Queridos amigos:
Esta es mi predicación del 6 de octubre de 2002, Domingo XXVII del Tiempo
Ordinario, en el Hogar Marín y en la Parroquia Santo Domingo de Guzmán. Me basé
en estas frases de la Escritura:
- Mi amigo tenía una viña en una loma fértil. La cavó, la limpió de
piedras y la plantó con cepas escogidas; edificó una torre en medio de
ella y también excavó un lagar. El esperaba que diera uvas, pero dio frutos
agrios (Isaías 5, 1-2).
- No se angustien por nada, y en cualquier circunstancia, recurran a
la oración y a la súplica, acompañadas de acción de gracias, para
presentar sus peticiones a Dios. Entonces la paz de Dios, que supera todo
lo que podemos pensar, tomará bajo su cuidado los corazones y los
pensamientos de ustedes en Cristo Jesús (Filipenses 4, 6-7).
- Escuchen otra parábola: Un hombre poseía una tierra y allí plantó
una viña, la cercó, cavó un lagar y construyó una torre de vigilancia.
Después la arrendó a unos viñadores y se fue al extranjero. Cuando llegó
el tiempo de la vendimia, envió a sus servidores para percibir los frutos
(Mateo 21, 33-34).
1.
A VECES USAMOS LO QUE NOS PRESTAN COMO SI FUERA DE NOSOTROS... No sucede, por
ejemplo, con los libros o las lapiceras. Cuando nos prestan estas cosas, o
cuando las prestamos, pasa un tiempo largo, que a lo mejor no se cumple nunca,
hasta que los devolvemos o nos los devuelven. Pero pasa también con otras cosas,
que nos acostumbramos a usar como si fueran nuestras, aunque en realidad no es
así...
Damos por supuesto que el aire tiene que estar, y lo respiramos 24 horas
por día, sin siquiera reparar en él. Lo mismo que el sol, que suponemos que
tiene siempre que estar, aunque sea escondido detrás de las nubes o del otro
lado de la tierra, como si nunca y por ningún motivo nos pudiera faltar. También
la salud, a veces la damos por supuesta, como un derecho adquirido...
Sin embargo, todas estas cosas son dones de Dios, que Él nos concede
gratuitamente día a día, y como todos los dones de Dios, implican también una
tarea. Es lo que Jesús nos transmite con la parábola de los que recibieron una
viña, de la que el dueño esperaba frutos...
2.
DON DE DIOS Y TAREA SIEMPRE VAN JUNTOS: SÓLO ASÍ PUEDE DAR FRUTOS... Sólo si
tomamos los dones como tales, los cuidamos y los cultivamos con dedicación,
daremos frutos con ellos. Por eso los dones de Dios implican siempre una
tarea.
Y esto vale no sólo para los que hemos mencionado hasta ahora, sino también
para aquellos más especiales y profundos, como la fe, la Palabra de Dios y los
Sacramentos con los que se alimenta la fe, la comunidad parroquial donde la
vivimos y la compartimos, y todos los dones más personales, distintos y
complementarios en cada uno de nosotros.
Todo esto es el Reino de Dios que se nos ha dado, la viña de la que el
Señor espera sus frutos... Quizás estamos demasiado acostumbrados a que todas
estas cosas estén siempre al alcance de la mano en nuestra vida, y nos parezcan
algo infaltable, que no tiene nada de especial. Pero no es así. Se trata de un
don especial, que quizás muchos anhelan y nunca han tenido como nosotros, tan
fácilmente. Es necesario descubrirlos como un don, para cultivarlos y dar con
ellos los frutos esperables.
Hoy el Papa ha canonizado a un santo que, más allá de las miradas más o
menos subjetivas o de prismas ideológicos que a veces impiden reconocer su
particular don, nos ha dejado con su espíritu intrépido y audaz un
testimonio particular que se anticipó en muchos años lo que después se hizo
claro en el Concilio Vaticano II: todos estamos llamados a encontrar la propia
santificación en el trabajo cotidiano, haciendo fructificar los dones que en
cada uno de nosotros Dios puesto. Por otra parte, como a los arrendatarios de la
parábola de la viña,
3.
DIOS NOS MANDA SUS ENVIADOS PARA RECIBIR LOS FRUTOS DE SUS DONES... Son todos
los que nos rodean habitualmente, y tienen derecho a esperar algo de nosotros.
Son los que llamamos, en el sentido evangélico, prójimos: están cerca, y tienen
derecho a esperar algo de nosotros...
Es cierto que a veces el prójimo espera de nosotros los frutos de los dones
de Dios con mejor actitud que otras veces. El de la remera celeste levanta la
mano, pero con una sonrisa. Muchos se acercan a nosotros con esa actitud. Otros,
además, lo hacen con especial humildad, como la de la remera colorada. Y otros
exigen con menos prolijidad, incluso con caras y gestos, como el de la remera
amarilla, que nos pueden hacer pensar que se están aprovechando de nuestra
bondad o generosidad. Sin embargo, no nos toca a nosotros juzgarlos, ni mucho
menos sancionarlos con nuestra distribución arbitraria o antojadiza. Todo el que
llega a nosotros con el derecho a esperar algo, viene de parte de Dios, y es a
Él a quien, a través de sus enviados, damos sus frutos...
Un abrazo y mis oraciones.
Predicaciones del P. Alejandro W. Bunge: