Queridos amigos:
Esta es mi predicación del 8 de septiembre de 2002, Domingo XXIII del
Tiempo Ordinario, en el Hogar Marín y en la Parroquia Santo Domingo de Guzmán.
Me basé en estas frases de la Escritura:
- Cuando yo diga al malvado: «Vas a morir», si tú no hablas para
advertir al malvado que abandone su mala conducta, el malvado morirá por
su culpa, pero a ti te pediré cuenta de su sangre. Si tú, en cambio,
adviertes al malvado para que se convierta de su mala conducta, y él no
se convierte, él morirá por su culpa, pero tú habrás salvado tu vida
(Ezequiel 33, 8-9).
- Hermanos: Que la única deuda con los demás sea la del amor mutuo: el
que ama al prójimo ya cumplió toda la Ley (Romanos 13, 8).
- Si tu hermano peca, ve y corrígelo en privado. Si te escucha,
habrás ganado a tu hermano. Si no te escucha, busca una o dos personas
más, para que el asunto se decida por la declaración de dos o tres
testigos. Si se niega a hacerles caso, dilo a la comunidad. Y si tampoco
quiere escuchar a la comunidad, considéralo como pagano o republicano
(Mateo 18, 15-17).
1.
A VECES NOS GUSTARÍA VIVIR EN UNA ISLA, LEJOS DE TODOS LOS DEMÁS... Y, si no
podemos aislarnos en una isla, por lo menos encerrados en un cuarto, que es lo
que tenemos a mano en casa, y que es más o menos lo mismo...
Sobre todo tenemos esa tentación de aislarnos del mundo cuando las cosas
andan mal. Quisiéramos aislarnos de la familia, de los amigos, y del mundo
entero, y que nos dejen en paz. Pero, en realidad, sabemos que no es posible.
Todos dependemos, más o menos, de los demás. No podemos bastarnos solos,
para tener la ropa y los alimentos que necesitamos, para cuidar nuestra salud,
no sólo física, sino también y sobretodo la mental. Pertenece a nuestra más
íntima naturaleza la necesidad de vivir en contacto y en comunión con otros.
Somos un "animal social" (a veces más animales y a veces menos
sociales...).
Necesitamos unos de otros para desarrollarnos humanamente, y aunque a veces
nos pese el contacto con los demás, no nos podemos aislar. Vivimos y crecemos en
una mutua interdependencia, aún antes que se inventara la globalización, que en
definitiva no es más que una consecuencia de nuestra más primitiva naturaleza,
nuestro ser social, en este tiempo en el que se acortan las distancias debido a
los múltiples instrumentos que hoy facilitan la comunicación y los
desplazamientos...
Ahora, si dependemos unos de otros, si no podemos vivir aislados, ¿qué
tenemos que ver cada uno de nosotros con lo que hacen los demás? Hoy, cuando
vemos tantas cosas que no nos gustan, tanto desastre que probablemente sería
evitable, y tanto dolor que nos puede parecer innecesario... ¿Podremos quedarnos
encerrados tratando de sacarnos las culpas de encima, y preocupándonos sólo de
que no nos arrastre la ola que va tirando todo y a todos, sin parar?
2.
SOMOS RESPONSABLES: LLAMADOS A RESPONDER TAMBIÉN POR LOS DEMÁS... Jesús nos
muestra hoy que una misteriosa solidaridad se da entre todos, no sólo en la
gracia y el amor de Dios, sino también en el pecado. Por eso nos llama a
hacernos cargo del mal que hacen los otros, invitándonos a la corrección
fraterna en la comunidad de la que somos partes, en la Iglesia y en la patria.
Ya el profeta Ezequiel recibía esta advertencia de Dios: los demás morirían por
las culpas de sus pecados, pero a él le pedirá cuenta de sus sangre, si no fue
capaz de advertirlos a tiempo para que pudieran cambiar.
Responsable es el que está obligado a responder por otros. Y eso nos pasa a
todos: somos responsables, tenemos que responder ante Dios no sólo por nosotros
mismos, sino también por los demás. Por supuesto, cada uno es responsable ante
Dios por sus propias acciones u omisiones, pero todos tenemos también una
misteriosa solidaridad que nos hace en alguna medida responsables de lo que
hacen o dejar de hacer los demás, sobretodo si no hemos hecho nada para
ayudarles a corregir sus malas conductas, si por comodidad o por indiferencia
hemos convivido con la mentira y con el robo, como si no tuviéramos nada que ver
(dicen que cada pueblo tiene el gobierno que se merece; esto es especialmente
cierto cuando además es el gobierno que elige; pero yo diría también que cada
pueblo tiene el gobierno que quiere tolerar, sobretodo si no hace nada para
corregirlo y cambiarle el rumbo, con la fuerza de las urnas y de la crítica
constructiva, en el marco de la ley...).
Esta responsabilidad de unos por otros tiene su raíz más profunda es
nuestro origen. Todos los que hemos nacido en este mundo hemos venido del amor
de Dios, y hemos sido hechos sus hijos por el amor de Jesús, que se ha
manifestado para todos en la Cruz y en la resurrección. Por eso,
3.
NACIDOS DEL AMOR DE DIOS, NUESTRA DEUDA ES EL AMOR MUTUO... San Pablo nos
habla de la única deuda que no podemos desatender. No existía todavía el
FMI, pero si hubiera existido, San Pablo hubiera dicho lo mismo. Puede ser que
algún momento, en alguna circunstancia especial, y por algún tiempo, pueda
postergarse el pago de una deuda al FMI, aún a riesgo de que nos quieran tirar
"fuera del mundo". Pero la deuda del amor mutuo con los que nos rodean más
cercanamente, sobretodo cuando se trata de un amor que nos llama a acudir en
auxilio de nuestros hermanos que luchan por la más elemental subsistencia, será
siempre la única deuda que no se puede desatender...
De eso se trata en la Colecta Más por Menos, que hoy se hace en todas las
Iglesias católicas del país, y también fuera de ellas, para ayudar a las
diócesis más necesitadas. Una Colecta que hace crecer no sólo a los que
recibirán sus frutos, sino primero y quizás principalmente, a todos los que
participen en ella con su granito de arena o poniendo una playa entera,
según lo que cada uno puede. Hoy privarnos de algo que podíamos y pensábamos
gastar, para ponerlo en la Colecta, puede significar para otro la posibilidad de
comer... Llamados a hacernos responsables de los demás también en el pecado,
cuánto más tendremos que serlo en el amor. Y ese amor nos hará crecer...
Un abrazo y mis oraciones.
Predicaciones del P. Alejandro W. Bunge: