Algo más que una opinión...
Queridos amigos:
Esta es mi predicación del 25 de agosto de 2002, Domingo XXI del Tiempo
Ordinario, en el Hogar Marín y en la Parroquia Santo Domingo de Guzmán. Me basé
en estas frases de la Escritura:
- Él será un padre para los habitantes de Jerusalén y para la casa
de Judá. Pondré sobre sus hombros la llave de la casa de David: lo que él
abra, nadie lo cerrará; lo que él cierre, nadie lo abrirá (Isaías 22,
21-22).
- ¡Qué profunda y llena de riqueza es la sabiduría y la ciencia de
Dios! ¡Qué insondables son sus designios y qué incomprensibles sus
caminos! (Romanos 11, 33).
- Jesús preguntó a sus discípulos: «¿Qué dice la gente sobre el Hijo
del hombre? ¿Quién dicen que es?». Ellos le respondieron: «Unos dicen que
es Juan el Bautista; otros Elías; y otros, Jeremías o alguno de los
profetas». «Y ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy?». Tomando la
palabra, Simón Pedro respondió: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios
vivo». Y Jesús le dijo: «Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no
te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el
cielo. Y yo te digo: «Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi
iglesia, y el poder de la Muerte no prevalecerá contra ella (Mateo 16,
13-18).
1.
LAS OPINIONES NOS HACEN DISCUTIR MUCHO, PERO NO SUELEN CAMBIARNOS LA VIDA... Con
frecuencia nos ponemos a discutir de algunos temas, en los que todos nos
animamos a opinar. Por ejemplo el fútbol, o la política, y hasta la
religión.
Pero las opiniones que discutimos no suelen cambiarnos la vida. una vez que
terminó la discusión, es muy posible y frecuente que todos sigamos pensando lo
mismo que antes de empezar. Y esto es así porque las opiniones suelen quedarse
sobre la superficie de las cosas, es más, a veces sirven para no tener que
profundizar en nada. Hablamos del tiempo, opinamos sobre lo que los demás hacen
o tendrían que hacer, incluso a veces acaloradamente, como para descargar
nuestras tensiones, y nada de eso nos cambia la vida, porque las opiniones y las
discusiones no llegan al corazón...
También a los apóstoles Jesús les pregunta qué dice la gente sobre Él, qué
opinan. Ellos le dicen todas las opiniones: uno que es Juan el Bautista, otros
Elías, otros alguno de los profetas. Todos opinan, pero después siguen
tranquilamente su camino y su vida... Nada les cambió solamente por
opinar...
Pero ante Dios, lo que está en juego es lo más profundo del sentido la
vida. No basta, entonces, con opinar, y seguir como si nada sucediera.
Hay que tomar posición, y según sea una u otra, va para un lado u otro toda
nuestra vida. Por eso Jesús los interpela a los apóstoles, y a nosotros, de una
manera personal: ¿Quién dices que soy?
2.
LA FE ES UNA RESPUESTA PERSONAL A DIOS, QUE NOS CAMBIA LA VIDA... Pedro no se
queda navegando en las opiniones, e inspirado por el mismo Dios da una respuesta
personal y comprometida. Movido por la fe confiesa que Jesús es Hijo de Dios, el
Salvador, el Mesías.
Como a Pedro y a los apóstoles, también a nosotros Jesús nos reclama una
toma de posición. Nadie nos puede ahorrar, o dar por nosotros, este paso
personal hacia Dios, que es la fe. Podemos buscar un lugar más o menos
romántico, para ponernos ante Dios, sentados solitariamente en una montaña, o
sencillamente ante el Sagrario en la Iglesia, o en el jardín de casa, o en una
plaza, o en cualquier otro lugar, para ponernos ante la interpelación de Dios. Y
si damos una respuesta de fe, ciertamente nos cambiará la vida...
Responder de esta manera Dios nos compromete del todo con Él, y nada de
nuestra vida queda fuera de esa respuesta. Si Dios es Dios, y de Él aceptamos la
vida como una don y una invitación, un don que es al mismo tiempo misión y
tarea, ya nada de lo que pensemos, digamos o hagamos quedará ajeno a nuestra fe,
que se concreta en la vida. Nuestras aspiraciones, nuestros afectos, nuestra
tarea, nuestra oración, nuestro voto en las elecciones, serán expresión y
consecuencia de nuestra fe, que se despliega en la vida.
Sin embargo, esta respuesta personal no se puede dar en el aire. Sobre la
fe de Pedro, a la que Jesús llama piedra, Él fundó su Iglesia, para que se
mantenga firme hasta el final de los tiempos, sin que el poder la muerte pueda
prevalecer contra ella. Y en la Iglesia vive la fe de Pedro.
3.
CREYENDO CON LA FE DE PEDRO, EN LA IGLESIA, Y DE LA MANO DE DIOS... Este
Papa es un testimonio claro de esa fe que sigue apoyándose en la misma roca, la
fe de Pedro. Este hombre anciano (que algunos opinan con una mirada demasiado
pequeña que es incapaz de una tarea tan ciclópea como la que tiene
sobre sus hombros), creyendo con la fe de Pedro, es para Dios suficiente
instrumento para sostener toda la fe de la Iglesia. Este hombre, que casi no se
puede mantener de pie, porque las piernas le tiemblan, de la mano de Dios,
mantiene firme la fe de la Iglesia.
Dios nos llama a nuestra propia y personal respuesta de fe. Una
respuesta que no puede ser sólo opinión, sino que nos lleva a entregarnos
confiados en las manos de Dios. Una respuesta con la misma fe de Pedro. Una
respuesta a Dios en la Iglesia, que alimenta, alienta y cuida nuestra fe. En
definitiva, una respuesta que, de la mano de Dios, nos cambia la vida...
Un abrazo y mis oraciones.
Predicaciones del P. Alejandro W. Bunge: