Esta fue mi predicación de hoy, 5 de marzo de 2006,
Domingo
I de Cuaresma del Ciclo Litúrgico B, en el Hogar
Marín:
1. LA TENTACIÓN ES UNA COSA COTIDIANA CUANDO
SE VIVE ENTRE FIERAS...
Jesús, después de su Bautismo, fue llevado por el Espíritu al desierto.
Allí vivía entre fieras, nos relata el Evangelio de San Marcos, y fue
tentado...
También nosotros, aunque no estemos en el desierto, a veces parece
que
viviéramos entre fieras, los piratas de nuestro tiempo, que son muchos
y variados. Y en esas condiciones, nuestra vida también está llena de
tentaciones. Nos vamos acostumbrando
a vernos atacados o despojados, y tenemos la tentación de vivir con los
dientes afilados, listos para gruñir ante el primer peligro, a la
defensiva, e incluso, por las dudas, atacando, para
no ser sorprendidos...
Especialmente en estos días en
Argentina, mientras falta más de un año para llegar a las elecciones
presidenciales y mientras todavía no han terminado de convencernos que
el poder político se utiliza para el servicio de los ciudadanos, ya
comenzamos a oír nuevamente sobre proyectos de reelección, como si lo
más importante al alcanzar el poder fuera buscar el modo de perpetuarse
en él. Ya hemos tenido que sufrir las consecuencias de estas
obsesiones, y es muy posible entonces que nos sintamos acorralados por
las fieras de la corporación política...
Aunque sabemos que Dios nos ha
hecho para la paz,
que es la suma de todo bien, muchas veces, cuando las cosas nos
superan, nos asalta la tentación de
querer poner las cosas en su lugar con un golpe sobre la mesa, o dicho
con palabras tomadas del terreno deportivo, tenemos la tentación de
"patear el tablero", como
si éste fuera un modo eficaz para solucionar las dificultades...
El camino de la salvación al que Dios nos llama pasa por la Cruz,
pero nosotros muchas veces tenemos la tentación de tomar sólo la
autopista
de la satisfacción, incluso sin peaje. Por eso le escapamos al camino
arduo que lleva desde el mal hasta el bien, el camino arduo que es
necesario para construir efectivamente el bien, y caemos fácilmente en
la tentación del desaliento o la pasividad...
Resumiendo, son muchas las tentaciones que tenemos. Podemos
describirlas como las fuerzas que nos inclinan hacia el mal o nos
quitan las fuerzas para luchar por el bien, tratando de desviarnos de
nuestra fidelidad a Dios. Por eso, conviene que tengamos en cuenta que
las
tentaciones no vienen sólo desde afuera, como consecuencia de vivir
entre fieras. Muchas veces vienen también desde adentro de cada una de
nosotros, ya que todos tenemos nuestro propio lado flaco, nuestra
propia
inclinación al mal, como consecuencia de nuestros propios pecados,
vicios e imperfecciones, por nuestra propia naturaleza, por donde se
nos cuelan las tentaciones...
Jesús, con su experiencia en el desierto después de su Bautismo,
nos enseña a luchar
contra las tentaciones:
Dios ha pronunciado para nosotros una Palabra
clara, a través de
Jesús, Dios hecho hombre. Él nos dice todo lo que nos hace falta para
seguir con fidelidad el camino que nos lleva a la salvación, superando
todas las tentaciones, que quieren apartarnos de Dios, y nos llevan
inevitablemente al fracaso. Su Palabra pone luz en nuestra vida,
señalándonos el camino que nos lleva la salvación...
El camino seguro siempre consistirá en buscar en la Palabra de Dios
cuál es su precisa voluntad para cada
uno de nosotros en cada circunstancia. Tendremos que buscar en su
Palabra la luz que
nos hace falta en cada una de las situaciones en las que se nos ofrecen
dos caminos, para ver cuál es el que Dios nos propone, en vez de
confiar en
nuestras solas fuerzas. Sólo ése es el camino seguro que nos lleva a la
Vida
eterna...
A esta vida eterna fuimos llamados en el Bautismo. Igual que a
Jesús, a
partir de ese momento se nos interponen las tentaciones, queriendo
desviarnos
del camino. La diferencia es que nosotros muchas veces caemos en ellas.
Por eso, antes de celebrar nuevamente con
verdadero gozo, en la próxima Pascua, la Resurrección de Jesús,
anticipo de la nuestra,
necesitamos hacer un camino de conversión al que hoy Jesús nos llama,
en este primer Domingo de Cuaresma...