El don y los frutos...

Queridos amigos:
 
Esta es mi predicación del 6 de octubre de 2002, Domingo XXVII del Tiempo Ordinario, en el Hogar Marín y en la Parroquia Santo Domingo de Guzmán. Me basé en estas frases de la Escritura:

 
1. A VECES USAMOS LO QUE NOS PRESTAN COMO SI FUERA DE NOSOTROS... No sucede, por ejemplo, con los libros o las lapiceras. Cuando nos prestan estas cosas, o cuando las prestamos, pasa un tiempo largo, que a lo mejor no se cumple nunca, hasta que los devolvemos o nos los devuelven. Pero pasa también con otras cosas, que nos acostumbramos a usar como si fueran nuestras, aunque en realidad no es así...
 
Damos por supuesto que el aire tiene que estar, y lo respiramos 24 horas por día, sin siquiera reparar en él. Lo mismo que el sol, que suponemos que tiene siempre que estar, aunque sea escondido detrás de las nubes o del otro lado de la tierra, como si nunca y por ningún motivo nos pudiera faltar. También la salud, a veces la damos por supuesta, como un derecho adquirido...
 
Sin embargo, todas estas cosas son dones de Dios, que Él nos concede gratuitamente día a día, y como todos los dones de Dios, implican también una tarea. Es lo que Jesús nos transmite con la parábola de los que recibieron una viña, de la que el dueño esperaba frutos...
 
2. DON DE DIOS Y TAREA SIEMPRE VAN JUNTOS: SÓLO ASÍ PUEDE DAR FRUTOS... Sólo si tomamos los dones como tales, los cuidamos y los cultivamos con dedicación, daremos frutos con ellos. Por eso los dones de Dios implican siempre una tarea.
 
Y esto vale no sólo para los que hemos mencionado hasta ahora, sino también para aquellos más especiales y profundos, como la fe, la Palabra de Dios y los Sacramentos con los que se alimenta la fe, la comunidad parroquial donde la vivimos y la compartimos, y todos los dones más personales, distintos y complementarios en cada uno de nosotros.
 
Todo esto es el Reino de Dios que se nos ha dado, la viña de la que el Señor espera sus frutos... Quizás estamos demasiado acostumbrados a que todas estas cosas estén siempre al alcance de la mano en nuestra vida, y nos parezcan algo infaltable, que no tiene nada de especial. Pero no es así. Se trata de un don especial, que quizás muchos anhelan y nunca han tenido como nosotros, tan fácilmente. Es necesario descubrirlos como un don, para cultivarlos y dar con ellos los frutos esperables.
 
Hoy el Papa ha canonizado a un santo que, más allá de las miradas más o menos subjetivas o de prismas ideológicos que a veces impiden reconocer su particular don, nos ha dejado con su espíritu intrépido y audaz un testimonio particular que se anticipó en muchos años lo que después se hizo claro en el Concilio Vaticano II: todos estamos llamados a encontrar la propia santificación en el trabajo cotidiano, haciendo fructificar los dones que en cada uno de nosotros Dios puesto. Por otra parte, como a los arrendatarios de la parábola de la viña,
 
3. DIOS NOS MANDA SUS ENVIADOS PARA RECIBIR LOS FRUTOS DE SUS DONES... Son todos los que nos rodean habitualmente, y tienen derecho a esperar algo de nosotros. Son los que llamamos, en el sentido evangélico, prójimos: están cerca, y tienen derecho a esperar algo de nosotros...
 
Es cierto que a veces el prójimo espera de nosotros los frutos de los dones de Dios con mejor actitud que otras veces. El de la remera celeste levanta la mano, pero con una sonrisa. Muchos se acercan a nosotros con esa actitud. Otros, además, lo hacen con especial humildad, como la de la remera colorada. Y otros exigen con menos prolijidad, incluso con caras y gestos, como el de la remera amarilla, que nos pueden hacer pensar que se están aprovechando de nuestra bondad o generosidad. Sin embargo, no nos toca a nosotros juzgarlos, ni mucho menos sancionarlos con nuestra distribución arbitraria o antojadiza. Todo el que llega a nosotros con el derecho a esperar algo, viene de parte de Dios, y es a Él a quien, a través de sus enviados, damos sus frutos...


Un abrazo y mis oraciones.
 
P. Alejandro W. Bunge
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