Como si
fuéramos los dueños
de Dios...
Queridos amigos:
Esta es mi predicación del 18 de agosto de 2002, Domingo XX del Tiempo
Ordinario, en el Hogar Marín y en la Parroquia Santo Domingo de Guzmán. Me basé
en estas frases de la Escritura:
- Y a los hijos de una tierra extranjera que se han unido al Señor
para servirlo... yo los conduciré hasta mi santa Montaña y los
colmaré de alegría en mi Casa de oración... porque mi Casa será llamada
Casa de oración para todos los pueblos (Isaías 56, 6-7).
- Porque los dones y el llamado de Dios son irrevocables... Porque Dios
sometió a todos a la desobediencia, para tener misericordia de todos
(Romanos 11, 29 y 32).
- Una mujer cananea, que procedía de esa región, comenzó a gritar:
«¡Señor, Hijo de David, ten piedad de mí! Mi hija está
terriblemente atormentada por un demonio»... La mujer fue a postrarse
ante él y le dijo: «¡Señor, socórreme!». Jesús le dijo: «No está bien tomar el
pan de los hijos, para tirárselo a los cachorros». Ella respondió: «¡Y
sin embargo, Señor, los cachorros comen las migas que caen de la mesa de
sus dueños!». Entonces Jesús le dijo: «Mujer, ¡qué grande es tu fe! ¡Que se
cumpla tu deseo!». Y en ese momento su hija quedó curada (Mateo 15, 22 y
25-28).
1.
A VECES NOS COMPORTAMOS COMO SI FUÉRAMOS LOS DUEÑOS DE DIOS... Damos por
supuesto que le podemos pedir en nuestra oración todo lo que nos parece
necesario, y Él, si de verdad nos quiere, nos tiene que responder, a nuestra
manera y en nuestros tiempos. Y si las cosas no suceden como lo
esperamos, puede ser que nos enojemos con Dios, pensando que Él tiene que
estar a nuestro servicio, y que por lo tanto tiene que hacer todo según nuestras
necesidades. A veces podemos pensar que nuestra fidelidad y nuestro amor a Dios
son el premio que le damos por haber respondido a nuestros ruegos...
Los argentinos quizás vamos más allá que otros, y hemos sido un poco
soberbios. Le hemos puesto a Dios nuestros colores y nuestra camiseta. Decimos
que "Dios es argentino", y muchas veces nos hemos creído con derechos especiales
sobre Él, y nos hemos creído nosotros mismos especiales, "los mejores del
mundo"... ¿Cómo no vamos a ser campeones del mundo en cualquier deporte, o los
más inteligentes, o los más vivos? ¿Cómo puede ser que ahora que necesitamos un
poco más de ayuda nos den vuelta la cara, y nos larguen duros, con todas las
dificultades que tenemos...?
Pero la verdad es que no somos dueños de Dios, y ni siquiera somos dueños
del mundo, ni mucho menos. En realidad, hace ya un tiempo que venimos dándonos
cuenta que somos como cualquier hijo de vecino. Vamos aprendiendo a fuerza de
golpes que el que las hace las paga, y que hay que asumir las consecuencias de
los errores. Que si pedimos prestado tenemos que devolver lo que nos han dado.
Que si tardamos en devolverlo, la próxima vez nos van a cobrar un interés más
alto. Que si no lo devolvemos, no nos prestan más... La realidad, entonces, nos
va enseñando, entonces, que:
2.
DIOS NO ES NUESTRO. ES AL REVÉS, NOSOTROS SOMOS DE DIOS... Dios nos ha levantado
del piso, nos ha rescatado de nuestras miserias, nuestras mezquindades y
nuestros pecados. Dios nos ha encontrado tirados por el piso y nos ha rescatado
con su misericordia y con su amor. No podemos ponernos delante de Dios como
quien exige sus derechos, pretendiendo que haga todo lo que nosotros queremos.
En realidad, lo que nos sirve es darnos cuenta de lo que Él ha hecho de
nosotros, y con un corazón agradecido responderle con amor.
Es la fe, como la que Jesús alaba en la mujer cananea, la que nos lleva a
darnos cuenta que de Dios hemos recibido todo, y que de Él para nosotros todo es
regalo, don. Quizás estamos demasiado acostumbrados a tener siempre todo sobre
la mesa, y somos un poco como los hijos malcriados, que no valoran todo lo que
han recibido de los padres. Quizás sea tiempo de aprender un poco la actitud
humilde de los cachorros que se conforman con las migas que caen de las mesas de
sus dueños, sabiendo por otra parte que Jesús va mucho más allá de los límites
de esta imagen, ya que no nos trata sólo con migajas, ni como cachorros, sino
como a hijos y con toda la fuerza de su misericordia y su amor.
Cuando tomamos conciencia de que de todo es don de parte de Dios, es más
posible que podamos poner remedio a nuestra soberbia, y nos demos cuenta que
todo lo que hemos recibido es para compartir, ya que finalmente sólo se puede
tiene lo que se está dispuesto a dar...
3.
DIOS QUIERE PARA TODOS SU AMOR, SU MISERICORDIA Y SU PERDÓN... En Dios los
preferidos son todos, nadie queda fuera de su amor. Y en la medida en que nos
damos cuenta que de Dios lo hemos recibido todo, también vamos a descubrir que
somos llamados a ser testigos de tanto don. Dios quiere que también a través de
todos y de cada uno de nosotros les lleguen a todos los mismos signos de su
amor, su misericordia y su perdón. Para nosotros la caridad no es un deber
impuesto desde afuera sino simple gratitud a Dios, que es Dios...
Un abrazo y mis oraciones.
Predicaciones del P. Alejandro W. Bunge: