Nos hace falta la luz y la alegrķa...
Queridos amigos:
1. NOS HACE MUCHA FALTA LA LUZ,
PERO MUCHO MÁS NOS HACE FALTA LA ALEGRÍA... Estamos tan acostumbrados a
contar con la luz eléctrica, que cuando no la tenemos nos parece
imposible vivir sin ella, aunque en realidad se trata de un invento
bastante moderno (Edison, año 1879). acostumbrarnos a la oscuridad
Aunque, es cierto, recién
nos damos cuenta cuando nos faltan...
Cuando se corta la electricidad
(y si tenemos en cuenta que hace tiempo que en Argentina no se hacen
inversiones de fondo en la producción de energía eléctrica, además de
las advertencias que ya estamos recibiendo, en ciudades como Buenos
Aires y sus alrededores sucederá con frecuencia en este verano), todo
se complica. No sólo tenemos que recurrir a las velas para iluminar,
sino que ya no funciona la heladera, por más que queramos encenderla
nada aparece en la pantalla de la televisión, la computadora ya no
funciona, y nos damos cuenta a cada paso, cuando intentamos usarlas,
que otra cantidad de cosas de uso frecuente en nuestra vida cotidiana
dependen de la energía eléctrica...
Pero en realidad, por
importante que sea para nosotros la luz y la energía eléctrica que nos
la facilita, mucho más
nos hace falta esa luz interior que carga de sentido la vida, y hace
posible la alegría. Cuando en estos días estamos nuevamente ante la
Navidad que se acerca inexorablemente, siendo como lo es siempre una
celebración especial cargada de sentido y afecto familiar, no sólo debe
temerse a los cortes de electricidad, sino también y especialmente a la
falta de alegría...
Aunque estas fiestas son fuente de especial alegría, es muy posible sin
embargo que a más de uno, cuando se acerca la Navidad, comience a
invadirlo una irresistible tristeza, que le va cambiando la cara. Las
comisuras de los labios y las arrugas de la cara se van tendiendo para
abajo. Se piensa en los que ya no están con nosotros para celebrar la
Navidad, especialmente los que se han muerto en el último año. Se
piensa también en los que, sin haberse muerto, se han distanciado de
nosotros por alguna pelea o discusión a la que no hemos sabido poner
remedio, o en aquellos a quienes simplemente los caminos de la vida los
han llevado a muchos kilómetros de distancia, los suficientes como no
podamos verlos con ocasiones de estas fiestas. Por eso, en nuestra
preparación para la Navidad la mayor preocupación no se encuentra en
los posibles
cortes de electricidad, sino en los motivos que puedan tenernos con las
caras largas y en la
dificultad para encontrar motivos de alegría. Será especialmente
importante
mirar a lo esencial y en profundidad, cuando en la superficie
aparezcan la oscuridad y la tristeza...
2. JESÚS VIENE DE NUEVO EN NAVIDAD, PARA
DARNOS SU LUZ Y SU ALEGRÍA...Esto es, como siempre, desde que se la
celebra, lo esencial y lo más profundo de la Navidad. Jesús, Dios que
se acerca tanto a nuestra condición humana para traernos la salvación,
que Él mismo se hace Hombre, naciendo de María en la pobreza de un
Pesebre. Jesús que nace como el Niño del que surge la Luz, y que por
eso mismo hace posible y nos da la
más profunda alegría...
Por eso, siempre es posible la Navidad. No depende del clima en el
que estamos, ni de la situación en la que nos encontramos. Porque no es
una Fiesta para celebrar lo que tenemos (si así fuera, podría pensarse
que no es una fiesta para el que está triste o el que no tiene con qué
celebrar), sino para recibir lo que
necesitamos. Justamente por eso celebramos la Navidad, porque Dios sabe
que necesitamos la salvación, y Jesús nos la trae en la contundente y
sencilla realidad del Pesebre, del que surge como de una fuente el
mismo Jesús, que es la Luz y trae la alegría...
Es necesario experimentar la
luz y la alegría
que Jesús nos trae, para poder transmitirlas y reflejarlas de un modo
fiel.
Por otra parte, quien las experimenta, no puede dejar de
transmitirlas, porque la luz siempre se refleja en nuestra vida como en
un espejo. Eso fue lo que sucedió con San Juan
Bautista, de quien hoy nos habla el
Evangelio, que
fue testigo de la luz y de la alegría que encontró en Jesús. Alegría
que, tengamos siempre en cuenta, cuando surge de una buena fuente, se
contagia con más
fuerza y poder que la tristeza que tanto abunda en nuestros días...
Podríamos ponernos a imaginar lo que algunos pueden
considerar sólo como un sueño irrealizable, y que sin embargo podemos
estar seguros que puede ser una
realidad, si llevamos hasta las últimas consecuencias la fe que nos
anima. Podríamos imaginar cómo sería nuestra realidad, si
transmitiéramos
la luz y la alegría que Jesús aporta a nuestras vidas. Verdaderamente,
aunque parezca un camino imposible de recorrer, el camino más corto y
mejor para que nuestras familias, nuestros barrios, nuestras
universidades, las cámaras de diputados y senadores que supimos
conseguir (que en estos días han dado tantos ejemplos bochornosos que a
todos nos deben avergonzar), nuestros
gobernantes, sean lo que
deben ser, es impregnar cada una de estas realidades con la luz y la
alegría que vienen de Jesús. Y somos nosotros, quizás un "pequeño
porcentaje" de la población de nuestro país que semanalmente se
alimenta de Jesús recibiendo su Palabra y sus Sacramentos, los que
estamos en mejores condiciones para ser
testigos de la luz y la alegría que de allí surgen. Sin embargo, la
celebración de la Navidad nos ofrece nuevamente la oportunidad para que
muchos puedan descubrir toda la luz y la alegría que surgen para
nuestra vida si descubrimos quién es ese Niño que nos mira desde el
Pesebre, y cómo nos puede dar todo lo que nos hace falta...
3.HAY QUE ESTAR CERCA DEL
PESEBRE, PARA RECIBIR DE JESÚS LA LUZ Y LA
ALEGRÍA... Jesús viene en el Pesebre, que es un lugar sencillo y pobre,
un lugar destinado para los animales, ya que el mundo no le ofrecía en
ese momento otro lugar a Dios, que venía a salvarlo. También hoy Jesús
nos espera en ese lugar humilde y escondido,
que estuvo a su disposición cuando nos visitó en Belén...
En estos días ya empiezan a circular una
cantidad de correos electrónicos con saludos navideños. Quizás nos
lleguen algunos que, para proponer
una Navidad distinta, nos invitan a no gastar plata en cohetes, cañitas
voladoras y otros yerbas por el estilo. Y está bien, eso es muy bueno.
Ya
hace tiempo que yo trato de llamar la atención ante la paradoja de
querer celebrar
al Príncipe de la Paz con los ruidos de la guerra. Pero con eso no
alcanza. Hace falta algo más. Si queremos recibir de Jesús la luz y la
alegría que nos hacen falta, tenemos que acercarnos a Jesús, y para
hacerlo en este tiempo de preparación de la Navidad, nos tenemos que
acercar al Pesebre...
Como
José y María, como los Pastores, también nosotros podemos recibir y
encontrar a Jesús en el Pesebre. Hay que estar donde Jesús viene, para
recibir su
luz y su alegría. Y para eso sirve este tiempo de Adviento, para
ir acercándonos al Pesebre. Para eso lo ponemos en las casas, además de
armarlo en cada Iglesia, para que el Pesebre sea un lugar de
oración y de encuentro con Jesús, que viene para salvarnos, y darnos
luz y alegría...
Lecturas bíblicas del
III Domingo de Adviento, Ciclo B:
- El espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha
ungido. El me envió a llevar la buena noticia a los pobres, a vender
los corazones heridos, a proclamar la liberación a los cautivos y la
libertad a los prisioneros, a proclamar un año de gracia del Señor. Yo
desbordo de alegría en el Señor, mi alma se regocija en mi Dios. Porque
él me vistió con las vestiduras de la salvación y me envolvió con el
manto de la justicia, como un esposo que se ajusta la diadema y como
una esposa que se adorna con sus joyas. Porque así como la tierra da
sus brotes y un jardín hace germinar lo sembrado, así el Señor hará
germinar la justicia y la alabanza ante todas las naciones (Isaías 61,
1-2a y 10-11).
- Hermanos: Estén siempre alegres. Oren sin cesar. Den gracias a
Dios en toda ocasión: esto es lo que Dios quiere de todos ustedes, en
Cristo Jesús. No extingan la acción del Espíritu; no desprecien las
profecías; examínenlo todo y quédense con lo bueno. Cuídense del mal en
todas sus formas. Que el Dios de la paz los santifique plenamente, para
que ustedes se conserven irreprochables en todo su ser -espíritu, alma
y cuerpo- hasta la Venida de nuestro Señor Jesucristo. El que los llama
es fiel, y así lo hará (1 Tesalonicenses 5, 16-24).
- Apareció un hombre enviado por Dios, que se
llamaba Juan. Vino
como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran
por medio de él. El no era luz, sino el testigo de la luz. Este
es el
testimonio que dio Juan, cuando los judíos enviaron sacerdotes y
levitas desde Jerusalén, para preguntarle:
«¿Quién eres tú?». El
confesó y no lo ocultó, sino que dijo claramente:
«Yo no soy el
Mesías». «¿Quién eres,
entonces?», le preguntaron: «¿Eres
Elías?». Juan
dijo: «No». «¿Eres el Profeta?».
«Tampoco», respondió. Ellos
insistieron: «¿Quién eres, para que podamos dar una
respuesta a los que
nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?» Y
él les dijo: «Yo soy una
voz que grita en el desierto: Allanen el camino del Señor, como
dijo el
profeta Isaías». Algunos de los enviados eran fariseos, y
volvieron a
preguntarle: «¿Por qué bautizas, entonces, si
tú no eres el Mesías, ni
Elías, ni el Profeta?». Juan respondió: «Yo
bautizo con agua, pero en
medio de ustedes hay alguien al que ustedes no conocen: él viene
después de mí, y yo no soy digno de desatar la correa de
su sandalia».
Todo esto sucedió en Betania, al otro lado del Jordán
donde Juan
bautizaba (Juan 1, 6-8 y 19-28). <==
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Predicaciones del P. Alejandro W. Bunge: