Esta fue mi predicación de hoy, 26 de noviembre de 2006,
Solemnidad de Cristo Rey del Ciclo Litúrgico B, en la
Abadía Santa
Escolástica y en el Hogar
Marín:
1. CUANDO
SE ALCANZA LA META, SE VE MEJOR TODO EL CAMINO REALIZADO...
Esto no me lo enseñó un sacerdote, ni lo aprendí en el Seminario. Lo
decía Werner Heisenberg (1901-1976), un físico nuclear, que descubrió
el principio de indeterminación en la física cuántica (y que se peleaba
con Hitler, porque decía que nunca iba a hacer investigaciones para que
la física atómica pudiera aplicarse contra la vida de las personas)...
El lo decía a partir de
su experiencia en la montaña, que es la misma
que la nuestra en la vida. Cuando se va a encarar un ascenso a una
cumbre difícil (lo mismo vale para cualquier meta dificultosa), desde
el llano se ve con claridad el comienzo del camino y el punto al que se
quiere llegar. Cuando se ha empezado la marcha, poco a poco el bosque o
los obstáculos van haciendo oscura la ruta, y deja de verse tanto el
lugar desde donde se partió como la meta a la que se quiere llegar. En
ese momento la gran tentación es pensar que no se llegará a ningún
lado, y que conviene dar la vuelta atrás. Sin embargo, lo que hay que
hacer es seguir adelante según la ruta planeada, con la confianza
puesta en que sin desviarse del camino al final se encontrará a la que
se quiere llegar. Para poder llegar a la meta hace falta la constancia
y el esfuerzo en el momento de la oscuridad. Una vez en la meta podrá
verse todo de nuevo, incluso con más claridad y con un horizonte más
amplio, gracias a la altura de la montaña que se logró escalar...
Todos nosotros nos
vemos envueltos en muchos caminos a lo largo de la
marcha de la vida, y muchas veces podemos estar desorientados o
aturdidos, como quien se encuentra en la mitad de la montaña, sin ver
el inicio del camino y tampoco el final. En esos momentos nos resuenan
algunas preguntas acuciantes, como por ejemplo: ¿valdrá la pena tanto
esfuerzo para llegar a la meta? ¿no habrá otro camino más fácil, un
atajo, que no reclame tanto esfuerzo?...
Hoy Jesús, a quien en el último Domingo del Año Litúrgico celebramos
como Rey, después de haber recorrido con Él paso a paso todo su camino,
nos alienta mostrándonos que tiene sentido la marcha, y la meta a la
que nos quiere llevar. Empezamos con la preparación de la Navidad en el
Adviento pasado, vimos la ternura del Pesebre (hecho, quizás, con la
misma madera con la que se hizo su Cruz), pasamos por la Pascua, y hoy
lo vemos en la meta como Rey, ya que para eso ha venido al mundo, para
reinar...
2. EL
REINO DE DIOS SE REALIZA ORDENANDO TODO EL MUNDO CON SU VERDAD...
Jesús es el primero que resucitó de entre los muertos. Lo hizo no
porque Él lo necesitara. Él existe desde siempre y para siempre, es la
Vida y el Viviente. Pero porque nos quiere, dejó su lugar junto a Dios
Padre para hacerse hombre por nosotros, para librarnos de la rebeldía
que nos había apartado de Dios, y para ser el primero entre muchos,
llamándonos a todos a participar de su Resurrección...
Su dominio
es un dominio eterno, que no pasará, nos decía
anticipadamente el profeta Daniel. Es así, porque su Reino es el de
Dios. Pilato, que representaba en Jerusalén al imperio de su tiempo, se
puso nervioso, y quiso saber directamente de Jesús si, y por qué, lo
venía a cuestionar. Es posible que también hoy los poderosos del mundo
se sientan incómodos ante el Reino de Dios, como si nadie tuviera
derecho a discutirles su poderío y su modo de reinar...
Su realeza, nos dice Jesús, no es de este mundo. Sin embargo, es la
única que puede salvar a este mundo. Jesús ha nacido y ha venido a este
mundo concreto, no a un mundo de los libros o de la historia sino este
mismo en el que nosotros estamos, para dar testimonio de la Verdad. Esa
Verdad, que es la de Dios, y que es la verdad profunda de todas las
cosas, que habiendo salido de las manos creadoras de Dios, tienen en
esa verdad su razón de ser y su sostén. El que es de la verdad, nos
dice Jesús, escucha su voz. Y nosotros tenemos derecho a preguntarnos,
entonces: Quien no escucha la voz de Jesús, ¿de quién será? Porque es
necesario tener en cuenta que del otro lado de la verdad sólo está la
mentira...
Por eso
toda la realidad, el mundo entero, con todas las criaturas, es
parte del Reino de Dios, y lo es por origen y por conquista. Lo es por
origen, ya que el mundo viene de las manos de Dios, en las que tiene su
fuente y su creador. Y lo es también por conquista, ya que Jesús ha
venido a rescatarlo, a enderezarlo, a orientarlo de nuevo hacia Dios.
Lo hizo desde la Cruz, dando testimonio de la Verdad. Ordenando el
mundo entero con esa Verdad, que Jesús nos ha entregado a manos llenas,
éste vuelve a ser conquistado para Dios, y se integra nuevamente a su
Reino...
Jesús podría haber cambiado el rumbo de su vida, para ganarse la buena
voluntad de Pilato, que
podía y estaba dispuesto a librarlo de la Cruz. Pero de ese modo no
hubiera hecho aquello para
lo que había venido, la misión para la que lo había destinado su Padre.
Hubiera podido tomar el atajo del "arreglo" sometiéndose a la voluntad
de Pilato, que le ofrecía un arreglo favorable a los intereses
inmediatos de cada uno, pero para hubiera tenido que dejar de lado el
camino de su Reino y de la salvación. Por lo tanto tenemos que tener
bien claro que el Reino de Dios se realizará hoy entre nosotros por el
mismo camino por el que Jesús lo realizó, es decir, por el camino de la
Cruz. Y por eso mismo, la fidelidad a la Verdad de Dios, que nos
permite ordenar el mundo, será el camino de la Cruz...
3. EL CAMINO: HACER QUE
JESÚS REINE EN NUESTROS CORAZONES Y EN NUESTRA
VIDA... Claro, puestos ante semejante tarea, ordenar el mundo entero
con la Verdad de Dios, puede ser que nos sintamos ante una tarea
inmensa y agobiante superior a nuestras fuerzas, ante una montaña que
no podemos escalar, y una meta que no podemos alcanzar. Sin embargo,
Dios nunca nos propone algo que supere nuestra posibilidad...
El pasado martes 21 de
noviembre, durante la celebración de la
presentación de la Virgen María en el Templo (día también en el que
cumplo años) se celebró la
Jornada por los orantes, dedicada al
recuerdo de las comunidades religiosas de clausura. El Domingo anterior
el Papa les dedicó el
Angelus,
dando gracias al Señor por el don de tantas personas que, en los
monasterios y en los eremitorios, se dedican totalmente a Dios en la
oración, en el silencio y en el ocultamiento. Y
Aprovechó la ocasión para
recordarnos que también hoy hay muchas personas que descubren esta
vocación, porque alcanzan a comprender el profundo sentido del Reino de
Dios, por el que vale la pena dejarlo todo...
Los
monasterios y las abadías de vida contemplativa se presenten como
"oasis" en los que el hombre, peregrino en la tierra, puede beber mejor
en las fuentes del Espíritu y saciarse a lo largo del camino, haciendo
que estos lugares, aparentemente inútiles, sean en realidad
indispensables en nuestro tiempo, como los "pulmones" verdes de las
ciudades que se oxigenan a través de ellos, y desde donde se hace
crecer el Reino de Dios, haciendo el
bien a todos, incluso a quienes no los frecuentan e incluso tal vez
hasta ignoran su existencia...
En realidad, ninguno de nosotros está sólo en este mundo, y carga sólo
sobre su hombros esta tarea. Toda una red de oración y de amor
comprometido nos hace no sólo ciudadanos sino también servidores del
mismo Reino, el Reino de Dios. Lo que a cada uno de nosotros nos toca
es simplemente dejar que Jesús reine en nuestros corazones. Si esto se
realiza, inmediatamente Jesús comenzará a reinar en toda nuestra vida,
que se verá iluminada y ordenada por su Verdad. Y la consecuencia será
inmediata: Jesús estará reinando en esa parte del mundo que está bajo
nuestra directa responsabilidad. Así se construye, sin hacer pero con
eficacia contundente, el Reino de Dios...