Hay que estar siempre dispuestos...
Queridos amigos:
Esta es mi predicación del 22 de septiembre de 2002, Domingo XXV del
Tiempo Ordinario, en el Hogar Marín y en la Parroquia Santo Domingo de Guzmán.
Me basé en estas frases de la Escritura:
- ¡Busquen al Señor mientras se deja encontrar, llámenlo mientras
está cerca!... Porque los pensamientos de ustedes no son los míos,
ni los caminos de ustedes son mis caminos -oráculo del Señor-. Como el
cielo se alza por encima de la tierra, así sobrepasan mis caminos y mis
pensamientos a los caminos y a los pensamientos de ustedes (Isaías 55, 6 y
8-9).
- Porque para mí la vida es Cristo, y la muerte, una ganancia (Filipenses 1,
21).
- Porque el Reino de los Cielos se parece a un propietario que salió
muy de madrugada a contratar obreros para trabajar en su viña. Trató con
ellos un denario por día y los envío a su viña. Volvió a salir a media mañana
y, al ver a otros desocupados en la plaza, les dijo: "Vayan ustedes también a
mi viña y les pagaré lo que sea justo". Y ellos fueron. Volvió a salir al
mediodía y a media tarde, e hizo lo mismo. Al caer la tarde salió de
nuevo y, encontrando todavía a otros, les dijo: "¿Cómo se han quedado
todo el día aquí, sin hacer nada?". Ellos les respondieron: "Nadie nos ha
contratado". Entonces les dijo: "Vayan también ustedes a mi viña". Al
terminar el día, el propietario llamó a su mayordomo y le dijo: "Llama a
los obreros y págales el jornal, comenzando por los últimos y terminando
por los primeros". Fueron entonces los que habían llegado al caer la tarde y
recibieron cada uno un denario. Llegaron después los primeros, creyendo
que iban a recibir algo más, pero recibieron igualmente un denario. Y al
recibirlo, protestaban contra el propietario, diciendo: "Estos últimos
trabajaron nada más que una hora, y tú les das lo mismo que a nosotros,
que hemos soportado el peso del trabajo y el calor durante toda la
jornada". El propietario respondió a uno de ellos: "Amigo, no soy
injusto contigo, ¿acaso no habíamos tratado en un denario? Toma lo que es
tuyo y vete. Quiero dar a este que llega último lo mismo que a ti. ¿No
tengo derecho a disponer de mis bienes como me parece? ¿Por qué tomas a
mal que yo sea bueno?" (Mateo 20 1-15).
1.
UNOS TRABAJAN SIEMPRE, OTROS SÓLO A ÚLTIMO MOMENTO... Pasa en las mejores
familias. Cuando llega la hora del trabajo (cocinar, poner la mesa, limpiar los
platos, cortar el pasto), hay algunos que siempre están preparados, "con las
manos en la carretilla", bien dispuestos. Otros en cambio, esperan la última
llamada, porque están ocupados en otras cosas, o están siempre de fiesta, o
simplemente porque están más concentrados en el descanso que en el
trabajo.
Lo mismo que pasa en las familias sucede en el país, y en la Iglesia...
Algunos están siempre dispuestos a hacer lo que hace falta, poniendo el hombro
apenas se hace necesario. Y otros escapan todo lo que pueden, hasta el último
momento, suponiendo que son los demás los que hagan el esfuerzo.
Sin embargo, hay cosas que no se pueden postergar, porque es lo mismo que
dejarlas de lado para siempre. Las oportunidades tienen su tiempo, y se las
aprovecha cuando pasan, o se las deja pasar, y ya no vuelven. Así pasa con el
llamado de Dios...
2.
DIOS LLAMA EN CUALQUIER MOMENTO, HAY QUE ESTAR SIEMPRE DISPUESTOS... Todo el
tiempo resuena para cada uno de nosotros un llamado de Dios, al que respondemos
o dejamos pasar en silencio. Jesús, Dios hecho hombre por amor, para salvarnos
con la fuerza de su amor, está siempre esperando una respuesta de amor a su
llamado. Quienes nos rodean son la caja de resonancia desde la que nos llega su
eco. Cada vez que alguien no reclama y tiene derecho a esperar algo de nosotros,
estamos ante un llamado de Jesús, que espera una respuesta de amor. Y esa
respuesta no puede postergarse, porque es lo mismo que negarla. Dios
habitualmente no manda telegramas, pero su voz es inconfundible.
Para todos resuena una llamada de Dios, a toda hora, desde la madrugada
hasta la caída del sol. Hoy especialmente nadie puede hacerse el distraído,
pensando que el llamado es para otros. En la familia, por supuesto, y en la
Iglesia, donde todos estamos llamados a ocupar activamente nuestro puesto.
Pero también en esa familia grande, la casa de todos, la tierra de nuestros
padres, la patria, nos reclama, y nadie puede pensar que el que tiene que
responder es el otro.
Es posible que, si siempre hemos puesto el hombro, en algún momento
podamos sentir cansancio, y tengamos la tentación de pensar que es injusto que,
como nos dice Jesús, todos tendrán la misma paga. ¿Para qué esforzarnos,
entonces, todo el día, y soportar el peso de hacer el bien a lo largo de toda la
vida, si basta una buena respuesta dada en el último momento? Nos ayuda a
encontrar la respuesta darnos cuenta que no Dios no tiene que estar pagándonos
un servicio, como si fuéramos jornaleros...
3. DIOS NOS LLAMA PORQUE ÉL ES BUENO, Y SU LLAMADA YA ES UN
PREMIO... Dios no nos llama por nuestros méritos, ni nos paga por nuestros
servicios. Nos llama porque Él es bueno. Simplemente haber sido llamados y estar
en esta barca, en la que vamos desde el punto de partida (el bautismo) hasta la
meta, es ya un gran premio.
¿Cómo estar seguros de que vamos a responder bien en el momento preciso,
sino lo hacemos en todo momento? Demos gracias a Dios, y respondamos todo el
tiempo, porque nos ha llamado al Cielo y sigue llamándonos todo el
tiempo...
Un abrazo y mis oraciones.
Predicaciones del P. Alejandro W. Bunge: