Una fiesta que anticipa el Cielo...
Queridos amigos:
Esta es mi predicación del 13 de octubre de 2002, Domingo XXVIII del Tiempo
Ordinario, en el Hogar Marín y en la Parroquia Santo Domingo de Guzmán. Me basé
en estas frases de la Escritura:
- El Señor de los ejércitos ofrecerá a todos los pueblos sobre
esta montaña un banquete de manjares suculentos, un banquete de vinos
añejados, de manjares suculentos, medulosos, de vinos añejados,
decantados. El arrancará sobre esta montaña el velo que cubre a todos los
pueblos, el paño tendido sobre todas las naciones. Destruirá la Muerte
para siempre; el Señor enjugará las lágrimas de todos los rostros, y
borrará sobre toda la tierra el oprobio de su pueblo, porque lo ha dicho
él, el Señor (Isaías 25, 6-8).
- Yo sé vivir tanto en las privaciones como en la abundancia; estoy
hecho absolutamente a todo, a la saciedad como al hambre, a tener sobra
como a no tener nada. Yo lo puedo todo en aquel que me conforta
(Filipenses 4, 12-13).
- Dijo Jesús: «El Reino de los Cielos se parece a un rey que celebraba las
bodas de su hijo. Envió entonces a sus servidores para avisar a los
invitados, pero estos se negaron a ir. De nuevo envió a otros servidores
con el encargo de decir a los invitados: "Mi banquete está preparado; ya
han sido matados mis terneros y mis mejores animales, y todo está a
punto: Vengan a las bodas". Pero ellos no tuvieron en cuenta la invitación, y
se fueron, uno a su campo, otro a su negocio; y los demás se apoderaron
de los servidores, los maltrataron y los mataron... Cuando el rey
entró para ver a los comensales, encontró a un hombre que no tenía el
traje de fiesta. "Amigo, le dijo, ¿cómo has entrado aquí sin el traje de
fiesta?". El otro permaneció en silencio (Mateo 22, 1-6.
11-12).
1.
HAY FIESTAS QUE NO QUEREMOS PERDER, Y OTRAS PARA LAS QUE NO TENEMOS APURO... Hay
fiestas para las que, si hace falta, vamos con toda tranquilidad un rato antes,
con tal de encontrar un buen lugar o no perdernos nada. Por ejemplo, para un
partido de fútbol, o de rugby internacional, o la final de un campeonato de
polo... Todos vamos un rato antes, aunque haya que esperar. Lo mismo pasa con el
teatro, o con el cine (aunque menos...). En realidad, cuando nos interesa mucho
la fiesta, la misma espera se convierte en una parte de preparación y la vivimos
con alegría...
Hay otras fiestas, en cambio, en las que no tenemos ningún apuro. Pasa, por
ejemplo, en un casamiento al que nos han invitado por compromiso, sobretodo si
se realiza con Misa. En este caso nos basta llegar cuando podemos, sin mayor
apuro. Total, es más largo, y no empieza a horario, y lo único que nos interesa
es cumplir, y saludar a los novios (y a lo sumo, ver a la novia cuando
sale...).
También el Cielo es una fiesta, como nos lo muestra Jesús hoy con la
parábola. La fiesta de las bodas de su Hijo, que se une para siempre con la
humanidad redimida... El Cielo es una fiesta, a la que Dios nos invita, y a la
que todos queremos ir... Aunque, según parece, casi nadie tiene apuro, da la
impresión que todos prefieren que lleguen primero los demás (al menos teniendo
en cuenta que sólo es posible llegar después de la muerte). De todos modos, no
es posible vivir como si se pudiera llegar al Cielo en forma automática...
2.
LA FIESTA DEL CIELO NO SE IMPROVISA, SE PREPARA DURANTE TODA LA VIDA... Así nos
lo muestra Jesús en la parábola de hoy. Todos recibimos la invitación, pero hace
falta responder. Y no se responde sólo al final, sino a lo largo de toda la
vida...
Es curioso, algunos en la parábola se excusan para no ir, porque tienen que
ocuparse del campo, o de los negocios, o simplemente se negaron a ir, y algunos
incluso trataron mal a los que traían la invitación. Pero en realidad, todas
aquellas cosas que los distraen y les impiden aceptar la invitación, no son más
que las herramientas que Dios pone en sus manos, para aceptar la invitación.
Justamente es lo que hacemos con el campo, o los negocios, o lo que hacemos con
la vida de todos los días, con lo que estamos aceptando o rechazando la
invitación de Dios, que nos quiere a todos en el Cielo, para compartir su
alegría...
Pero el Cielo no es la única invitación que recibimos de Dios:
3.
LA MISA ES UNA FIESTA QUE ANTICIPA EL CIELO, Y A LA QUE DIOS NOS INVITA... Es
verdaderamente un banquete, donde Jesús se une a los que aceptan su invitación,
y se entrega todo entero.
Es un banquete con una mesa bien servida, con dos platos fuertes, la
Palabra de Dios, y el Cuerpo y la Sangre de Jesús, con los que Dios nos alimenta
cada vez que participamos... Por eso es un anticipo del Cielo, en el que Jesús
estará al alcance de todos, y todo será fiesta y alegría...
Por eso alabamos y cantamos, expresamos con muchos signos todo lo que
estamos celebrando. No lo hacemos sólo para que no sea tan aburrida la Misa,
sino porque estamos de fiesta, recibiendo a Jesús, que es también quien nos
invita (de la misma manera, si ustedes conocen algún sacerdote que, como el del
dibujo, usa anteojos, tiene el pelo negro, es hincha de un Club con los colores
del ornamento del que está en el dibujo, y usa, como se ve ahí, transparencias
para apoyar con frases e imágenes lo que dice en la predicación, no piensen que
lo hace sólo para que no se aburran durante la Misa; lo hace porque pretende
ayudar a que la Misa sea verdaderamente una fiesta, en la que se nos enciendan
de tal modo los corazones, que nos pasemos el resto de la semana viviendo
intensamente la fe, con decisión y alegría).
Podríamos preguntarnos cómo será nuestro Cielo, el de cada uno de nosotros.
Y yo me imagino que, salvando todas las distancias que haya que salvar,
podríamos perfectamente pensar que será tal como sean nuestras Misas:
Está claro que no tiene sentido que participemos sólo para cumplir, como
quien va obligado a una fiesta que no le divierte, sólo para saludar al
festejado y escaparse lo antes posible. Si así fuera, no tardaría en pasarnos lo
que le pasa a alguno que, sin pensarlo, cada vez se le hace más justo el
horario, y termina, aún sin quererlo, llegando cada vez un poquito más
tarde...
En realidad, si nos damos cuenta que se trata de responder a una invitación
de Dios, nos pasaríamos la semana preparando la Misa del Domingo. Porque, como
en el caso del Cielo, también con la Misa la fiesta no se improvisa, sino que se
prepara cada día...
Un abrazo y mis oraciones.
Predicaciones del P. Alejandro W. Bunge: