Hechos para perdonar...

Queridos amigos:
 
Esta es mi predicación del 15 de septiembre de 2002, Domingo XXIV del Tiempo Ordinario, en el Hogar Marín y en la Parroquia Santo Domingo de Guzmán. Me basé en estas frases de la Escritura:

 
1. ENOJO, IRA, ODIO, VENGANZA Y RENCOR NO SON IGUALES, PERO TIENEN QUE VER... Todas estas reacciones pueden surgir en nuestro corazón cuando nos hacen algún daño, grande o chico, desde un pisotón en el colectivo o en cualquier amontonamiento de gente, un reto injusto que nos han hecho por algo en lo que no tenemos la culpa, hasta por un plazo fijo o algo semejante que nos quedó acorralado en algún lugar, o cosas más graves todavía...
 
La primera reacción puede ser el ENOJO, que nos lleva a apuntar nuestra mira contra la persona que creemos que nos ha dañado, que a partir de ese momento se nos mete entre ceja y ceja. Si no frenamos a tiempo el enojo, rápidamente se nos convierte en IRA, se pone en marcha nuestra pasión, y comienza a subírsenos la mostaza a la cabeza o, dicho de otro modo, comienza a hervirnos la sangre en las venas... Si no la frenamos enseguida, de la ira pasamos al ODIO, y comenzamos a pensar que no habrá otra justicia que provocarle un mal al que ha tenido la osadía de querer dañarnos, y si podemos tomamos lo que tenemos a mano (por ejemplo un hacha), para descargarlo en cuanto nos sea posible contra el que ya es decididamente nuestro enemigo. Si no frenamos el odio, no tardará en convertirse en VENGANZA, que consiste en tomarnos por nuestra cuenta la revancha (si habíamos tomado un hacha, se lo partimos por la cabeza al que tuvo la desfachatez de dañarnos). Pero si no podemos frenar nuestro odio y tampoco concretarlo en una venganza, se nos transforma en RENCOR, arraigando profundamente en nuestras entrañas y amargándonos la vida...
 
De todos modos, ninguna de estas reacciones nos deja en paz, ni siquiera la venganza, porque en realidad no se puede poner remedio a un mal provocando otro, quizás mayor... Además, todos tenemos o hacemos algo que provoca el enojo, la ira, el odio, el deseo de venganza o el rencor de los demás. Por lo tanto, si todos dejáramos ir adelante estas reacciones, no tardaríamos en convertir nuestra sociedad en una selva invivible (¿a propósito, no nos estará pasando un poco esto...?). ¿No habrá otro modo de reaccionar? De eso nos habla hoy Jesús...
 
2. DIOS SIEMPRE ESTÁ DISPUESTO A PERDONAR, Y NOS INVITA A PERDONAR SIEMPRE, Y DE CORAZÓN... El perdón es la grandeza de Dios. Por otra parte, no tendría otro modo de buscar nuestra amistad, que estar dispuesto a darnos siempre una nueva oportunidad, ya que una y otra vez lo ha hecho, y lo seguimos necesitando, como la primera vez. Sus brazos se abren cuantas veces hagan falta para recibir una y otra vez con un abrazo reconciliador a quienes también una y otra vez arruinamos la parte de herencia que nos ha dado, y que gastamos malamente, como el hijo pródigo...
 
Ya el Libro del Eclesiástico, que reúne la sabiduría de un pueblo que fue aprendiendo de Dios, nos avisa que el rencor y la ira son abominables. Pero además nos advierte, con un lenguaje propio de su tiempo, que el hombre vengativo sufrirá la venganza del Señor. Jesús nos dice lo mismo, y nos exhorta misericordiosamente: nosotros, que necesitamos todos los días de la misericordia de Dios, no tengamos miedo, perdonemos de la misma manera. Y no basta ni siquiera un cierta disposición a perdonar, como Pedro, que cree que es suficientemente generoso si perdona hasta siete veces. En realidad el perdón es una actitud del corazón que no admite límites, se trata de perdonar siempre...
 
Seguramente surgen en nosotros preguntas que queremos dirigir a Dios. Si siempre perdonamos, ¿quien hace justicia con los que nos dañan? Por supuesto, el perdón no afecta la justicia, que está en manos de quienes tienen que aplicarla, pero no en las nuestras, si no somos jueces. Lo hemos visto al Papa ir a visitar a la prisión al que intentó asesinarlo, y su abrazo misericordioso lo dejó atrás de las rejas. Por otra parte, puede ser que pensemos también que si perdonamos siempre, terminarán tomándonos por sonsos. En ese caso, conviene recordar:
 
3. NECESITADOS DEL PERDÓN, ESTAMOS HECHOS PARA PERDONAR... Con la invitación a perdonar siempre y de corazón, Dios no nos está proponiendo algo a lo que se oponga nuestra naturaleza, sino todo lo contrario... En realidad, desde chiquitos estamos hechos para perdonar. Necesitamos la paz tanto como el oxígeno, y cuando nos falta estamos ahogados y agobiados. Pero el odio, la venganza y el rencor nunca engendran paz, sino que se alimentan mutuamente. Frente al mal recibido, sólo el perdón es fuente de paz. Por eso, el perdón es necesario no sólo para el que es perdonado, sino para el mismo que perdona...
 
Cuando nos lastiman, entonces, lo que necesitamos es acudir a la fuente del perdón, que es la misericordia de Dios, que nosotros mismos necesitamos. Y llenos de la misericordia de Dios, nos será fácil recordar que perdonando encontraremos la paz, ya que estamos hechos para perdonar...


Un abrazo y mis oraciones.
 
P. Alejandro W. Bunge
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