas sucedidas en los últimos treinta años, a través de
un feriado que se fijó para el 24 de marzo...
Si hacemos memoria de las cosas
desgraciadas que pasaron en aquellos tiempos, y un poco antes también,
enseguida se nos entristece el corazón por la desazón y la muerte que
sembraban los grupos guerrilleros que intentaron imponer por la fuerza
su modo de ver las cosas y de imaginar el país...
Mayor tristeza aún nos tiene que invadir el corazón, si recordamos cómo
aquellos a quienes les correspondía restablecer el orden y la
convivencia nacional ya que esa tarea les asignaba la ley, traicionando
los valores que tenían que defender, aún antes del golpe cívico militar
del 24 de marzo de 1976, se pasaron al bando de la violencia
fratricida, golpeando a los guerrilleros con sus mismas armas y sus
mismos métodos terroristas, al margen de la ley, por lo que se
convirtieron en lo mismo que ellos tenían que combatir...
No es distinto en el orden
internacional. Sucede lo mismo con todos los enfrentamientos, que a
veces comienzan casi sin que nadie se dé cuenta, y a veces terminan
siendo sangrientas guerras. Los argentinos también tenemos experiencias
recientes de este tipo. En el año 1978 un conflicto por los límites en
el Canal de Beagle casi nos lleva a una guerra absurda con Chile. En
1982, ya sin el "casi" del caso anterior, nos vimos envueltos en una
guerra absurda por las Islas Malvinas. Ahora estamos ante una situación
de algún modo semejante. De un lado del río Uruguay algunos ciudadanos
de nuestro país protestan y cierran las rutas porque no quieren que sus
aguas se contaminen. Del otro lado del río Uruguay, los ciudadanos de
ese país defienden las papeleras que allí se quieren instalar, porque
las consideran para ellos legítimas fuentes de trabajo. Si no reina la
cordura que lleve al diálogo por el cual es posible encontrar juntos el
bien de todos, puede terminarse en una escalada de dureza y agresión
que comienza con poco, pero cuyo final es incierto. Algunas
demostraciones de fuerza pueden ser más o menos inofensivas, pero una
vez que se arranca con el enfrentamiento, no se encuentra fácilmente
cómo poner límite a la violencia. Las peleas entre vecinos, también
entre países vecinos, igual que las peleas caseras, se sabe cómo
empiezan, pero no como terminan...
Por eso resulta muy oportuno que Jesús hoy nos muestre un camino
hacia la paz, que es necesario recorrer si queremos cerrar las puertas
a las peleas y las guerras, antes que crezcan...
Alguno puede preguntarse: ¿No será debilidad, esto de no querer
oponerse a la violencia y a todo el mal que produce en todos los que la
sufren? Nosotros no podemos conformarnos con la primera respuesta que
se nos venga a la mente. Nuestra fe nos lleva a preguntarle a Jesús,
para que Él nos dé la respuesta. Y lo hace con toda claridad en el
Evangelio que hoy hemos proclamado...
Esta Palabra de Dios nos lleva
enseguida hoy a comprender que más bien la debilidad está en querer
arreglarlo todo por la fuerza. Está claro que todos nosotros, como
todos los hombres del mundo entero y de todos los tiempos, hemos sido
hechos por el amor de Dios. Pero además, hemos sido hechos para el
amor. Por eso nunca nos hace crecer la violencia...
Estamos definitivamente llamados a hacer las cosas bien, a hacer cosas
buenas, es decir, a vivir en comunión con toda la familia humana. Esa
familia humana que se concreta con nombre y apellido en las personas
que nos rodean más de cerca. Viviendo en comunión con todos los que nos
rodean, estamos anticipando la paz definitiva a la que hemos sido
llamados, esa paz a la que todos aspiramos profundamente y que nos
cuesta tanto encontrar, construir y conservar. Esa paz que podemos
comenzar a construir ahora, y que se realizará en el Cielo. Actuar
haciendo siempre el bien, sin responder con violencia a la violencia,
logramos poner un poco de luz en nuestras vidas, que de otra manera
naufragan inevitablemente en las tinieblas. A veces nos tocará sufrir
la violencia que otros provocan, otras veces nos tocará tender la mano
para mitigar el dolor y las consecuencias de la violencia que a otros
les toca sufrir. Pero siempre se tratará de elevar la mirada para
encontrarlo a Jesús en la Cruz brindándonos la salvación...
Sin embargo, también hay luces muy fuertes,
que surgen de la Cruz y se alimentan en ella. Todos conocemos personas,
algunas que aparecen públicamente y otras que viven en el silencio y
sólo se hacen ver por los más cercanos y por Dios (que todo lo ve), que
con el testimonio de sus vidas nos han mostrado lo que se puede lograr
si nos aferramos a la luz que viene de Jesús...
Todos podemos ver que la serenidad, la paz y el bien que surge de estas
personas está iluminada por una llama que no se apaga, ya que fue
encendida por Jesús en la Cruz, para que ilumine la vida de todos los
hombres...
El testimonio de estas personas nos acerca y pone al alcance de nuestro
entendimiento, a veces cerrado por los golpes de la vida, que la luz
que surge de la Cruz alcanza para disipar todas las tinieblas. Esto nos
permitirá asumir su mismo camino, que consiste sencillamente en
comprometerse firmemente en un amor perseverante y efectivo hacia todos
los hombres y mujeres de nuestro tiempo, especialmente los más débiles
y los que tenemos más cerca. Esta sigue siendo la mejor manera, que ya
nos mostró Jesús elevado en la Cruz y muchos otros nos siguen mostrando
con el testimonio de su vida, de vencer la violencia y de escapar a las
tinieblas...