Necesitamos convertirnos...
Queridos amigos:
1. PARA RECIBIR BIEN A LAS VISITAS, HAY QUE
PONER EN ORDEN TODA LA CASA... Una de las cosas que siempre sorprende a
los visitantes del Hogar Marín, es que todo está siempre limpio,
ordenado y reluciente. Es como si la casa estuviera siempre preparada
para recibir visitas, y así es efectivamente. De hecho, los ancianos
residentes en la casa una día fueron recibidos pro primera vez, y de
visitantes pasaron a huéspedes, cuando su condición de necesidad o de
abandono, o ambas al mismo tiempo, hicieron de esa casa su Hogar (son
noventa los ancianos que hoy son residentes en el Hogar, como en casi
todos los de las Hermanitas en el mundo entero) Desde la puerta de
entrada la casa está siempre limpia ordenada y reluciente, como una
casa preparada para recibir visitas...
Pero este orden no se ve sólo dentro de la
casa, también el jardín luce de esta manera. Desde la imagen de la
Virgen, en la entrada, siempre rodeada de un cantero floreciente, hasta
la de San José, con igual cuidado, pasando por la gruta del fondo en la
que se encuentra la imagen de Nuestra Señora de Lourdes, como los más
mínimos detalles de cualquier lugar de la casa, todo reluce, como
cuando alguien se ha preparado para recibir visitas, y así está la casa
entera todos los días...
Todo esto, sin duda, no se hace sin el
esfuerzo y el trabajo de muchos, es decir de todos. Está quien toma el
rastrillo, quien se pase por los pasillos con un secador y un trapo de
piso, quien limpia la vajilla, quien ordena el lavadero, y todos los
que pueden hacerlo por sus propios medios se ocupan de guardar la ropa
en el ropero, que la ropa sucia vaya a parar al lugar donde se lava y
se plancha, que los zapatos estén en su lugar, que los platos que se
han usado estén limpios. Es decir, tener la casa preparada para recibir
visitas requiere el trabajo y la colaboración de todos. Así como hay
que quitar un montón de cosas que se interponen en el camino de los que
van a llegar (los paraguas, las camperas y los demás abrigos no pueden
quedar amontonados en la entrada, sobretodo si somos muchos en la casa,
como tampoco las valijas o portafolios, las cartas o las cuentas que
han llegado por correo, y ese montón de papeles que nunca se sabe dónde
poner y terminan apoyados en la mesa que está más cerca de la entrada),
también hay que poner algunas cosas. Por ejemplo, algunas flores, un
poco de perfume o un sahumerio. A lo mejor hay que colgar un cuadro que
hace tiempo tenemos ahí apoyado en una pared, o sobre un mueble,
pensando: "mañana lo cuelgo". A lo mejor hay que poner una bombita de
luz para reemplazar otra que se quemó...
En resumen, cuando tenemos invitados en casa, hay que facilitarles
la entrada, quitándoles los obstáculos y poniendo todo lo que puede
ayudarles a sentirse cómodos. Incluso si no saben cómo llegar a nuestra
casa, necesitaremos darles un plano, para hacerles más fácil el camino.
A veces nos hará falta arrasar con un montón de cosas, y ansiaremos
tener una topadora que nos permita hacerlo rápidamente. De la misma
manera ahora, en este tiempo de Adviento en el que Jesús es el que se
acerca y viene a nosotros porque viene en esta Navidad, todos tenemos
que ponernos en movimiento y prepararnos para recibirlo...
2. SI QUEREMOS PREPARARLE
NUESTRA CASA A JESÚS, NECESITAMOS CONVERTIRNOS... Nuevamente Jesús
viene a nosotros, como en la primera Navidad, aquella de Belén. En ese
momento sólo hubo un Pesebre para recibir a Dios hecho hombre. Ahora
volvemos a celebrar la Navidad, como lo hacemos cada año, para tener
una nueva oportunidad para recibirlo a Jesús como lo hicieron María,
José y los Pastores en aquella primera Navidad, dejándonos iluminar por
la Luz que Jesús trae a nuestras vidas...
Sabemos que Jesús viene para todos los hombres de todos los
tiempos. Sin embargo, no todos lo recibieron ni todos lo reciben hoy.
Por eso en este segundo Domingo de Adviento la Iglesia nos pone ante la
predicación de San Juan Bautista, que con toda claridad y contundencia
nos dice que, para prepararnos a recibir a Jesús, necesitamos
convertirnos. Esa es la manera de prepararle un lugar a Jesús y ser
capaces de recibirlo en nuestra casa...
Como siempre, Jesús viene a nosotros pero no
impone su presencia. Para que llegue a nosotros tenemos que abrirle el
corazón, que tiene llave sólo del lado de adentro de su puerta. Para
que Jesús pueda entrar en nuestro corazón, tenemos que quitar las
barreras que le impide estar en él a sus anchas, tenemos que allanarle
los caminos, nos dice San Juan el Bautista con su predicación en el
desierto, tan necesaria hoy como ayer...
Para recibirlo a Jesús, entonces, es
necesario quitar todo lo que sobra en nuestro corazón. No será la ropa,
los zapatos o los paraguas que han quedado tirados, como cuando
ordenamos la casa. Pero es posible que haya otro montón de cosas que
tenemos que quitar. Nuestros egoísmos, nuestras cegueras, nuestras
pequeñeces que no nos dejan alimentarnos de la grandeza de Dios.
Tendremos que quitar nuestras prepotencias, nuestros desplantes,
nuestros odios, nuestras indiferencias, nuestras venganzas...
Además de todo lo que tengamos para quitar, será necesario poner en
nuestro corazón todo lo que nos falta para que Jesús pueda alojarse
allí a gusto. No alcanzará con poner flores o un poco de perfume, no
será suficiente poner algunos adornos, como cuando arreglamos nuestra
casa para recibir amigos. Será necesario, en cambio, "rellenar los
valles" que tiene nuestro corazón, haciendo más fuerte nuestra oración,
más audaz y comprometido nuestro amor, más constante e insistente
nuestra capacidad de perdón. En definitiva, será necesario que nuestro
corazón se impregne de la Palabra de Dios, que de esa manera encuentre
un lugar en nuestro corazón la Cruz salvadora de Jesús, porque de ese
modo podrá hundir sus raíces en nuestro corazón el árbol fuerte de la
fe que, cobijado por el follaje de la esperanza, será capaz de dar
frutos de amor...
3. JESÚS VENDRÁ AL PESEBRE QUE LE HAGAMOS CON
AMOR EN NUESTRO CORAZÓN... En definitiva, como siempre, para preparar
esta Navidad convendrá tener en cuenta que no son grandes palacios ni
grandes mansiones las que buscará Jesús para alojarse. Le bastará un
sencillo Pesebre...
Nosotros tenemos ahora una oportunidad más de armar ese Pesebre en
nuestro corazón. Con prisa y sin pausa, porque el tiempo del Adviento
es breve, tenemos que ir poniendo madera tras madera, y reuniendo el
pasto que le hará de colchón a Jesús que ya viene. Todo eso lo podremos
hacer incluso visiblemente, si seguimos la costumbre de empezar a armar
el Pesebre de nuestra casa a partir del ya próximo 8 de diciembre. Pero
para que el Pesebre hogareño no se trate sólo de una representación
exterior, podríamos proponernos que cada figura que vamos agregando al
Pesebre, cada adorno que le sumamos, sea el signo y se encuentre
respaldado por un gesto de nuestra conversión y de nuestro amor. Que
cada adorno o representación que agreguemos al Pesebre signifique algo
que hemos hecho, creciendo en nuestra oración o en gestos comprometidos
de servicio, que vayan haciendo cada día nuestro corazón a la medida de
Jesús, para que Él encuentre en el corazón de cada uno de nosotros el
Pesebre de su predilección...
Lecturas bíblicas del II Domingo de Adviento, Ciclo
B:
- ¡Consuelen, consuelen a mi pueblo, dice su Dios! Hablen al
corazón de Jerusalén y anúncienle que su tiempo de servicio se ha
cumplido, que su culpa está paga, que ha recibido de la mano del Señor
doble castigo por todos sus pecados. Una voz proclama: ¡Preparen en el
desierto el camino del Señor, tracen en la estepa un sendero para
nuestro Dios! ¡Que se rellenen todos los valles y se aplanen todas las
montañas y colinas; que las quebradas se conviertan en llanuras y los
terrenos escarpados, en planicies! Entonces se revelará la gloria del
Señor y todos los hombres la verán juntamente, porque ha hablado la
boca del Señor. Súbete a una montaña elevada, tú que llevas la buena
noticia a Sión; levanta con fuerza tu voz, tú que llevas la buena
noticia a Jerusalén. Levántala sin temor, dí a las ciudades de Judá:
«¡Aquí está tu Dios!». Ya llega el Señor con poder y su brazo le
asegura el dominio: el premio de su victoria lo acompaña y su
recompensa lo precede. Como un pastor, él apacienta su rebaño, lo reúne
con su brazo; lleva sobre su pecho a los corderos y guía con cuidado a
las que han dado a luz (Isaías 40, 1-5 y 9-11).
- Pero ustedes, queridos hermanos, no deben ignorar que, delante del
Señor, un día es como mil años y mil años como un día. El señor no
tarda en cumplir lo que ha prometido, como algunos se imaginan, sino
que tiene paciencia con ustedes porque no quiere que nadie perezca,
sino que todos se conviertan. Sin embargo, el Día del Señor, llegará
como un ladrón, y ese día, los cielos desaparecerán estrepitosamente;
los elementos serán desintegrados por el fuego, y la tierra, con todo
lo que hay en ella, será consumida. Ya que todas las cosas se
desintegrarán de esa manera, ¡qué santa y piadosa debe ser la conducta
de ustedes, esperando y acelerando la venida del Día del Señor!
Entonces se consumirán los cielos y los elementos quedarán fundidos por
el fuego. Pero nosotros, de acuerdo con la promesa del Señor, esperamos
un cielo nuevo y una tierra nueva donde habitará la justicia. Por eso,
queridos hermanos, mientras esperan esto, procuren vivir de tal manera
que él los encuentre en paz, sin mancha ni reproche (2 Pedro 3, 8-14).
- Comienzo de la Buena Noticia de Jesús, Mesías, Hijo de Dios. Como
está escrito en el libro del profeta Isaías: "Mira, yo envío a mi
mensajero delante de ti para prepararte el camino. Una voz grita en el
desierto: Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos", así se
presentó Juan el Bautista en el desierto, proclamando un bautismo de
conversión para el perdón de los pecados. Toda la gente de Judea y
todos los habitantes de Jerusalén acudían a él, y se hacían bautizar en
las aguas del Jordán, confesando sus pecados. Juan estaba vestido con
una piel de camello y un cinturón de cuero, y se alimentaba con
langostas y miel silvestre. Y predicaba, diciendo: «Detrás de mi vendrá
el que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de ponerme a
sus pies para desatar la correa de sus sandalias. Yo los he bautizado a
ustedes con agua, pero él los bautizará con el Espíritu Santo» (Marcos
1, 1-8).
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Predicaciones del P. Alejandro W. Bunge: